La Asamblea Sinodal entra en la última semana de su primera sesión La Asamblea Sinodal prepara la Síntesis para once meses de embarazo, de espera activa
La Iglesia “está llamada a ser justa, a encarnar un camino sinodal de fe con la convicción de que Dios nunca yerra”
Hablar en estos once meses, palabras fértiles y llenas de esperanza y no palabras destructivas y cínicas, palabras que nutran y no venenosas
“El sorprendente sentido de lo pequeño como portador de futuro marca el estilo de Jesús”
“Desvincular decididamente la pastoral de cualquier perspectiva estadística, eficiente, procedimental, erigida en sistema”
El Concilio Vaticano II tal vez “tenga algunas lecciones para este sínodo, mientras ahora llevan a cabo la síntesis de su discernimiento sobre el futuro de la iglesia”
Desafío a todo el pueblo de Dios a “discernir la diferencia entre oportunidades y trampas”
“El sorprendente sentido de lo pequeño como portador de futuro marca el estilo de Jesús”
“Desvincular decididamente la pastoral de cualquier perspectiva estadística, eficiente, procedimental, erigida en sistema”
El Concilio Vaticano II tal vez “tenga algunas lecciones para este sínodo, mientras ahora llevan a cabo la síntesis de su discernimiento sobre el futuro de la iglesia”
Desafío a todo el pueblo de Dios a “discernir la diferencia entre oportunidades y trampas”
El Concilio Vaticano II tal vez “tenga algunas lecciones para este sínodo, mientras ahora llevan a cabo la síntesis de su discernimiento sobre el futuro de la iglesia”
Desafío a todo el pueblo de Dios a “discernir la diferencia entre oportunidades y trampas”
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
La primera sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo de la Sinodalidad entra en su última semana, donde la redacción del Mensaje al Pueblo de Dios y sobre todo del Documento de Síntesis van a centrar los trabajos, que han comenzado con una Eucaristía en la Basílica de San Pedro y un momento de reflexión en el Aula Pablo VI.
Encarnar un camino sinodal de fe
La misa, presidida por el Cardenal Charles Bo, arzobispo de Rangún, Myanmar, y presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC). En su homilía, comenzó reflexionando la búsqueda espiritual de la que la humanidad participa desde que Adán y Eva optaron “por un camino envuelto en tinieblas”, insistiendo en que “Dios nunca abandona a su pueblo”.
En la vida, “estamos llamados a aventurarnos en lo desconocido, guiados por nuestra fe inquebrantable”, señaló el cardenal Bo, que ve a Dios como “nuestro guía, nuestra hoja de ruta y nuestro compañero”, y a la Iglesia, a ejemplo de Abraham, como aquella que “está llamada a ser justa, a encarnar un camino sinodal de fe con la convicción de que Dios nunca yerra”, llamando a inspirarse en Moisés, y a entender que “aunque no lleguemos al destino previsto, participar en el camino ya es una bendición”. Eso porque “este camino sinodal es intergeneracional”, y personalmente y como Iglesia somos desafiados a alinearnos con la voluntad de Dios.
Recordando el llamado del Papa Francisco a la reconciliación con Dios (Evangelii Gaudium), con la naturaleza (Laudato Si’) y de unos con otros (Fratelli Tutti), afirmó que “nuestro camino sinodal tiene que ver con sanar y reconciliar al mundo en la justicia y en la paz”, definiendo la sinodalidad global como la única manera de salvar a la humanidad y crear un mundo de esperanza, paz y justicia. Según el purpurado, “en este Sínodo, una de nuestras grandes preocupaciones es el legado que dejaremos a la próxima generación”, reflexionando sobre la realidad de Asia y sus consecuencias para el futuro.
Preparando el tiempo más fértil del Sínodo
Como el tiempo más fértil del Sínodo, el tiempo de la germinación, definió el padre Timothy Radcliffe los once meses que discurrirán entre las dos sesiones de la Asamblea Sinodal. En la primera sesión, las palabras pronunciadas son vistas por el dominico como “las semillas que se siembran en la tierra de la Iglesia, que “cuando llegue el momento, darán su fruto”, afirmando que “si nuestras palabras son amorosas, brotarán en la vida de personas que no conocemos”.
Once meses que comparó con un embarazo, “un tiempo de espera activa”, llamando con las palabras de Simone Weil, no a buscar los dones más preciosos, sino a esperarlos, algo que definió como profundamente contracultural, en una cultura “a menudo polarizada, agresiva y despreciativa de las opiniones ajenas”, desde donde hizo un convite a no pensar de forma partidista, que “no es el camino sinodal”.
Para que la semilla germine ve necesario, que “mantengamos nuestras mentes y corazones abiertos a las personas que hemos conocido aquí, vulnerables a sus esperanzas y temores”, que producirá, “una cosecha abundante, una verdad más plena. Entonces la Iglesia se renovará”. Para ello será necesario hablar en estos once meses, palabras fértiles y llenas de esperanza y no palabras destructivas y cínicas, palabras que nutran y no venenosas.
Lo pequeño como marca del estilo de Jesús
Por su parte, la Hna. Maria Grazia Angelini reflexionó desde “el más pequeño de todos”, sobre la necesidad de “narrar parábolas en lugar de lanzar proclamas”. Para ello lanzó una pregunta: “¿cómo hablar hoy del Misterio del Reino, del crecimiento sorprendente y dramático, narrando estos días del camino sinodal, con palabras de carne?”. En la semilla lanzada, que podemos decir que el Sínodo lanzará con el Documento de Síntesis, la monja benedictina ve “un misterio de generación, de alianza gratuita”, una oportunidad para a ejemplo de Jesús, discernir los signos del Reino.
Para captar y hacerle sitio al dinamismo de la Palabra en uno mismo y en la Iglesia, la monja ve necesario silencio y verdadera humildad, insistiendo en que “el sorprendente sentido de lo pequeño como portador de futuro marca el estilo de Jesús”. La primera sesión de la Asamblea Sinodal, que definió como mes de siembra, la ve como “un acto profundamente subversivo y revolucionario”, para así “abrir un camino hacia la reforma -nueva forma-, que la vida requiere”, y para ello, como algo del Espíritu, “captar y narrar similitudes inéditas entre el Reino de Dios y las realidades más simples, mínimas, frágiles y vitales de la tierra, similitudes que abren el futuro”.
La religiosa llamó a ver a Dios en “lo más bajo”, y así “crear y alimentar narrativas concretas de ello”. Se trata de un trabajo que “debe madurar a partir de la formación de la conciencia”, llamando a “desvincular decididamente la pastoral de cualquier perspectiva estadística, eficiente, procedimental, erigida en sistema”. Finalmente, dijo rezar “para que este Sínodo reciba el arte de las nuevas narraciones, la humildad radical de quienes aprenden a reconocer la semejanza del Reino en los dinamismos más verdaderos y vitales de lo humano, de los vínculos primarios, de la vida que late misteriosamente en todos los mundos y ámbitos de la existencia humana, en una admirable armonía oculta. Con tanta paciencia. La capacidad de asomarse a la noche”. Eso para relatar “nuevas parábolas, que dan que pensar, que crecer, que esperar, que caminar – juntos”.
Discernir entre oportunidades y trampas
Reflexionando sobre la tradición, Ormond Rush, profesor asociado de Religión y Teología en el Instituto de Religión e Investigación Crítica de la Universidad Católica de Australia, afirmó que el Concilio Vaticano II tal vez “tenga algunas lecciones para este sínodo, mientras ahora llevan a cabo la síntesis de su discernimiento sobre el futuro de la iglesia”. Para iluminar las discusiones presentes en el Concilio, se sirvió de las palabras del perito conciliar Joseph Ratzinger, que destacó que la fuente de tensión fueron dos enfoques de la tradición: una comprensión “estática” de la tradición, legalista, proposicional y ahistórica, relevante para todos los tiempos y lugares, que tiende a centrarse en el pasado, y una comprensión “dinámica”, personalista, sacramental y arraigada en la historia, realizada en el presente, pero abierta a un futuro aún por revelar.
Para el profesor australiano, “la tradición no debe considerarse solo de manera afirmativa, sino también críticamente”, viendo la revelación no solo como “una comunicación de verdades sobre Dios y la vida humana, que se articula en las Escrituras y en las declaraciones doctrinales”, sino como “una comunicación del amor de Dios, un encuentro con Dios Padre en Cristo a través del Espíritu Santo”. Una revelación que en Dei Verbum, algo importante para comprender la sinodalidad y el propósito mismo de este Sínodo, se presenta “como un encuentro continuo en el presente, y no solo como algo que sucedió en el pasado”, como diálogo. De ahí el desafío a todo el pueblo de Dios a “discernir la diferencia entre oportunidades y trampas”.
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