Momento de Oración por los Migrantes y Refugiados con los participantes en la Asamblea Sinodal Francisco llama a la Asamblea Sinodal a caminar con los más vulnerables
Rezar por todos los que han perdido la vida a lo largo de las diversas rutas migratorias, por sus familias, por los que han sobrevivido y por todos los refugiados y migrantes que siguen en camino
“Las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados medio muertos; por hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante la presencia de Dios”
“La compasión es la huella de Dios en nuestro corazón”, algo que se concreta en la fraternidad
A ejemplo del Buen Samaritano llamó “a hacernos prójimos de todos los caminantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas, aliviar su dolor”
“La compasión es la huella de Dios en nuestro corazón”, algo que se concreta en la fraternidad
A ejemplo del Buen Samaritano llamó “a hacernos prójimos de todos los caminantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas, aliviar su dolor”
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
Los participantes de la Asamblea Sinodal del Sínodo de la Sinodalidad que se está realizando en el Aula Pablo VI del Vaticano de 4 a 29 de octubre, han rezado en la tarde de este 19 de octubre por los migrantes y refugiados a los pies de la imagen que recuerda a los migrantes y refugiados de todos los tiempos, en la que aparece representada la Sagrada Familia y que años atrás fue colocada en la Plaza de San Pedro. Un signo de la necesidad de tomar conciencia como Iglesia de una de las realidades que hoy provocan más dolor a la humanidad.
Rezar por el sufrimiento de los migrantes y refugiados
Con la presencia del Santo Padre, la oración ha sido una oportunidad para rezar por todos los que han perdido la vida a lo largo de las diversas rutas migratorias, por sus familias, por los que han sobrevivido y por todos los refugiados y migrantes que siguen en camino.
En la oración, Francisco ha orado al Señor, “para quien nadie es extranjero y nadie lejano para recibir ayuda”, para que mire “benignamente a los prófugos y exiliados, a los hombres y a los niños segregados, para que a ellos les concedas el regreso a la patria y a nosotros nos des caridad efectiva para con los necesitados y forasteros”.
Actualidad de la parábola del Buen Samaritano
A la luz de la parábola del Buen Samaritano, que está en el centro de la Encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco recordó que “el camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura, como tampoco lo son hoy las numerosas rutas migratorias”, cuestionando sobre los muchos caminantes de hoy que se asemejan al de la parábola, que “parten engañados por traficantes sin escrúpulos”.
Recordando los sufrimientos por los que pasan, insistió en que “las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados medio muertos; por hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante la presencia de Dios”. Ante ellos, “también hoy, como entonces, están los que ven y pasan de largo, seguramente buscándose una buena excusa”. Para Francisco la clave, el punto de inflexión, es que “la compasión es la huella de Dios en nuestro corazón”, algo que se concreta en la fraternidad.
Hacernos prójimos
A ejemplo del Buen Samaritano llamó “a hacernos prójimos de todos los caminantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas, aliviar su dolor”. En esa actitud, el Papa encuentra “el sentido de los cuatro verbos que resumen nuestra acción con los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar”, lo que define como “una responsabilidad a largo plazo”, llamando a prepararse adecuadamente para “los desafíos de las migraciones actuales, comprendiendo sus criticidades, pero también las oportunidades que estas ofrecen, con vistas al crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas, más pacíficas”.
Finalmente, llamó a “multiplicar los esfuerzos para combatir las redes criminales”, a “hacer dialogar las políticas demográficas y económicas con las migratorias”, a “poner en el centro a los más vulnerables”.
Una reflexión que fue seguida por un momento de silencio para la oración personal y unas peticiones con las que hacer el bien y construir el Reino de Dios. En ellas se pidió por la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, por una Iglesia fiel a su misión de Buen Samaritano y hospital de campaña para todos, por las víctimas de las rutas migratorias, para que los refugiados y los migrantes ya no tengan que embarcarse en viajes peligrosos y encontrarse con puertas cerradas, y por la paz. A lo que ha seguido la oración del Padre Nuestro y la bendición papal.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
Nunca sabremos agradecer lo suficiente a san Lucas por habernos transmitido esta parábola del Señor (cf. Lc 10,25-37). Esta parábola también está en el centro de la Encíclica Fratelli tutti, porque es una clave, yo diría la clave para pasar de un mundo cerrado a un mundo abierto, de un mundo en guerra a un mundo en paz. Esta tarde la hemos escuchado pensando en los migrantes, a quienes vemos representados en esta gran escultura: hombres y mujeres de todas las edades y procedencias.
El camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura, como tampoco lo son hoy las numerosas rutas migratorias que atraviesan desiertos, bosques, ríos y mares. ¿Cuántos hermanos y hermanas se encuentran hoy en la misma condición del caminante de la parábola? ¿Cuántos son asaltados, despojados y golpeados a lo largo del camino? Parten engañados por traficantes sin escrúpulos. Luego son vendidos como mercancías. Son secuestrados, encarcelados, explotados y convertidos en esclavos. Son humillados, torturados y violentados. Muchos mueren sin llegar nunca a su destino. Las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados medio muertos; por hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante la presencia de Dios.
A menudo son personas que escapan de la guerra y del terrorismo, como vemos lamentablemente en estos días. También hoy, como entonces, están los que ven y pasan de largo, seguramente buscándose una buena excusa, en realidad por egoísmo, indiferencia, miedo. En cambio, ¿qué nos dice el Evangelio sobre aquel samaritano? Dice que vio a aquel hombre herido y se conmovió (v. 33). Y la compasión es la huella de Dios en nuestro corazón. Esta es la clave. Este es el punto de inflexión. De hecho, desde ese momento la vida de aquel herido comenzó a recuperarse, gracias a aquel extraño que se comportó como un hermano. Y de este modo, el fruto no es sólo una buena acción de asistencia, sino el fruto es la fraternidad.
Como el buen samaritano, estamos llamados a hacernos prójimos de todos los caminantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas, aliviar su dolor. Lamentablemente, para muchos es demasiado tarde y no nos queda más remedio que llorar sobre sus tumbas, si las tienen. Pero el Señor conoce el rostro de cada uno, y no lo olvida.
El buen samaritano no se limitó a socorrer al pobre viajero en el camino. Lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Aquí podemos encontrar el sentido de los cuatro verbos que resumen nuestra acción con los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar. Se trata de una responsabilidad a largo plazo; en efecto, el buen samaritano se comprometió tanto al ir como al regresar. Por eso es importante prepararnos adecuadamente para los desafíos de las migraciones actuales, comprendiendo sus criticidades, pero también las oportunidades que estas ofrecen, con vistas al crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas, más pacíficas.
Me permito subrayar la urgencia de otra acción, que no está contemplada por la parábola. Todos debemos comprometernos a hacer más seguro el camino, para que los viajeros de hoy no sean víctimas de los bandidos. Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir las redes criminales, que especulan con los sueños de los migrantes. Pero también es necesario indicar rutas más seguras.
Por eso, es necesario comprometerse para ampliar los canales migratorios regulares. En el actual escenario mundial es evidente que es necesario hacer dialogar las políticas demográficas y económicas con las migratorias, en beneficio de todas las personas implicadas, sin olvidarse nunca de poner en el centro a los más vulnerables. También es necesario promover una orientación común y corresponsable para el control de los flujos migratorios, que parecen destinados a aumentar en los próximos años.
Pidamos al Señor la gracia de hacernos cercanos a todos los migrantes y los refugiados que llaman a nuestra puerta, porque hoy «todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido» (Carta enc. Fratelli tutti, 70).
Y ahora haremos un breve momento de silencio, recordando a todos aquellos que han perdido la vida en las diversas rutas migratorias.