Cada año, en el primer domingo de Cuaresma, escuchamos el evangelio que muestra a Jesús siendo llevado por el Espíritu de Dios al desierto para ser probado o tentado. El evangelio de Marcos 1:12-15 relata este episodio de forma sobria y breve: "El Espíritu le condujo al desierto. Allí, durante cuarenta días, fue puesto a prueba por Satanás. Vivía con las bestias y los ángeles le servían" (Mc 1, 12-13).

El antiguo pueblo de los hebreos atravesó el desierto. Para conquistar la tierra prometida, tuvieron que cruzar el río Jordán (Js 3). También Jesús se sumerge en el Jordán y desde allí sale en su misión de dar testimonio y signos del proyecto divino en el mundo. Pero antes de hacerlo, es guiado por el Espíritu para elegir la forma en que llevará a cabo su misión y para ver con más claridad lo que Dios le pide.

Hoy, la palabra tentación tiene para nosotros un sentido negativo. En la Biblia no significa una prueba en la que se elige entre el bien y el mal. El significado más profundo de la tentación es diferente. Significa la elección de un proyecto de vida para discernir entre dos o varias alternativas. A veces tenemos que elegir dentro del propio camino de Dios sobre cómo actuar y qué opción tomar. Jesús tuvo que elegir. Cada elección tenía ventajas y límites, y cualquiera de ellas podía incluso considerarse agradable a Dios. Pero, hay una que es la voluntad de Dios aquí y ahora. Soy cristiano y quiero vivir el camino del seguimiento de Jesús, pero ¿cómo? ¿En qué sentido? ¿Con qué estilo?

En el primer testamento, los hebreos se enfrentaron a 40 años de marcha en el desierto. Allí experimentaron muchas tentaciones y las tentaciones fueron todas en su relación con Dios: adorar el becerro de oro como imagen de Yahvé, relacionarse con Dios para pedir beneficios para ellos (maná, codorniz, agua). Las tentaciones estaban entre las opciones que llevaban al pueblo a la fidelidad a lo que Dios quería de ellos o que intentaban adaptar a Dios a su cultura. Hasta el día de hoy, hacemos eso y creamos una imagen de Dios a nuestra propia imagen y semejanza y seguimos diciendo que Dios lo quiere así, Dios dice esto, Dios dice aquello.

El desierto de Jesús no era sólo un lugar geográfico. Fue al desierto cuando fue a lo más profundo de su propio ser en el que necesitaba afinar sus opciones y unificar su vida con el designio divino.

Como los antiguos en el desierto. Durante 40 días, es tentado por Satanás, una palabra de la antigua cultura persa que significa Acusador. La palabra hebrea Satán (traducida en griego como diabolos: diablo) significa acusador. El rabino Nilton Bonder lo explica muy bien: "La palabra demonio (hebreo Satán) tiene su raíz en el verbo bloquear o impedir. Satán representa un bloqueo en esta conexión con un flujo saludable, mientras que la Cábala (en hebreo recibir) se realiza en la liberación de este flujo. "En la tradición judía, Satanás se denomina "el otro lado" (Sitra Achra). No se trata de una entidad, sino de fuerzas que nos distraen, nos desplazan de nuestro centro interior y significan, literalmente, obstáculos para nuestro regreso al camino de la salud y la integración interior"[1] .

En los salmos, el verbo satán se utiliza en el sentido de molestar (véase, por ejemplo, en Sal 38,21 y 71,13). El término Satán significa acusador en el sentido de adversario. Más concretamente, el que, en los tribunales, desempeña el papel de acusador (fiscalía). A menudo los textos bíblicos llaman Satanás a quien se opone a otro como adversario o acusador (Cf. 1 Sam 29,4; 2 Sam 19,22; 1 Re 11,14. 22. 25; Ecl 21,27 y otros). El propio Jesús llamó a Pedro Satán, en el sentido de "persona que es un obstáculo" (Mt 16,23). Para la mentalidad bíblica, Satanás es una de las criaturas que sirven a Dios en el cielo (véase Job 1:6- 2:7). Fue en el contacto con otras culturas y en el sincretismo con otras religiones que la Biblia habla de Satanás como un espíritu fuerte opuesto a Dios, a su proyecto y a su pueblo[2]. 

Según Marcos, Jesús no tuvo un solo tentador, ni una sola tentación. Para Jesús, las tentaciones eran religiosas y santas. Se le acusó de no ayunar, de no respetar el sábado, de comer con pecadores y con gente de mala vida. Y lo que más le pedían los distintos tentadores era ser un hombre del cielo. Y siempre rechazó la tentación de la religión del templo y de la sinagoga, tan fuerte y viva aún hoy en la Iglesia católica y en otras iglesias cristianas. En el capítulo 6, Jesús tiene que obligar a los discípulos a cruzar al otro lado del lago porque no le entienden. En el capítulo 8, llama a Pedro Satanás (Mc 8,33). El evangelio dice que los fariseos y los escribas habían venido a tentarle (Mc 8,11; 12,13 y otros versículos). Querían una señal del cielo. Jesús niega ese tipo de religión. La única señal será su palabra y sus acciones de curación y amor.

Marcos muestra que las tentaciones de Jesús las tentaciones de la Iglesia cristiana 70 años después de Cristo en el momento en que se escribió el evangelio. Son aún hoy las tentaciones de nuestras Iglesias cristianas en esta Cuaresma. Basta con ver la polémica suscitada por la campaña de la Fraternidad Ecuménica, que es la esencia misma de la fe cristiana: el diálogo amoroso y la apertura a todos.

El Evangelio dice que en el desierto Jesús vivió con animales salvajes y contó con el servicio de ángeles, es decir, mensajeros de Dios. Esto también nos indica el camino de la integración con las dimensiones que existen en nosotros: la dimensión animal e incluso salvaje y la dimensión angélica. Para nosotros hoy resuena la llamada: "El tiempo se ha cumplido". El reino de Dios está cerca. Cambia los criterios desde los que organizas tu vida y aférrate a esta Buena Noticia".

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[1] NILTON BONDER, A Cabala da Comida, do Dinheiro e da Inveja, Rio de Janeiro, Imago, 1999,  p. 36 e 41.

[2] A maioria destes dados está nos verbetes Satã e Demônio no Dicionário Enciclopédico da Bíblia,  obra coletiva organizada por DR. VAN DEN BORN, trad brasileira Ed Vozes, 1987, pp. 365- 366; 1396- 1397.