Segundo sermón de Fray Antón Montesino
Con la iglesia repleta de público, fray Montesino predicó el segundo sermón, también preparado por toda la comunidad. Si contundente fue el primero, éste va a serlo mucho más: se corrobora en todo lo predicado anteriormente, para concluir con una terrible amenaza: no pensaban absolver a ninguno que tuviera indios encomendados en condiciones infrahumanas.Lo inició con estas palabras: “Tornaré a referir desde el principio mi ciencia y verdad, que el domingo pasado os prediqué, y aquellas mis palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas”.
Oído su tema, ya vieron luego los más avisados adónde iba a parar, y fue harto sufrimiento dejarle de allí pasar. Comenzó a fundar su sermón y a referir todo lo que en el sermón pasado había predicado, y a corroborar con más razones y autoridades lo que afirmó de tener injusta y tiránicamente aquellas gentes opresas y fatigadas, tornando a repetir que tuviesen por cierto no poderse salvar en aquel estado; por eso que con tiempo se remediasen, haciéndoles saber que a hombre de ellos no confesarían, más que a los que andaban salteando, y aquello publicasen y escribiesen a quien quisiesen a Castilla. En todo lo cual tenían por cierto que servían a Dios y no chico servicio hacían al rey. Fray Antón bajó del púlpito sin bajar la cabeza porque no tenía de que arrepentirse y se dirigió a su casa. Todo el pueblo en la Iglesia quedó alborotado, indignado contra los frailes.
Las consecuencias de estos dos sermones de Antón Montesino y su comunidad no llegaron a tardar. Salen las quejas contra los frailes en el primer barco que zarpa hacia España y el rey Fernando es informado de la actuación de los frailes en la isla.
De parte del rey se informa al provincial de los dominicos de la actuación de sus frailes en la isla Española, y éste manda cartas a los dominicos haciéndoles callar y notar el derecho real sobre los indígenas y hacerlos regresar a la península de reincidir en los hechos. Los pobres frailes no les faltaba más que no tener la aprobación de su provincial pero como eran hombres que no se dejaban amedrentar al cabo de dos meses tenemos a Pedro de Córdoba y Antón Montesino en la Península.
El problema fue juntar el dinero para el viaje puesto que los encomenderos les negaron desde los sermones todo sustento pero con penas encontraron quien les socorriera para realizar la travesía.
Informaron a su provincial de la situación de los indígenas en la isla y lograron hablar con el rey. A raíz de esta conversación se promulgaron las Leyes de Burgos que si bien no dieron el resultado esperado hubo un grupo de teólogos que desde Salamanca apoyaron a sus hermanos de ultra mar, entre ellos el más significativo fue Francisco de Vitoria y desde las Indias Fray Bartolomé de las Casas.
Así la Orden de Predicadores defendió en nombre la Iglesia la dignidad humana.
“Quinientos años después seguimos celebrando el adviento y seguimos esperando que la justicia llegue y se haga realidad.Y en pleno siglo XXI, no habrá que continuar preguntándose ante tanta exclusión, ¿estos no son hombres?”(Felicísimo Martínez).
Texto: Hna. María Nuria Gaza.