Balance de Monseñor Mitja Leskovar sobre la trágica situación en República Democrática del Congo Nuncio en Kinsasa, RDCongo: "El mensaje del Papa es más pertinente que nunca"
En el umbral del segundo aniversario de la visita papal a la República Democrática del Congo (31 de enero-3 de febrero de 2023), el este del país está asolado, llora a sus muertos y se enfrenta a una crisis humanitaria sin precedentes
El Nuncio Apostólico en Kinsasa, Monseñor Mitja Leskovar, hace balance de la atormentada situación y esboza posibles salidas a la crisis: "Oigo hablar de cadáveres que yacen en las calles"
"Quizá la mayor dificultades es la magnitud de las necesidades: seis o siete millones de desplazados en la RDC necesitan ayuda. En la Nunciatura Apostólica intentamos ayudar a través de las instituciones de la Iglesia; enviamos ayuda a pesar de las dificultades logísticas"
"Esperamos la vuelta a la mesa de negociaciones, la búsqueda de soluciones diplomáticas, en diálogo con todas las partes implicadas, y el fin del uso de la violencia"
"Quizá la mayor dificultades es la magnitud de las necesidades: seis o siete millones de desplazados en la RDC necesitan ayuda. En la Nunciatura Apostólica intentamos ayudar a través de las instituciones de la Iglesia; enviamos ayuda a pesar de las dificultades logísticas"
"Esperamos la vuelta a la mesa de negociaciones, la búsqueda de soluciones diplomáticas, en diálogo con todas las partes implicadas, y el fin del uso de la violencia"
| Delphine Allaire
(Vatican News).- Proteger a la población civil de Goma y rezar por el rápido restablecimiento de la paz y la seguridad en la República Democrática del Congo. Dos años después de su visita apostólica al país católico francófono más grande de África, el llamamiento del Pontífice, dirigido durante la audiencia general en el Vaticano el miércoles 29 de enero, tiene una resonancia particular.
Tristeza y amargura ante la tragedia de la guerra que continúa bajo la mirada, a veces esquiva, de la comunidad internacional. El Papa desea que la comunidad internacional se implique más en la resolución del conflicto.
Varios obispos congoleños y el Primer Ministro del país agradecieron al Papa su intervención pública, según el representante del Papa en la RDC, contactado telefónicamente el jueves 30. La Nunciatura Apostólica de Kinshasa fue escenario hace dos años, el 1 de febrero de 2023, de un encuentro memorable en el que el sufrimiento se mezcló por unos momentos con la esperanza.
El Obispo de Roma escuchó los conmovedores testimonios de cuatro víctimas de las atrocidades de la guerra del Este, que ya impidieron a Francisco ir a Goma. El Nuncio Apostólico en Kinshasa, Monseñor Mitja Leskovar, lamenta que estos crudos testimonios, espejos de una violencia inhumana, parezcan hoy olvidados.
-¿Qué información ha recibido sobre el empeoramiento de la situación de seguridad en el este del país?
-La situación en el este es muy grave y delicada. Hay víctimas. Oigo hablar de cadáveres que yacen en las calles. En varios lados se siguen oyendo disparos. Sin embargo, no todas las zonas de Goma están afectadas. Esto permite a la población cubrir sus necesidades básicas, ya sean alimentarias o de primera necesidad. Nos encontramos en una situación de asedio, que también podría extenderse a un conflicto más amplio.
Esta es la situación en Goma, pero tenemos que pensar en el resto del territorio, donde continúan los combates con todas las consecuencias posibles e imaginables para la población local. Esperamos la vuelta a la mesa de negociaciones, la búsqueda de soluciones diplomáticas, en diálogo con todas las partes implicadas, y el fin del uso de la violencia.
En el país, prosigue el avance de los rebeldes del grupo M23, que pretenden atacar la capital, Kinsasa. Entretanto, el ejército congoleño está desplegado en el sur mientras, según ...
-¿Cómo recibieron las autoridades y la población local las palabras del Papa en la audiencia general del miércoles?
-Con gratitud. El Primer Ministro del país y varios obispos me dieron las gracias por estas palabras. Llegaron en un momento difícil, tanto para la parte oriental del país como para la capital, donde ha habido desórdenes. Esta exhortación al respeto de todos, de los civiles, del orden público y de los bienes es oportuna y ha sido muy bien recibida.
-¿Cómo puede la Santa Sede ayudar a satisfacer las necesidades humanitarias que claman en Oriente?
-De momento, no es fácil porque las posibilidades, sobre todo para enviar cosas, son muy limitadas. Es una zona de guerra. Incluso sin guerra, es bastante difícil llevar cosas allí porque las carreteras no son buenas, y a veces son intransitables para los coches. Sólo se puede llegar en moto o a pie.
Además, no es fácil saber cuáles son las necesidades reales ni en qué lado son más urgentes. La tercera dificultad, y quizá la mayor, es la magnitud de las necesidades: seis o siete millones de desplazados en la RDC necesitan ayuda. Las Naciones Unidas, otras organizaciones y muchas ONG les están ayudando, al igual que la Iglesia católica, y las iglesias se están ayudando entre sí.
Las necesidades son tan grandes que es casi imposible ayudar a todos los que lo necesitan. Esto no significa que no se haga nada; podemos y debemos hacer algo. En la Nunciatura Apostólica intentamos ayudar a través de las instituciones de la Iglesia: Cáritas, las diócesis directamente o las congregaciones religiosas. Enviamos ayuda a pesar de las dificultades logísticas.
-La Iglesia católica congoleña está muy implicada en la sociedad. ¿Qué papel puede desempeñar en la construcción de la paz?-Su primera tarea, y la más inmediata, es atender, en la medida de lo posible, las necesidades básicas de la población. Es el caso, en particular, de las instalaciones médicas, porque a veces no hay más instituciones sanitarias que las de la Iglesia, y a veces también hay otras. Podemos trabajar bien juntos. He recibido información sobre la alarmante situación de los hospitales cercanos a las zonas de conflicto. Están desbordados de heridos, no hay más sitio, es una situación grave.
Por otro lado, está todo el trabajo por la paz. La paz, aquí como en muchos lugares del mundo, no consiste en las armas, sino en la paz alimentada por el diálogo y la escucha de todos los puntos de vista, buscando al mismo tiempo el compromiso. La apertura al compromiso es muy importante. Sin ella, por desgracia, es imposible alcanzar la paz. La Iglesia católica está aquí comprometida con este enfoque, tratando de hacer todo lo posible para promover un diálogo social más amplio que pueda conducir, como esperamos, a una solución política. Las soluciones políticas no son directamente responsabilidad de la Iglesia, pero la Iglesia está ahí para apoyar el primer paso del diálogo social.
-¿Cómo puede la Santa Sede movilizar a la comunidad internacional para que se implique en la búsqueda de una salida pacífica a la crisis, sin resignarse a la impotencia o la indiferencia?
-La Santa Sede ya se ha comprometido en este sentido. El Papa lo hace llamando la atención internacional sobre las dificultades del país, a veces olvidadas. También está la labor de la diplomacia bilateral y multilateral. Incluso el observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Nueva York está comprometido en este sentido. También a nivel bilateral, en sus contactos con los gobiernos, la Santa Sede no ha dejado de subrayar la importancia de buscar una solución pacífica a través del diálogo en el caso de la RDC.
-Hace dos años, durante su 40ª visita apostólica a la RDC, el Papa se reunió con víctimas de la violencia en el este del país en la Nunciatura Apostólica de Kinsasa. La situación se ha agravado desde entonces. ¿Se han olvidado las palabras del Papa de entonces?
-Como llegué a la RDC en junio de 2024, no estaba en el país en aquel momento. Pero había seguido los testimonios de las víctimas de la guerra y de la violencia, a veces étnica, en la RDC. Cuando leo estos testimonios, me siento profundamente conmovido por dos razones: por un lado, la violencia, el odio de ciertas personas, la bestialidad a veces de esta violencia. Por otro lado, la capacidad de perdón de las víctimas. Por ejemplo, llevaban un machete que se parecía al machete que mató al padre de toda la familia de una de las víctimas. Demasiada gente ha olvidado estas historias. Les haría mucho bien volver a leerlas y encontrarlas. Son públicas.
Esta mañana, por ejemplo, uno de mis colegas me informaba del tenor de los comentarios realizados el miércoles por la noche por el Presidente de la República sobre la situación. Alguien escribió: "Son buenas palabras, pero queremos la guerra". Este hombre no ha leído estos testimonios, no sabe lo que dice. Es terrible. Por desgracia, demasiada gente corriente también ha olvidado estos testimonios.
Hace hoy dos años, el Sumo Pontífice lanzó un llamamiento a la reconciliación y al cambio en la RDC, de la mano de los propios congoleños. ¿Qué impresión cree que dejó este viaje en el corazón de la gente? ¿Qué semillas ha sembrado?
El mensaje del Papa de hace dos años es hoy más actual que nunca. La violencia no trae más que una situación aún más terrible para los desplazados, un retroceso aún mayor para la sociedad y un aumento de la pobreza.
Hay que poner fin a este círculo vicioso de la violencia. Esto sólo puede hacerse mediante el diálogo y la apertura al compromiso. Sin ello, no es posible encontrar la paz en este país atormentado por todos estos contrastes, a veces guiados también por el interés propio.
-¿Cómo salir de la lógica del poder y de la explotación de la que la RDC se ha convertido trágicamente en crisol, y que el propio Papa denunció hace dos años?
-Hay soluciones complejas para cuestiones complejas. Hay que trabajar a distintos niveles: a nivel de la comunidad internacional, y a nivel nacional, reforzando las estructuras del Estado, tratando de combatir la corrupción, y concienciando sobre la responsabilidad de cada ciudadano por el bien común.
Uno de los problemas más graves es la falta de consideración por el bien común y el énfasis excesivo en el bien personal. Es necesario desarrollar métodos para despertar esta conciencia de la responsabilidad compartida de cada uno por el bien común y por el desarrollo del país. Luego, como dice el Papa, esto requerirá una conversión de los corazones. No podemos esperar que las estructuras del Estado o de la comunidad internacional resuelvan nuestros problemas sin tocar nuestros propios corazones, nuestras propias costumbres y nuestras propias convicciones. Estos son los tres caminos principales para la solución.
-Este es el Año Santo de la Esperanza. ¿De dónde puede venir la esperanza para la RDC, el «diamante de la Creación»?
-La esperanza está ahí porque el ser humano siempre es capaz de convertirse y de comprometerse por la paz. En mi opinión, no existe una situación perdida sin salida. Al contrario, hay que trabajar duro y hacer sacrificios. Todo esto da una perspectiva. Las cosas pueden mejorar. No podemos alcanzar el paraíso en la tierra. Todos los esfuerzos humanos en este sentido han fracasado. Eso no significa que no debamos hacer nada. Podemos hacerlo, lo estamos haciendo y lo haremos. Esa es la diferencia.
Tomemos como ejemplo la educación. Entre el 40% y el 50% de las instituciones educativas están dirigidas por la Iglesia católica. Es un potencial enorme, pero también un hecho consumado. Las iniciativas para la paz y el diálogo están ahí, hay que intensificarlas, hay que encontrar más apoyos, pero la solución ya está ahí, hay que desarrollarla y ampliarla. La oración, sobre todo, es importante. Pido a todos los que nos escuchan que recen por la paz en RDC.