Más de 50.000 personas participaron en las jornadas Tagle clausura el Congreso Eucarístico Nacional: "Para ser misioneros hay que tener la gratuidad en el corazón"
En el Lucas Oil Stadium de Indianápolis, el cardenal pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización celebró la misa de clausura del Congreso Eucarístico Nacional de Estados Unidos: si nuestro horizonte es sólo el del éxito y el beneficio, corremos el riesgo de preferir relaciones “con amigos” o “citas” generadas por la inteligencia artificial y no ver “los dones en las personas de carne y hueso”
(Vatican News).- “Antes de venir aquí, le pregunté al Santo Padre si tenía un mensaje para ustedes. Me dijo: 'conversión a la Eucaristía'”. Así comenzó el cardenal Luis Antonio Tagle la homilía con la que concluyó el Congreso Eucarístico Nacional de Estados Unidos, celebrado en el Lucas Oil Stadium de Indianápolis. El purpurado recogió la invitación de Francisco a reflexionar sobre el vínculo entre la conversión eucarística y la conversión misionera, ya que, tal como lo señaló, al Congreso “seguirá el envío de misioneros eucarísticos”.
Con el primer punto, que denominó “Misión y don”, el pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización se detuvo en las páginas del Evangelio en las que Jesús habla de su misión. Cristo, dijo, “tiene una profunda conciencia de haber sido enviado” por el Padre, y “enviado para ser donado”. El misionero – subrayó el cardenal Tagle – “es un don” y tal vez – observó – “donde falta el celo misionero, quizá se deba en parte a un aprecio debilitado por los dones y por la gratuidad”. Si este horizonte desaparece – prosiguió – “si nuestro horizonte es sólo el del éxito y el del beneficio, no hay lugar para ver y recibir dones gratuitos”.
Algunas personas – señaló también el cardenal – “prefieren relacionarse con ‘amigos’ o ‘citas’ generados por la inteligencia artificial porque no ven dones en las personas de carne y hueso”. Y a esta observación siguió una serie de preguntas dirigidas a la conciencia de hombres, mujeres, sacerdotes y laicos, obispos y padres y madres de familia, instándolos a donarse como lo hizo Jesús.
No perdamos el corazón
Pero “Jesús es un don o un problema”, prosiguió diciendo el cardenal filipino pasando al segundo punto. Cuando dijo a los discípulos que recibirlo “significa primero creer en él, y segundo comer su carne y beber su sangre”, ellos “empezaron a dudar” y muchos le abandonaron.
“Y también en este punto el cardenal Tagle planteó otra serie de preguntas que fueron directas al corazón: “¿Es posible que los discípulos contribuyamos a que otros se alejen de Jesús, a que se aparten de la fe?” ¿Ofrecen nuestras comunidades parroquiales una experiencia de cercanía y cuidado de Jesús? ¿Siguen siendo nuestras familias las principales educadoras y transmisoras de la fe? ¿Se sienten los jóvenes escuchados y comprendidos en su búsqueda de Jesús?
Muchos de los llamados “descartados” – los pobres, los emigrantes, los ancianos, los sin techo, los indígenas – “pueden sentirse extranjeros”. Pero, es la invitación, “no nos desanimemos. Jesús no se cansará de venir a nosotros con el don de sí mismo, aunque esté herido”.
Jesús no se impone a nadie
Hablando en el tercer punto sobre el aspecto misionero, mejor aún sobre los “misioneros eucarísticos”, el cardenal Tagle volvió al momento en que Jesús pregunta a los apóstoles si también ellos piensan dejarlo. Espero, fue la esperanza del cardenal, “que podamos responder como San Pedro: ‘Permaneceré contigo. Rechacemos vivir separados de tu presencia'”.
“Pero éstas – sostuvo – no deben ser palabras vacías. Como San Pedro, debemos creer con convicción. Jesús no se impone a nadie. Apela a nuestra libertad interior”. El pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización pidió a los misioneros que vayan y compartan “el tierno amor de Jesús” con las personas cansadas, con los necesitados de compasión.
En la carta con la que me envió, dijo también el cardenal Tagle, “el Papa Francisco expresó el deseo de que ‘los participantes en el Congreso, plenamente conscientes de los dones universales que reciben del alimento celestial, sean capaces de transmitirlos a los demás’”.
Una experiencia
El cardenal Tagle concluyó compartiendo una experiencia. Como párroco, se había fijado en una mujer “extraordinariamente entregada a la Iglesia”, que llegaba temprano los domingos para ayudar en todas las misas y otras actividades y sólo se iba a casa cuando la iglesia estaba limpia y las puertas cerradas.
Un día, recordó, “le agradecí su dedicación y di las gracias a su familia por permitirle servir. Su respuesta me sorprendió: 'Padre, no se preocupe por mi familia. Me quedo aquí en la Iglesia y asisto a todas las misas porque no quiero ver a mi marido ni a mi s hijos. Ojalá todos los días fueran domingo para poder evitar a mi familia'”. “Queridos amigos – fue la conclusión del cardenal – cuando el sacerdote o el diácono dice: 'La Misa ha terminado. Vayan en paz', ¡por favor, vayan! Vayan. Lo que han oído, tocado y gustado, deben compartirlo con los demás para ‘la vida del mundo’”.