El neocardenal y arzobispo de Argel protagoniza la novena edición de la Tribuna Joan Carrera Jean-Paul Vesco: "El testimonio que la Iglesia debe dar es el de la fraternidad"
"Con mi nombramiento cardenalicio, creo que el Papa ha querido tener un reconocimiento hacia la Iglesia en Argelia por su compromiso por mantener un diálogo fraterno con el islam"
"Lo que antes parecía impensable en la Iglesia se ha convertido en una evidencia, y lo impensable ahora son los retrocesos"
"Estoy seguro de que la dinámica sinodal no se detendrá, sino que se extenderá a todos los niveles de la institución"
"Estoy seguro de que la dinámica sinodal no se detendrá, sino que se extenderá a todos los niveles de la institución"
(Flama) Más de cien personas volvieron a reunirse el pasado miércoles 16 de octubre en el restaurante Pomarada de Barcelona para participar en una nueva edición de la Tribuna Joan Carrera. Esta vez lo hicieron con una satisfacción añadida: la de haber sabido unos días antes que el invitado, el dominico Jean-Paul Vesco (Lyon, 1962) será creado cardenal en el consistorio del próximo 8 de diciembre.
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Hombre de paz y diálogo, símbolo de una Iglesia plural y abierta, como lo definió la periodista Laura Mor en la presentación, este abogado de profesión fue nombrado arzobispo de Argel en 2021 después de haber llegado a Argelia dos décadas antes con la misión de refundar la presencia dominica tras el asesinato del carismático obispo de Orán, Pierre Claverie.
"Soy obispo y pastor de una pequeña Iglesia en un territorio plenamente musulmán", dijo a Flama minutos antes de una disertación en la que señaló el perfil evolutivo de la Iglesia argelina durante las últimas décadas y reflexionó sobre cómo ha avanzado su diócesis hacia la sinodalidad.
¿Por qué cree que el papa Francisco le nombró cardenal?
No sé, todavía no conozco personalmente al Papa y no he tenido ocasión de hacerle esta pregunta. Pero intuyo que una de las razones es que ha querido tener un reconocimiento hacia el país y hacia nuestra Iglesia, que está comprometida por mantener un diálogo fraterno con el islam. Estoy convencido de que el testimonio que la Iglesia debe dar al mundo es precisamente el de la fraternidad. Por otra parte, hace seis años organicé la beatificación de los 19 mártires de la Iglesia de Argelia, entre ellos los siete monjes de Tibhirine. Creo que esto también pudo influir en mi elección como cardenal.
La curia diocesana de Argel está formada por seis personas, de las cuales cuatro son mujeres. ¿Comparte con el papa la visión de una Iglesia sinodal?
Totalmente. Nuestra experiencia como Iglesia se ha visto profundamente influenciada por las aspiraciones del papa Francisco también en este sentido. Me siento muy cercano a sus ideas sobre la sinodalidad. En el gobierno de la diócesis tenemos como usted dice cuatro mujeres, una composición que no ha sido buscada y que supone una apertura positiva hacia la diferencia. En este aspecto, lo que antes parecía impensable en la Iglesia se ha convertido en una evidencia, y lo impensable ahora son los retrocesos. Por eso, estoy seguro de que la dinámica sinodal no se detendrá, sino que se extenderá a todos los niveles de la institución.
El papa Francisco apuesta a menudo por colocar religiosos al frente de las diócesis. ¿Qué cree que puede aportar, en ese sentido, la vida religiosa?
En Argelia, casi todos los obispos somos religiosos. Los jesuitas llegaron en el siglo XIX para enfocarse en la educación, la caridad y el diálogo interreligioso. Su presencia en el país disminuyó drásticamente después del proceso de independencia, pero sin embargo dejaron una huella muy profunda por su sencillez. La Iglesia no tiene necesidad de mostrar ningún tipo de alarde y debe avanzar hacia esta austeridad que se pone de manifiesto a través de la vida religiosa.
Si el papa Francisco ha llegado hasta allí y ha continuado llevando su maletín, sus viejos zapatos y moverse en un coche pequeño y discreto, yo también podré hacerlo. De esta actitud hay que hacer signos y dejar de considerar sagrados ciertos símbolos que no tienen por qué serlo
Cuando se formalice su nombramiento como cardenal en el próximo consistorio y reciba el birrete rojo, el anillo cardenalicio y el título de una Iglesia en Roma, ¿cree que conseguirá sentirse cómodo?
Si el papa Francisco ha llegado hasta allí y ha continuado llevando su maletín, sus viejos zapatos y moverse en un coche pequeño y discreto, yo también podré hacerlo. De esta actitud hay que hacer signos y dejar de considerar sagrados ciertos símbolos que no tienen por qué serlo.
¿Este camino hacia la austeridad, podrá contribuir a que la Iglesia recupere la credibilidad por parte de la sociedad?
La Iglesia está organizada jerárquicamente y se inspira en la monarquía, un modelo que se sustenta en la sucesión hereditaria. Esto garantiza un determinado orden y unidad, pero no excluye el hecho de que nos centremos más en el testimonio de la sencillez, que pueda llevarnos hacia una Iglesia de hermanos y hermanas, con otra sensibilidad. Si andamos en esta línea, esto nos hará más cercanos y, efectivamente, hará que la gente pueda confiar más en nosotros.
Esta semana la Comisión Europea ha empezado a estudiar la posibilidad de crear centros de retorno de migrantes fuera de sus fronteras. ¿Cómo se ve la relación migratoria desde Argelia, teniendo en cuenta que es un país situado entre el sur de Europa y el África subsahariana?
La ubicación geográfica de Argelia hace que confluyan tres realidades diferentes en nuestra tierra: la inmigración (los subsaharianos que se instalan en nuestro territorio), la emigración (los autóctonos que se marchan) y todo aquel grupo de personas que llamamos "transitantes", es decir, las que pasan sólo por ir hasta Europa. No puedo tener una respuesta general sobre la migración, ciertamente, porque es un problema terrible ante el que la Iglesia debe tener un papel de acogida. Personalmente, cuando miro en la cara de un migrante y lo conozco, puedo llegar a la conclusión de que esa persona podría haber sido yo mismo. Como cristianos, debemos pensar que hemos tenido suerte de no tener que irnos de nuestro país y que la experiencia tan dura que viven algunos de nuestros hermanos debería hacernos repensar mejor el mundo en el que vivimos.