40 días navegando hacia la conversión - Jueves de la semana I 9º Día: Dios nos ha dado lo mejor que tiene, ha puesto todo a nuestra disposición

40 días de conversión sinodal
40 días de conversión sinodal

En la Amazonía, los pueblos originarios han sabido reconocer esa dimensión sagrada de la Creación, algo que expresan en el respeto y el cuidado

Nuestra conversión tiene que llevarnos a ver la vida de una forma diferente, a querer aprender nos sólo con Dios, también con quienes han entendido su mensaje y han descubierto que de Él no vinieron piedras y serpientes

El Evangelio propone la caridad divina que brota del Corazón de Cristo y que genera una búsqueda de justicia que es inseparablemente un canto de fraternidad y de solidaridad, un estímulo para la cultura del encuentro

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Petición permanente por la conversión sinodal al inicio de cada día

Que el Dios Trinitario, ejemplo de vida en comunión, nos ayude a soñar con una Iglesia sinodal, donde sepamos descubrir los signos de los tiempos, y la presencia de un Dios encarnado de diferentes modos, en distintos lugares. Un Dios que nos ayude a discernir su presencia y a anunciarle en todos los rincones, también entre los que más lejos se encuentran; a ser una Iglesia en salida, que va al encuentro, que escucha y dialoga con todos. Que busquemos el bien para todos los que nos encontramos cada día y sepamos traer de vuelta a la Amazonía y a todos los lugares donde estemos, todo lo vivido en el proceso sinodal, y así hacer realidad aquello que Dios espera de nosotros.


Meditar por unos momentos esta petición inicial, buscar la calma interior para entrar en este momento de conversión desde la Amazonía por las aguas de la sinodalidad, al servicio del Pueblo de Dios y sus pueblos y comunidades, y para escuchar el llamado de Dios a través de su Palabra Viva.


Fragmento de una lectura del día (cada uno es invitado a profundizar en las lecturas completas según su propia necesidad y criterio)

Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. (Mateo 7,7-12)

Reflexión desde la perspectiva del proceso sinodal amazónico

¿Qué es lo que pedimos y qué es lo que esperamos? ¿Qué es lo que nos piden y qué es lo que damos? Tenemos un Dios que nos ha dado lo mejor que tiene, que ha puesto todo a nuestra disposición. En la Amazonía, los pueblos originarios han sabido reconocer esa dimensión sagrada de la Creación, algo que expresan en el respeto y el cuidado. Esa es una forma de dar, de dejar para sus hijos, para las generaciones futuras, un medio para encontrar el sustento.

Nuestras actitudes, mediadas por la inmediatez y la falta de un pensamiento a largo plazo, nos llevan a dejar sólo piedras por el camino, a no dejar aquello que permite una vida en armonía, restos de nuestra falta de cuidado con lo que nos rodea y de preocupación con quienes vienen detrás. Nuestra conversión tiene que llevarnos a ver la vida de una forma diferente, a querer aprender nos sólo con Dios, también con quienes han entendido su mensaje y han descubierto que de Él no vinieron piedras y serpientes.

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Contemplación

Contemplemos la imagen de este día y dediquemos un momento a reconocer nuestra propia vida y experiencia en la Iglesia y al servicio de la Amazonía para pedir luz en esta Palabra de Dios y así traer de vuelta todo lo vivido. Escribir mis peticiones particulares y permanecer en ellas durante este día. Hacemos una invitación a llevar un registro de todo lo que el Espíritu suscite en nosotros como preparación interior para poder asimilar mejor el proceso sinodal.

Cita para meditación de cierre

“El Evangelio propone la caridad divina que brota del Corazón de Cristo y que genera una búsqueda de justicia que es inseparablemente un canto de fraternidad y de solidaridad, un estímulo para la cultura del encuentro. La sabiduría de la manera de vivir de los pueblos originarios – aun con todos los límites que pueda tener – nos estimula a profundizar este anhelo”. (Querida Amazonía, 22).

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