Se cumplen 60 años de 'Pacem in Terris' de Juan XXIII Caccia: "Las armas nucleares deben ser prohibidas"
Históricamente, la Pacem in terris es la primera encíclica en la que se hace mención a la Organización de las Naciones Unidas, constituida el 26 de junio de 1945
Se pueden buscar y encontrar juntos vías eficaces de reforma, algunas de las cuales ya están en marcha incluso entre los miembros de la Organización, como el replanteamiento y la ampliación del Consejo de Seguridad, la cuestión del veto, el papel más incisivo de la Asamblea General, la participación de la sociedad civil, del mundo de la cultura y del sector privado de forma adecuada
La paz es posible a la luz de cuatro bienes fundamentales: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad
La paz es posible a la luz de cuatro bienes fundamentales: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad
| Alessandro Gisotti
(Vatican News).- Sesenta años después de su publicación, laPacem in Terris sigue siendo una estrella polar que señala el camino a quienes, especialmente en el ámbito de la diplomacia, se comprometen a promover el diálogo entre los pueblos y a construir la paz entre las naciones. El arzobispo Gabriele Giordano Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Nueva York, está convencido de ello. En una entrevista concedida a L'Osservatore Romano, el Prelado subraya la actualidad de la encíclica de San Juan XXIII y reitera el apoyo del Vaticano a las organizaciones internacionales y al multilateralismo en una época marcada por guerras y enfrentamientos como nunca se habían vivido desde la Crisis de Cuba.
Usted lleva muchos años al servicio de la Santa Sede. ¿En qué medida ha influido la Pacem in Terris en la visión y el compromiso de la diplomacia vaticana por la paz en los últimos 60 años y en qué puntos en particular?
La encíclica fue escrita después de la primera gran crisis internacional de contenido nuclear y relativo riesgo real de destrucción planetaria, la llamada crisis de los "misiles de Cuba", y permitió, por utilizar una imagen meteorológica, volver a mirar al cielo despejado de las nubes que se habían acumulado, redescubrir la estrella polar, que indica la dirección del camino, más que los caminos concretos que hay que recorrer. El texto, como indica claramente el título, trata el tema de la paz y, por tanto, se extiende al conjunto de las relaciones, tanto a nivel interpersonal, con derechos y deberes, como en la relación entre el individuo y la autoridad pública, y entre los Estados entre sí. Además, la encíclica se sitúa significativamente en el contexto más amplio de una época particularmente viva para la reflexión de la Iglesia sobre su relación con el mundo, la del Concilio Vaticano II, que acababa de comenzar. Muchas son, pues, las pistas y los temas presentes, que más tarde serán retomados en contextos más amplios y diversificados. Sin embargo, quisiera hacer hincapié en la cuestión del desarme.
¿Podría detenerse en este punto clave de la Pacem in Terris?
Hay una clara admonición a superar la lógica de construir relaciones basadas en el miedo al otro y, por tanto, en un equilibrio de terror, en lugar de en la confianza mutua, aunque con la necesidad de herramientas de verificación que garanticen su sinceridad. Podríamos decir, utilizando una simplificación, que hay como una invitación a pasar de la lógica de la confrontación a la del encuentro, de la oposición a la colaboración y de la rivalidad a la fraternidad, es decir, a promover el "desarme integral". En este contexto, el Santo Padre advirtió a continuación contra la alarmante carrera de armamentos, especialmente los cada vez más mortíferos que pueden golpear indiscriminadamente a poblaciones enteras y destruir al mismo tiempo la vida misma del planeta, con un derroche de "energías espirituales y recursos económicos" que deberían emplearse mejor en la promoción de la vida y del medio ambiente. Este llamamiento, repetido una y otra vez también por los sucesivos pontífices, por desgracia sigue siendo actual en un contexto en el que algunos pasos importantes dados en el pasado para la reducción de las armas nucleares, corren el riesgo de no encontrar vías adecuadas para renovar y llevar a buen término lo que sigue siendo un objetivo claro expresado con palabras inequívocas en la encíclica: "Las armas nucleares deben ser prohibidas".
En su discurso en el Palacio de Cristal -en la primera visita histórica de un Papa a las Naciones Unidas- Pablo VI mencionó la Pacem in Terris que, subrayó, "también ha tenido tan honrosa y significativa resonancia en sus esferas". ¿Hasta qué punto se tiene en cuenta hoy la encíclica de Juan XXIII en la ONU?
Históricamente, la Pacem in terris es la primera encíclica en la que se hace mención a la Organización de las Naciones Unidas, constituida el 26 de junio de 1945, a la que dedica la totalidad del n. 75, bajo el título "Signos de los tiempos", con una referencia también a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada el 10 de diciembre de 1948 y de la que este año se cumple el 75 aniversario. Fue entonces también objeto de gran atención y estudio, con iniciativas al más alto nivel, en el Palacio de Cristal, precisamente porque marcaba, aunque con los matices y precisiones necesarios, un importante reconocimiento para esta Organización, necesaria para responder, como diríamos hoy, a problemas globales (conflictos, pandemias, cambio climático...) con respuestas globales, siempre en busca del bien común universal en el respeto de los derechos de la persona. Es interesante constatar cómo va creciendo después de la Encíclica: de hecho, al año siguiente, 1964, la Santa Sede se convirtió en Observador Permanente de la Organización con el nombramiento de Monseñor Alberto Giovannetti, mientras que, al año siguiente, el 4 de octubre de 1965, Pablo VI fue el primer Pontífice en dirigirse a la Asamblea General desde el estrado. Para responder a la pregunta, diría que quizá no muchos de la nueva generación de diplomáticos conozcan el texto y el contexto de la encíclica, aunque se estén llevando a cabo diversas iniciativas para conmemorar su 60º aniversario, pero el espíritu de ese documento sigue vivo en las actividades cotidianas de esta Misión, que se inspira en él, y en el camino que la Iglesia ha emprendido y sigue emprendiendo siguiendo su estrella, como ya se ha mencionado.
En la Pacem in Terris, el Papa Roncalli dedica un amplio espacio a las Naciones Unidas y desea que la Organización de las Naciones Unidas "en sus estructuras y medios, se adapte cada vez más a la vastedad y nobleza de sus tareas". ¿Cómo puede la Santa Sede ayudar a la ONU a realizar este deseo de Juan XXIII en una fase histórica en la que se habla cada vez más de crisis del multilateralismo?
Creo que la mejor respuesta a esta pregunta es la última encíclica del Santo Padre Francisco, "Fratelli tutti", que vuelve a poner en el centro una actitud básica que hay que redescubrir y hacer propia para crecer en un contexto de respeto y apertura que son premisas para una verdadera colaboración entre las personas, los pueblos y las naciones. Sobre esta base, se pueden buscar y encontrar juntos vías eficaces de reforma, algunas de las cuales ya están en marcha incluso entre los miembros de la Organización, como el replanteamiento y la ampliación del Consejo de Seguridad, la cuestión del veto, el papel más incisivo de la Asamblea General, la participación de la sociedad civil, del mundo de la cultura y del sector privado de forma adecuada. Pero todo esto sólo puede encontrar una realización concreta si caminamos con el espíritu adecuado, el espíritu fundado en los pilares que constituyen los cimientos de la propia organización, como bien se expresa en el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, a saber, "preservar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra; reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas; crear las condiciones en que puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional; promover el progreso social y la elevación del nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad". Para dar también un ejemplo concreto de este camino en el ámbito del desarme nuclear, además del Tratado de No Proliferación (TNP), está el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) y, más recientemente, la Santa Sede ha estado entre los iniciadores y firmantes de la ratificación del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW), que entró en vigor en enero de 2021.
El Papa Francisco se ha referido muchas veces a la Pacem in Terris en estos primeros diez años de pontificado y más aún desde que comenzó la guerra en Ucrania. En su opinión, ¿cómo puede un documento como la Encíclica de Juan XXIII, el espíritu de ese documento, ayudar a los líderes políticos de nuestro tiempo a buscar caminos de paz?
La referencia más amplia y reciente a la Encíclica hecha por el Papa Francisco se encuentra en su discurso del 9 de enero de 2023 al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede con motivo de las habituales felicitaciones de Año Nuevo. El articulado texto retoma y comenta algunas dimensiones de la Encíclica a la luz de la situación actual y responde precisamente a esta cuestión, afirmando que "la paz es posible a la luz de cuatro bienes fundamentales: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad. Estas son las piedras angulares que rigen tanto las relaciones entre los seres humanos individuales como las que se dan entre las comunidades políticas". Es muy interesante ver cómo el Santo Padre desarrolla estos criterios en la situación actual, con indicaciones claras sobre diversas cuestiones de nuestra sociedad. Entre los pasajes de este discurso, me gustaría señalar también un texto sobre la amenaza nuclear, de la que en cierto modo había partido la Encíclica de Juan XXIII, en el que podemos ver cuánto se ha avanzado entretanto en este sentido, expresando una condena no sólo sobre el "uso", sino incluso sobre la "posesión" de tales armas. En efecto, el Papa Francisco afirma: "No puedo dejar de reiterar aquí que la posesión de armas atómicas es inmoral, porque -como observaba Juan XXIII- si es difícil persuadirse de que haya personas capaces de asumir la responsabilidad de la destrucción y del dolor que causaría una guerra, no se excluye que un acontecimiento imprevisible e incontrolable pueda hacer saltar la chispa que ponga en marcha el aparato bélico". Esperamos y trabajamos para que estas palabras encuentren cada vez más espacio en la conciencia de toda persona de "buena voluntad" y una aplicación concreta en los instrumentos y decisiones de que disponen los responsables de las naciones y de la comunidad internacional.
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