San Agustín se preguntaba por qué el Señor propuso esta parábola del empleado defraudador (Lc 16,1-13). Con su astucia se buscaba un porvenir seguro después que su amo lo destituyese de su empleo. Lo alaba diciendo que los hijos de las tinieblas, es decir del fraude, de la mentira, son más listos que los hijos de la luz, es decir de los honrados, de los que van con la verdad por delante.
Jesús dice: “Haceos amigos con el dinero de la iniquidad”.
Es un consejo que nos da para ganarnos con las riquezas un lugar en las moradas eternas, pensar en los demás. Hace más feliz dar que recibir. Esta parábola parece dicha para el tiempo actual en el cual el fraude y la mentira están a la orden del día. Y hay que ver como se las ingenian para hacerse con dinero, no importan los medios, la cuestión es tener y cuanto más mejor. Secuestros, extorsiones, explotación de campesinos, tráfico de personas, de órganos… Las víctimas del fraude, ¿dónde quedan? Allá ellos, que espabilen. Un mundo basado en estos hechos se hace invivible. La fraternidad queda anulada, es una palabra que no existe en el diccionario de los hijos de las tinieblas.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.