Encuentro de Participación Sinodal en Latacunga Efectos de la pandemia, desafíos pastorales y el Celam, temas de análisis para Pueblos Originarios
El Encuentro de Participación Sinodal de los Pueblos Originarios cerró su segunda etapa. Tras reflexionar sobre el proceso sinodal y acordar los aportes a la fase continental, orientó su trabajo por regiones; partiendo de las experiencias vividas durante la pandemia del Covid-19, analizando los efectos que generó en la vida de los pueblos originarios y su incidencia en la continuidad de los procesos de la pastoral indígena.
Cuatro interrogantes motivaron las reflexiones que abordaron cuestiones como los desafíos que surgieron a partir de dicha realidad, las adaptaciones que emergieron desde la Iglesia para acompañar y actuar desde lo pastoral, así como las expectativas de los pueblos frente a la presencia de la Iglesia
La Iglesia acompañó liderando actividades para disminuir las necesidades básicas, documentando desde lo estadístico el avance de la enfermedad en los pueblos originarios, pero sobre todo a través de acciones pastorales de las que no alcanzamos a dimensionar sus efectos en la vida de las personas.
La Iglesia acompañó liderando actividades para disminuir las necesidades básicas, documentando desde lo estadístico el avance de la enfermedad en los pueblos originarios, pero sobre todo a través de acciones pastorales de las que no alcanzamos a dimensionar sus efectos en la vida de las personas.
El Encuentro de Participación Sinodal de los Pueblos Originarios cerró su segunda etapa. Tras reflexionar sobre el proceso sinodal y acordar los aportes a la fase continental, orientó su trabajo por regiones (Caribe, Centroamérica y México, países bolivarianos y Cono Sur); partiendo de las experiencias vividas durante la pandemia del Covid-19, analizando los efectos que generó en la vida de los pueblos originarios y su incidencia en la continuidad de los procesos de la pastoral indígena.
Cuatro interrogantes motivaron las reflexiones que abordaron cuestiones como los desafíos que surgieron a partir de dicha realidad, las adaptaciones que emergieron desde la Iglesia para acompañar y actuar desde lo pastoral, así como las expectativas de los pueblos frente a la presencia de la Iglesia.
Lecciones del dolor
Considerando que la sinodalidad ya es una experiencia vivida ancestralmente por los pueblos originarios, particularmente en aspectos como el ejercicio de la fraternidad, la capacidad para aceptar, respetar y establecer formas de organización para la comunidad; los asistentes al Encuentro de Participación Sinodal invitaron a descubrir y aprender de los pueblos indígenas sobre la forma en que reciben los aportes de quienes piensan y actúan diferente a sus maneras de vivir. Reflexionar sobre las formas en que la pandemia los motivó para afrontar los retos que aparecieron después de los momentos más críticos de la enfermedad, es aceptar que este momento de la historia nos llevó a reconocernos iguales, necesitados unos de otros.
La Iglesia acompañó liderando actividades para disminuir las necesidades básicas, documentando desde lo estadístico el avance de la enfermedad en los pueblos originarios, pero sobre todo a través de acciones pastorales de las que no alcanzamos a dimensionar sus efectos en la vida de las personas.
En este aspecto cada pueblo originario cuenta con una respuesta, una experiencia fruto del aprendizaje que ilumina la acción misionera de la Iglesia. No obstante, se hace necesario saber cómo los pueblos originarios se sienten escuchados y apoyados por ella, tanto durante la pandemia como antes y después de ella.
Iglesia que escucha
La pregunta es saber de qué forma perciben ese proceso, el de la escucha que no se lleva a cabo solo con los oídos. Reflexiones que se hicieron en grupos y luego se compartieron en una sesión plenaria.
Uno de los testimonios que se escuchó sobre el tema, fue el de Eidigili Gypsy Valiente, una psicóloga de 28 años perteneciente al pueblo Kuna de Panamá. Su historia nos revela los efectos positivos de la tarea misionera de la Iglesia que le sirvió de sustento al salir de su comarca siendo adolescente, compartiendo con otros jóvenes y sintiéndose impulsada, más nunca irrespetada en el ejercicio de sus tradiciones o costumbres.
Pese al choque cultural evidente en las costumbres más sencillas hasta el reto de aprender un nuevo idioma, Eidigili conservó los valores que le enseñaron sus abuelos sin dejar de recibir la formación de los padres claretianos que la motivaron a seguir adelante para compartir lo aprendido con su comunidad. Desde su experiencia considera preponderante el trabajo de la Iglesia con los jóvenes, para que no pierdan sus raíces y logren un proyecto de vida con equilibrio entre el crecimiento producto de la formación académica y la experiencia de mantener y enaltecer su ser indígena.
"Uno siempre aprende de otros pueblos y más de los hermanos indígenas y se me refuerza lo aprendido durante mi niñez y hasta la edad que tengo, sobre cómo trabajan los otros pueblos indígenas. Me agrada que la Iglesia le esté dando este espacio a los pueblos indígenas que muchas veces no tenemos voz o nos miran como ignorantes o no creyentes en Dios," asegura confiando en que este mensaje llegue y sea compartido porque al final todos anhelamos vivir en un mundo para todos y que esto sea un aporte para mejorar.
Desafíos y propuestas
Una jornada emotiva llena de riqueza en la que se destaca el itinerario espiritual de cada pueblo vivido con profundidad y arraigado en valores fundamentales que tienen mucho que enseñar al ser de la Iglesia. Es posible mantener la identidad cultural en un mundo globalizado, depende en gran parte de la apertura de unos y otros para construir juntos relaciones de igualdad y respeto.
Tomando como guía el documento titulado “El Celam acompaña a los pueblos originarios” se analizaron los desafíos y propuestas pastorales para cada región sin ignorar los avances y logros alcanzados acordes con la realidad y las necesidades del momento.
Formación para los líderes
La Hna. Sonia Beita, misionera de la Madre Laura y miembro de la etnia Cabecar en Costa Rica, resalta de este trabajo fundamentado en el diálogo y la concertación, la necesidad de mantener las actividades formativas que promueve el Celam haciendo énfasis en el trabajo con los líderes de las comunidades; para que el mensaje pueda extenderse y permear a los pueblos. Esto necesariamente requiere de acciones concretas, reuniones, trabajo directo con la gente para que se avance; porque según indica todo puede estar muy bien escrito pero no logrará proyectarse sino desde la realidad.
“Es mirar lo que ya se tiene dentro de los pueblos y acompañar con acciones y formación a los líderes, las personas dentro de las comunidades,” afirma la religiosa que conoció a las misioneras Lauritas en Costa Rica. Primero sintió la llamada a la vocación como catequista en la rama seglar y posteriormente optó por la vida consagrada, formándose en Colombia, país en el que actualmente vive y ejerce su misión en la localidad de Dabeiba, en el Urabá antioqueño, donde nació este carisma del que se asegura nace la misión ad gentes para la Iglesia universal en 1914.
Así cada región hizo sus propuestas pastorales a partir de tres desafíos identificados de manera particular, proponiendo estrategias y líneas de acción a corto y largo plazo, asumiendo las lecciones que dejó la pandemia y analizando los aportes que puede hacer el Celam desde su rol de organismo de comunión y reflexión al servicio de la Iglesia de América latina y el Caribe.