El Monte de los Olivos o Getsemaní "Quedaos aquí y velad conmigo"
(Cameron Doody, enviado especial a Jerusalén).- "Quedaos aquí y velad conmigo". Esta es la inscripción que saluda a los asistentes a la Basílica de Getsemaní en Jerusalén. Poesía sagrada que para mí ha sido el culmen de nuestras visitas de este lunes en Tierra Santa, más allá incluso que los hechos y curiosidades históricos que hemos aprendido.
Hemos empezado el día con un corto viaje en coche hasta la cima del Monte de los Olivos, sitio donde vimos primero de todo la capilla de la Ascensión de Jesús. Dicen que hay aquí en este pequeño templo una roca sobre la que puedes ver impresa una huella del pie del Señor. Tal y como ocurre con casi todo en Tierra Santa, no obstante, hay que coger las tradiciones con pinzas.
Lo que sí nos impresionó en dicha iglesia, no obstante, fue ver un grupo de peregrinos chinos rezando y cantando -y con mucha intensidad- allí dentro al mismo tiempo que nosotros. Hecho que nos recordó una vez más que los sitios sagrados de esta ciudad pertenecen no solo a las diferentes denominaciones y órdenes cristianas, sino también a todos los fieles que vienen de cada rincón del mundo.
Tras tomar la foto obligatoria en la cumbre del Monte -con la vista preciosa de la ciudad vieja, con la cúpula dorada de la Mezquita de Al-Aqsa y todos los edificios del mismo color, la famosa "piedra reina" de Jerusalén, la melek- nos hemos atrevido a bajar la fuerte cuesta hasta el valle de Cedrón. Por un lado, hemos podido apreciar las tumbas del cementerio judío -con sus piedras encima el número de las cuales, dicen, evidencia el número de amigos el fallecido tenía en vida- y por otro, las iglesias del Pater Noster y del Dominus Flevit (frase latina que significa "el Señor lloró"). Y ya llegando al valle los templos también de Getsemaní y del sepulcro de María, lugar donde -de nuevo, según una antigua tradición- fue puesto el cuerpo de la Virgen.
La tarde de hoy ha continuado después de nuestra visita al Monte de los Olivos con otra al Monte Sion, sitio de la supuesta tumba del Rey David, y el Cenáculo, lugar tradicional de la Última Cena. También a una iglesia más -San Pedro in Gallicantu, que conmemora la traición de Pedro al Señor- y al sitio tradicional del nacimiento de Juan Bautista, el pintoresco pueblo de Ein Karem.

Cualquiera de estos lugares daría para una crónica en sí, pero mi más profunda reflexión de hoy ha tenido lugar en el templo de Getsemaní, el cual se accede por la Huerto de los Olivos, jardín donde rezó Jesús la noche antes de su arresto.
¿Por qué me impactó tanto? Con la cantidad de detalles que uno ha de absorber en Jerusalén, la poesía y la imaginación son las únicas facultades que no te abandonan. Éste ha sido mi caso, al menos. Da igual lo bien que creas conocer la historia siempre hay algo más que aprender, y luego como toda la zona ha cambiado tanto físicamente a lo largo de los milenios, no es siempre fácil reconciliar lo cerebral con lo experiencial.
Por supuesto hay muchas noticias aquí, algunas de las cuales voy preparando ya, en medio de la muy apretada pero muy gratificante agenda que tenemos. Pero entre tanto, dejo lo periodístico y lo histórico para más adelante, empapándome solamente con lo emocional, lo espiritual, lo artístico.
Y eso: "Quedaos aquí y velad conmigo". Esta mañana en la iglesia de Getsemaní, me encontré meditando con estas palabras. ¿Es el cansancio del Señor con el que me he identificado? A menudo me he encontrado aquí con que cuesta separar lo auténtico, lo humano, de lo que muchas veces puede parecer algo como un "parque de atracciones" religioso. Por eso saboreo estos momentos de relax tanto como la sensación de simplemente dejar que todo lo que es Jerusalén me inunde por los poros.
