El subsecretario del Sínodo de los Obispos aborda los pasos dados en el proceso sinodal Luis Marín: “La sinodalidad debe llevarnos a la radicalidad en el compromiso, a la vanguardia”
Con lo que aporten estas tres fuentes (las conferencias episcopales, las cinco comisiones de canonistas y teólogos y el encuentro de párrocos) redactaremos el segundo Instrumentum laboris
La Iglesia sinodal no es otra cosa sino la Iglesia de Jesucristo. Debemos retornar a la belleza del Evangelio, con su radicalidad y exigencia
Debemos tener claro que la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia, como lo son también la comunión, o la misión
Hay que escuchar al Espíritu Santo porque el Sínodo es un evento fundamentalmente espiritual. Si no es así, no funciona
Debemos tener claro que la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia, como lo son también la comunión, o la misión
Hay que escuchar al Espíritu Santo porque el Sínodo es un evento fundamentalmente espiritual. Si no es así, no funciona
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
El Sínodo sobre la Sinodalidad está preparando la segunda sesión de la Asamblea Sinodal, prevista para los días 2 a 27 de octubre de 2024, dando continuidad al trabajo realizado en octubre de 2023. El subsecretario del Sínodo de los Obispos, Mons. Luis Marín de San Martín, nos explica en esta entrevista los pasos que están siendo dados en el proceso sinodal.
El Papa Francisco decidió que el actual Sínodo tuviese una asamblea en dos sesiones y estamos en el tiempo intermedio entre una sesión y la otra. ¿Cómo se está viviendo ese tiempo, cuáles son los pasos que se están impulsando desde la Secretaría del Sínodo?
Es un tiempo de implicación, compromiso y participación en la misma línea en la que discurre todo el proceso sinodal. Entre la primera sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos de octubre de 2023 y la segunda sesión que se celebrará en octubre de 2024, desde la Secretaría del Sínodo estamos coordinando la conexión entre las dos sesiones. Podemos destacar tres fuentes: trabajo en las conferencias episcopales, grupos de estudio y comisiones de canonistas y teólogos, encuentro de párrocos.
En primer lugar, tenemos como material de trabajo el Informe de síntesis, que ofrece muchas ideas para seguir desarrollando la eclesiología sinodal y concretarla en la vida, el estilo y la misión. Esperamos el discernimiento coordinado por las conferencias episcopales sobre cómo ser una Iglesia sinodal en misión, tema en el que ya están trabajando a nivel local y cuyos resultados nos enviarán antes del 15 de mayo.
En segundo lugar, el Papa ha querido crear unos grupos de estudio sobre 10 temas, que se sacan de lo que va a ser el trabajo de la Asamblea del Sínodo de los Obispos. Son temas importantes que requieren una profundización teológica grande y una serenidad en su desarrollo, imposible de realizar en el breve tiempo de la segunda sesión: relaciones Iglesias orientales católicas-Iglesia latina; grito de los pobres; entorno digital; formación sacerdotal en perspectiva sinodal misionera; formas ministeriales específicas; relaciones obispos-vida consagrada; algunos aspectos sobre la figura y el ministerio del obispo; rol de los representantes pontificios; criterios teológicos y metodologías sinodales para un discernimiento compartido; camino ecuménico.
Estos temas se van a trabajar en unos grupos formados en colaboración con diversos dicasterios de la Curia Romana. Aquí tenemos ya un modo concreto de desarrollar la sinodalidad en la Curia Romana, en la línea de lo establecido en la constitución Predicate Evangelium. De este trabajo conjunto entre expertos de diversos dicasterios, aunque tiene un desarrollo amplio y prolongado, se informará ciertamente al Sínodo de los Obispos.
El Papa también ha creado cinco comisiones de teólogos y canonistas para profundizar en el tema que se ha pedido a las conferencias episcopales: cómo ser una Iglesia sinodal en misión. Se abordará desde tres perspectivas: Iglesia local, agrupaciones de Iglesias, Iglesia universal. Y se añaden otras dos perspectivas: el método sinodal y el “lugar” de la Iglesia sinodal en misión.
Por último, se va a celebrar un importante encuentro de párrocos, enviados por las conferencias episcopales. Tendrá lugar en Sacrofano del 29 de abril al 2 de mayo. El objetivo es escuchar sus reflexiones y conocer sus experiencias sobre cómo ser Iglesia sinodal en misión, desde tres aspectos concretos: la comprensión de la sinodalidad en la vida de la diócesis; la participación de los diferentes carismas en la vida de la parroquia y la diócesis; las dinámicas de discernimiento y los organismos de participación.
Con lo que aporten estas tres fuentes (las conferencias episcopales, las cinco comisiones de canonistas y teólogos y el encuentro de párrocos) redactaremos el segundo Instrumentum laboris. Además, estamos preparando lo que será la segunda sesión de Asamblea del Sínodo (programa, etc.), que se iniciará con dos días de retiro espiritual.
Usted habla de Iglesia sinodal en misión, un deseo del Papa Francisco, ¿cuáles son los retos que hoy se enfrentan para concretar ese modo de ser Iglesia?
La Iglesia sinodal no es otra cosa sino la Iglesia de Jesucristo. Debemos retornar a la belleza del Evangelio, con su radicalidad y exigencia, mostrando la alternativa que supone frente a los criterios del mundo. Pero no desde la retirada, la autorreferencialidad y la búsqueda de seguridades. Y mucho menos desde la agresividad y la confrontación. No se trata de trincheras, sino de familia. Es la Iglesia de las manos tendidas y los brazos abiertos, acogedora, hogar común, inclusiva y misericordiosa, dinámica y en salida, que comunica el entusiasmo del Evangelio en el que cree y por el que vive. La Iglesia coherente que testimonia y lleva la Buena Noticia a todos los rincones del mundo. Podemos decir que el objetivo último del proceso sinodal es la misión, la evangelización. En definitiva, creo que la sinodalidad es, fundamentalmente, una experiencia de Iglesia, es decir, una experiencia de comunión con Cristo y, en él, de comunión con los hermanos y hermanas. Solo así nos sentiremos impulsados a comunicar el Evangelio a nuestro mundo. Y solo así seremos creíbles.
Para esto la apuesta no es otra sino experimentar al Resucitado (estamos en tiempo pascual), es decir, al Cristo vivo, unido a su Iglesia. Cristo no es solo la referencia académica en un libro, tampoco un eslogan, una norma jurídica o una bandera ideológica. Es una persona viva. Esta experiencia de Cristo vivo nos lleva también a la experiencia de Iglesia, de comunión, de comunidad cristiana unida en el amor. Este es el reto del proceso sinodal, que nos llama a escuchar la voz del Espíritu y, también, a discernir los signos de los tiempos, no desde una perspectiva monolítica e indiferenciada, sino desde la riqueza que nos da la Iglesia que se encarna en la variedad de culturas y situaciones del mundo de hoy.
¿Cómo ayudar a la gente a entender que el objetivo de este Sínodo no es responder a temas concretos, sino avanzar en ese modo de ser Iglesia que el Papa propone?
Lo primero es comprender bien qué es la sinodalidad. El término es ya conocido, pero tal vez todavía existan algunas confusiones y errores que conviene aclarar. Debemos tener claro que la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia, como lo son también la comunión, o la misión. Y se trata de un proceso, que se concreta en eventos y estructuras (como por ejemplo el Sínodo de los Obispos, el Sínodo diocesano, los consejos pastorales, económicos, etc.). Pero, sobre todo, es experiencia. No se trata solo de hablar de sinodalidad, sino de vivirla, de que “empape” toda la Iglesia y todo lo que es Iglesia. Debe convertirse en un estilo, en un modo de ser y de hacer. Para concretar la reforma, evitando la “teorización” y el “espiritualismo”, es preciso tomar decisiones y desarrollar estructuras que la hagan viable. Hay que dar pasos.
Pido a todos no tener miedo: no temer a Cristo, ni al Evangelio, no recelar del Espíritu. La sinodalidad debe llevarnos a la radicalidad en el compromiso, a la vanguardia. Seguir a Cristo es siempre un riesgo. Como lo es la vida. También llevarnos a robustecer la comunión, que es el único modo coherente de vivir la fe cristiana, que nos remite a la participación en Cristo resucitado. Es el tiempo de abandonar las zonas de confort, la instalación, la mundanidad, de sacudirnos rutinas, modos obsoletos y falsos, para abrirnos a la vivencia fuerte y gozosa de la fe que, evidentemente, nos compromete, pero que da sentido a nuestra existencia.
Aunque la sinodalidad es un proceso a largo plazo, hay que ir dando pasos concretos desde la apertura al discernimiento, escuchando la voz del Espíritu en el Pueblo de Dios. Así pues, disponibilidad a la voluntad de Dios, inserción en la Iglesia y apertura al Espíritu. Lo que el Papa nos pide es despertarnos, recuperar el gozo del Evangelio y, desde ahí, asumir nuestra responsabilidad y salir a testimoniar, a evangelizar como Iglesia. Merece la pena. Va en ello nuestra coherencia, nuestra responsabilidad como cristianos en el mundo de hoy y va también en ello nuestro testimonio vocacional tanto a la fe cristiana como a las vocaciones específicas. Sigamos adelante en este proceso que hemos iniciado y que nos remite a Cristo vivo, a Cristo resucitado y a la experiencia eclesial en el mundo. Es muy concreto.
La primera sesión de la Asamblea Sinodal mostró la riqueza de la diversidad, pero al mismo tiempo distintos modos de entender la Iglesia. En esa diversidad, que como el Papa insiste es una riqueza, ¿resulta difícil superar las divergencias y avanzar en el camino sinodal?
En la Iglesia, como en la familia, hay diferencias, modos diversos no solo de ver la realidad, sino de seguir a Cristo y encarnar y desarrollar el Evangelio. Pero siempre debe prevalecer el amor (caridad), que es el nexo de unión y lo que nos caracteriza como cristianos. No otra cosa. A veces olvidamos la centralidad del amor: sin él no hay Iglesia. Así pues, primero la unidad, sin la cual no es posible entender ni asumir la diversidad. Pero la unidad no es uniformidad indiferenciada. El amor respeta las diferencias y las integra como riqueza. Existen diferencias de personalidad (cada persona es única e irrepetible); hay variedad de vocaciones, carismas y ministerios; tenemos diversidades culturales y de formación. Como bien se ha recordado, la Iglesia no es solo latino-occidental. Tiene varios rostros. El reto es integrar, desde la unidad, las variedades para que enriquezcan a toda la Iglesia. La experiencia en la Asamblea del Sínodo de los Obispos ha ido en esta línea, aunque todavía debemos seguir avanzando.
En la Asamblea del Sínodo de los Obispos han surgido distintos modos de ver la realidad, pero siempre desde un inmenso amor a la Iglesia. Creo que no se trata de una confrontación entre grupos ideológicos, sido escuchar al Espíritu, para discernir juntos la voluntad de Dios, buscando siempre el bien de la Iglesia. Esto es lo que, humildemente, intento hacer yo y, también, tantos hermanos y hermanas. Es la experiencia que he tenido en los trabajos de la Asamblea del Sínodo de los Obispos: fundamentalmente la de un profundo, un enorme amor a la Iglesia. Es algo que agradezco de corazón porque me ha ayudado muchísimo.
¿Qué resultados se esperan de la segunda sesión?
Debemos recordar que el Sínodo de los Obispos no tiene capacidad de decidir, no es deliberativo, sino consultivo; solo puede hacer propuestas al Santo Padre. Por tanto, no se trata de un pequeño parlamento, que legisla y toma decisiones para toda la Iglesia, utilizando el voto para imponer unos criterios sobre otros, como se hace en el debate político. No se trata de eso. Ya he dicho que sin oración y sin Espíritu Santo, no hay Sínodo, porque no habrá discernimiento de la voluntad de Dios, sino confrontación ideológica. Esto tampoco quiere decir que busquemos el enjuague político o las componendas propias de un grupo lánguido y mortecino.
Todo lo contrario, se trata de recuperar la dimensión profética: ponernos, de verdad, en las manos del Señor, escuchar al Espíritu (que habla en la comunión eclesial) y dejarnos guiar por él. El profeta dice la verdad clara y directa porque está en contacto con Dios; anuncia y denuncia, pero no “desde arriba”, ni “fuera”, sino “desde dentro”; no es profeta de calamidades, sino que testimonia la alegría de la salvación y, por eso, es generador de esperanza. ¿Por qué no? Ya está bien de desgarros en la Iglesia, de desangrarnos en agresividades y enfrentamientos, mientras el mundo necesita urgentemente a Cristo. No es la ideología, sino el Evangelio; no son los grupos organizados de presión, sino la comunidad del Espíritu; no es el parlamento, sino la familia. Esta es la verdadera revolución. Ojalá seamos capaces de aprovechar la oportunidad que el Señor nos ofrece.
Otro punto a tener claro es el tema establecido por el Papa Francisco para esta Asamblea General del Sínodo de los Obispos: “Por una Iglesia sinodal, comunión, participación y misión”. Otros temas, por muy relevantes e importantes que sean, no son materia del Sínodo y deberán abordarse en otro momento o a través de otras estructuras sinodales. Tras el discernimiento, se harán propuestas concretas al Santo Padre, para que él tome las decisiones. Si no hay consenso, también se pueden presentar opciones complementarias. O bien proseguir el discernimiento. Pero es preciso avanzar en comunión, conscientes de que el Espíritu Santo suele trastocar las previsiones. Así la Iglesia profundiza en el dato revelado para comunicarlo en la vida. Yo tengo mucha confianza y creo que, aunque no sea fácil, merece la pena dejarse la piel en ello.
Después de lo vivido en la primera sesión, como alguien que forma parte de la Secretaría del Sínodo, ¿Qué les pediría a los miembros de la Asamblea de cara a la segunda sesión?
Lo primero es lo que nos ha dicho el Santo Padre: hay que escuchar al Espíritu Santo porque el Sínodo es un evento fundamentalmente espiritual. Si no es así, no funciona. Por eso debemos ir con el alma abierta y el ánimo dispuesto al cambio. No a imponer las propias ideas, ver de qué manera puedo convenzo a los demás, sino disponible a la renovación que el Espíritu nos trae, a través de la oración y el discernimiento. En comunión, podemos descubrir otros caminos, otras sendas para hacer realidad lo que el Señor quiere para su Iglesia hoy.
También diría que tenemos que escuchar los signos de los tiempos de hoy, y no tener miedo a dar pasos, a desarrollar aquello que puede y debe ser desarrollado, desde el depósito de la fe, que no cambia. Y dejar entrar también, de forma más clara, esa variedad de sensibilidades, culturas, y realidades en la Iglesia, que constituyen una enorme riqueza. Desde la unidad fundamental, tal vez pueda haber desarrollos y decisiones diferentes en un continente o en otro, como ya existe en la liturgia. No se trata de moda, sino de idiosincrasia.
Por último, animo a vivir este momento como un verdadero Kairós. Es impresionante. Estamos ante un tiempo de Dios, lleno de belleza y creatividad. Creo que no puede dejar de entusiasmarnos si realmente quitamos de nosotros miedos, barreras, cansancios, rutinas. Así debemos ir a esta segunda sesión: sabiendo que hemos sido convocados por el Espíritu, y que el Señor se hace presente para renovar su Iglesia. Por eso, nuestra misión fundamental en el Sínodo es ser cauce de la gracia y no muro que contención; facilitar y no bloquear. Y hacer así posible la presencia del Señor en este momento de la historia. El reto es ser Evangelio hoy.