Encuentro virtual sobre la Espiritualidad y lo Sagrado, organizado por la 6ª Semana Social Brasileña Marcelo Barros: "La espiritualidad comienza cuando cuidamos del otro"
En las diferentes tradiciones lo sagrado tiene un papel prominente, que debe contribuir a las luchas diarias por tierra, techo y trabajo
El punto de partida de la espiritualidad cristiana es reconocer el espíritu en el otro, en la otra
Brasil es "una sociedad racista y xenófoba, que no respeta la diversidad, lo que encuentra apoyo en el poder judicial y en los medios de comunicación"
Los pueblos originarios pidieron en el Sínodo "una Iglesia que acompañe, que esté con nosotros en la lucha"
Brasil es "una sociedad racista y xenófoba, que no respeta la diversidad, lo que encuentra apoyo en el poder judicial y en los medios de comunicación"
Los pueblos originarios pidieron en el Sínodo "una Iglesia que acompañe, que esté con nosotros en la lucha"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
No podemos olvidar que las Semanas Sociales Brasileñas son instrumentos de reflexión y transformación, presentes en la Iglesia de Brasil desde el comienzo de los años 90. En esta época de pandemia, la Semana Social Brasileña está utilizando diferentes medios para avanzar en la reflexión, que en este encuentro virtual abordó un tema que "forma parte de nuestra vida, de nuestra acción pastoral", según Carla de Oliveira Guimarães, de las Pastorales Sociales del Regional Sur 4 de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, mediadora del encuentro.
En las diferentes tradiciones lo sagrado tiene un papel prominente, que debe contribuir a las luchas diarias por tierra, techo y trabajo. En el caso de las religiones africanas, según Iyalorixa Jô Brandão, destaca la profunda relación con la naturaleza, que, según ella, "nos mueve a las diferentes vertientes de lucha que abrazamos". De ahí la importancia de la lucha por el territorio, algo que va más allá de la tierra. En este sentido, las religiones de matriz africana se basan en una visión del mundo que nace de la relación simbiótica con la naturaleza y la igualdad de género. Esto aparece en los orígenes de la propia humanidad, según los relatos de esta tradición religiosa, que sitúa en la arcilla el origen de la humanidad. Esta realidad se traduce en un celo por la naturaleza y la tierra, por el territorio, en una relación espiritual y religiosa con la tierra.
Un elemento importante para hablar de la espiritualidad indígena es que cada pueblo tiene diferentes formas espirituales, según Marcivana Sateré. Ella insiste en que "aunque en Brasil muchas personas piensan que todos los indígenas son iguales, somos culturalmente diferentes". A pesar de ser diezmados a lo largo de la historia, "la espiritualidad es lo que ha sostenido nuestras vidas hasta hoy", insiste Marcivana, quien dice que frente a la pandemia del COVID-19, los pueblos indígenas se han defendido con sus elementos de protección. Según la líder indígena, la espiritualidad presente en la tierra, en las aguas, en los bosques, en los animales, ayuda en la resistencia contra la pérdida de los derechos, contra un sistema que se ha colocado en contra de los pueblos indígenas.
Al igual que en las religiones africanas, en las cosmovisiones indígenas también hay una profunda conexión del cuerpo de cada uno con la tierra, según la auditora del Sínodo para la Amazonía, que destaca la importancia de los antepasados. Esta espiritualidad lleva a los indígenas a luchar por la preservación de la Madre Tierra, por la demarcación de los territorios, a luchar por la vida de la gente frente a los madereros, mineros, grandes proyectos. Inclusive estando en la ciudad, en Manaos viven 35 mil indígenas, la presencia de elementos culturales en las asambleas es algo que fortalece la espiritualidad, destacando la presencia de chamanes, parteras y ancianos. Un elemento que no se puede olvidar es la importancia de la lucha colectiva, de la espiritualidad compartida, porque, según Marcivana, la coexistencia colectiva fomenta la lucha.
Desde una perspectiva cristiana, Marcelo Barros afirmó que el punto de partida de la espiritualidad cristiana es reconocer el espíritu en el otro, en la otra. Destacó que según Querida Amazonía, el primer elemento de la espiritualidad en una Iglesia que se está amazonizando es escuchar a las espiritualidades originarias. De ahí la importancia de aprender de la espiritualidad de los pueblos indígenas y de las religiones afro-brasileñas.
De hecho, la espiritualidad es una palabra moderna, según el monje benedictino, "en cierta forma separa, porque da la impresión de que hay algo que no es espiritual”. Afirma que en la Biblia no existe tal palabra, porque todo es espiritual, todo está interconectado, una idea que recoge la Laudato Si'. Hay que distinguir entre espiritualidad y espiritualismo, que es algo que divide, dualista. Según Marcelo Barros, en la espiritualidad todo es sagrado, en la vida todo es divino. Frente a esto, ve una contradicción en el hecho de que "el cristianismo se fundamenta en el principio de la encarnación, pero lo hemos desencarnado, pensamos que encontramos a Dios subiendo al mundo aéreo”. El monje insiste en que "Dios baja a donde están los pobres, los oprimidos", lo que lleva a vivir en permanente tensión. Mientras tanto, afirma que "la gente busca una espiritualidad alienada”.
Para Marcelo Barros, las comunidades indígenas son un ejemplo de resistencia. Él entiende la espiritualidad como "ser capaz de escuchar, de acoger, de amar lo que es extraño", rechazando la idea de que es espiritual "una religión vuelta hacia adentro, narcisista, como si a Dios le gustara ser halagado, Dios no necesita nuestra adoración". Frente a esto, entiende que la espiritualidad cristiana es una fe profética, alguien que habla al otro, el portavoz de lo Divino, del Espíritu. El monje también insistió en que las comunidades indígenas, negras, nos ayudan a descubrir lo espiritual en la creación. En ese sentido, cuestionó sobre lo que queremos, "¿aprender de los pequeños o juntarse a las élites?”
Junto con eso, el monje benedictino se preguntó dónde descubrir la mística. En este sentido, utilizó como ejemplo a la hermana Dorothy Stang y al recientemente fallecido Don Pedro Casaldáliga, a quienes consideraba un referente de místicos. En la perspectiva de la 6ª Semana Social Brasileña, Marcelo Barros la ve como algo que puede ayudarnos a reanudar un diálogo amoroso y humilde, de discípulos, con las tradiciones indígenas y afro-brasileñas y descubrir allí lo que el Espíritu de Dios tiene que decirnos.
Una realidad cada vez más presente en la sociedad brasileña es el fundamentalismo religioso. Brasil es "una sociedad racista y xenófoba, que no respeta la diversidad, lo que encuentra apoyo en el poder judicial y en los medios de comunicación", según Jô Brandão. Esto es algo que "siempre existió, pero hoy encuentra mayor resonancia en los medios de comunicación y en la gestión pública, que utiliza el nombre de Dios, equivocadamente, para fundamentar las expresiones de violencia y difundir los discursos de odio".
Según la representante de las religiones de matriz africana, "los ataques en los canales de comunicación contra las religiones de matriz africana se han vuelto comunes, alimentando el fundamentalismo y las mentes que no entienden la diversidad religiosa”. Esto se puso de manifiesto en un intento de la justicia brasileña de quitarle a la madre la tutela de una niña que estaba siendo iniciada en la religión de la matriz africana. Jô Brandão llega a afirmar que "una sociedad que no protege a sus hijos, no puede discutir el futuro, ni hablar de Dios".
El fundamentalismo religioso está motivando los intentos de algunas iglesias pentecostales de entrar en contacto con los indígenas en aislamiento voluntario, según Marcivana Sateré. Ella denuncia que algunas iglesias no respetan la forma de ser de los pueblos indígenas, algo que la Iglesia Católica también ha hecho en el pasado. La auditora sinodal destacó la petición que los pueblos originarios hicieron en el Sínodo de "una Iglesia que acompañe, que esté con nosotros en la lucha". En este sentido, afirmó que muchas Iglesias entran en las comunidades indígenas, construyen templos, pero no acompañan las luchas por los derechos.
Esto va en contra de la cosmovisión de los pueblos indígenas, que no separan las luchas de la espiritualidad. Marcivana insiste en que Brasil debe respetar la forma de ser de los pueblos indígenas. Informó sobre la experiencia de Manaos, donde se realizan celebraciones conjuntas en las que participan diferentes expresiones religiosas y espirituales. La dirigente indígena recordó que en la celebración final del Sínodo ofreció una calabaza con tierra y semillas llevadas de la Amazonía, que a lo largo de la Asamblea Sinodal habían germinado, expresando así el significado sagrado que la tierra tiene para los pueblos originarios. Pero también, Marcivana insistió en que la espiritualidad parte del diálogo con lo diferente, una actitud que no siempre está presente en la Iglesia Católica, recordando algunas situaciones vividas durante las celebraciones del Sínodo.
Hay fundamentalismo en la Iglesia Católica, en la pastoral social, en cada uno de nosotros, según Marcelo Barros. Él afirma que es necesario profundizar la reflexión entre la fe y la lucha, insistiendo en que Dios es Amor y que la fe del pueblo sólo puede ser solidaridad, que nadie luchará por convencer a nadie, poniendo como ejemplo a Francisco de Asís. El monje benedictino enfatiza que "soy yo quien debe ser bueno, amoroso, viviendo el amor, la solidaridad, la entrega de mí mismo para así cambiar la realidad".
La superación del fundamentalismo religioso es responsabilidad de todos nosotros, de todas las Iglesias, según Marcelo Barros. Para ello, hay que "tomar conciencia de que la espiritualidad comienza cuando cuidamos del otro", insistiendo en la necesidad de defender las religiones de matriz africana y las espiritualidades indígenas. Ante el momento actual, "reaccionamos desde la esperanza, que no sólo es pasiva, sino que bíblicamente revela la esperanza en la acción", afirmó el monje, encerrando su discurso con las palabras de Pedro Casaldáliga, "saber esperar, sabiendo a la vez forzar las horas de esa urgencia que no permite esperar".