El modelo de cada país permite apreciar la interacción Iglesia-Estado ¿Cómo funciona la financiación de las iglesias en Europa?
Si bien en el resto del mundo la institución se financia mayormente con donaciones, colectas y otras contribuciones de los fieles, en Europa no hay dos países que respondan a un mismo e idéntico modelo de financiación, habida cuenta de las circunstancias evolutivas de cada cual en el terreno político y social
La comparación entre unos y otros países demuestra que no se trata sólo de cómo las iglesias financian sus tareas y estructuras sino para ver cómo Iglesia y Estado interactúan en la tarea de conservar los bienes culturales de la Iglesia y en la financiación de sus instituciones sociales, educativas y sanitarias
Mientras que en Alemania, la Constitución Imperial de Weimar introdujo el impuesto eclesiástico que todavía se practica hoy, Austria tiene un sistema de impuestos eclesiásticos introducido por los dirigentes nazis en los años 30 del siglo pasado
Mientras que en Alemania, la Constitución Imperial de Weimar introdujo el impuesto eclesiástico que todavía se practica hoy, Austria tiene un sistema de impuestos eclesiásticos introducido por los dirigentes nazis en los años 30 del siglo pasado
La financiación de la Iglesia ha ido evolucionando a lo largo de las últimas décadas de forma desigual entre los países de Europa. Si bien en el resto del mundo la institución se financia mayormente con donaciones, colectas y otras contribuciones de los fieles, en el Viejo Continente no hay dos países que respondan a un mismo modelo de financiación, habida cuenta de las circunstancias evolutivas de cada cual en el terreno político y social.
En el caso de España, explicado de un modo sucinto, desde los tiempos de Franco ha sido más o menos así: Primero el Estado financiaba a la Iglesia. Luego, durante los primeros años de la democracia, llegó el acuerdo de “la crucecita” en la declaración de la renta, es decir, la financiación tributaria. Si bien este segundo acuerdo apuntaba a la posibilidad de que la Iglesia podría optar por autofinanciarse en el futuro, cuando lo considerara oportuno, ese momento aún no ha llegado y la situación actual es que si con la recaudación de los contribuyentes (el famoso 0,7 por ciento) no es suficiente para cubrir los presupuestos, el resto lo pone el Estado.
En el resto de países europeos, el tema lleva décadas siendo objeto de un debate motivado por la presión de una ciudadanía partidaria de que la Iglesia se autofinancie. Sin embargo, la comparación entre unos y otros países sirve, como advierte este reportaje deKatholisch.de, para advertir de que no se trata sólo de cómo las iglesias financian sus tareas y estructuras sino para ver el modo en que Iglesia y Estado interactúan en la tarea de conservar los bienes culturales de la Iglesia y en la financiación de sus instituciones sociales, educativas y sanitarias.
La financiación, por países
Mientras que en Alemania, la Constitución Imperial de Weimar introdujo el impuesto eclesiástico que todavía se practica hoy,Austria tiene un sistema de impuestos eclesiásticos introducido por los dirigentes nazis en los años 30 del siglo pasado. Al igual que en Alemania, la contribución eclesiástica se calcula a partir de los ingresos anuales imponibles de los miembros de la iglesia. Y una diferencia notable: la contribución no la recauda el Estado, sino las diócesis. Se utiliza para financiar las tareas principales de la iglesia, como la atención pastoral, el mantenimiento de los edificios, la asistencia social, la educación, la cultura y la cooperación al desarrollo.
En Italia es también el Estado el que recauda una especie de impuesto eclesiástico. Sin embargo, no se deduce de forma adicional a través de los ingresos, sino del importe total del IRPF. Desde 1984, el contribuyente decide con libertad si en su declaración de la renta destina un 8 por ciento fijo al Estado o a una de las 12 comunidades religiosas que mantienen acuerdo con él.
En Francia el modelo viene marcado por la separación del Estado y la Iglesia en 1905. Desde entonces, la Iglesia ya no recibe ninguna subvención del Estado y depende únicamente de las donaciones de los fieles. El sueldo de los sacerdotes y obispos es de unos 950 euros mensuales, con los cuales han de pagar alojamiento y comida.
En Bélgica, desde Napoleón, el Estado ha financiado directa o indirectamente las tareas de la Iglesia (sueldos de las parroquias, carga de los edificios, etc.) a través de diversas construcciones legales. Es necesario negociar constantemente con las autoridades estatales para financiar las instituciones y los proyectos de la Iglesia. Por lo tanto, los desacuerdos en los diferentes niveles de gobierno pueden bloquear permanentemente los proyectos eclesiásticos.
Suiza, Hungría, Polonia y Eslovaquia
En Suiza, las congregaciones eclesiásticas de derecho público, subcontratadas por los municipios, fijan y recaudan el impuesto eclesiástico local. Funcionan de forma independiente a la dirección diocesana; y es con estos fondos que se financian las parroquias y, en última instancia, parte del presupuesto del obispo. El hecho de que las parroquias y los organismos cantonales dispongan de los impuestos eclesiásticos refuerza la tendencia a mirar principalmente a la propia torre de la Iglesia. Esto compromete la financiación de proyectos pastorales globales a nivel diocesano y supra-diocesano.
Hungría también introdujo en 1997 una asignación libre pero obligatoria del uno al dos por ciento de la cuota tributaria para fines eclesiásticos, sociales, culturales o humanitarios. La financiación estatal, comparativamente generosa, de las iglesias también se considera una compensación por la persecución durante la época comunista, que tanto se esforzó por combatir el papa Juan Pablo II.
Por lo que respecta a Polonia, más de 40 millones de euros al año van ahora desde el presupuesto del Estado a un llamado fondo de la Iglesia. Dicho fondo paga las contribuciones para las pensiones y otros seguros sociales de una parte del clero de todas las confesiones, así como los gastos de mantenimiento de las iglesias.
En Eslovaquia, con la reorganización de la financiación de la Iglesia en 2020, la actual coalición de gobierno cumplió una promesa electoral, sustituyendo así una ley de la época comunista que sigue siendo válida. Las subvenciones a las 18 iglesias y comunidades religiosas reconocidas por el Estado se pagan ahora según el número de miembros y no según el número de clérigos. El Estado sigue asignando los salarios de los sacerdotes y los gastos de funcionamiento de la sede de la iglesia.