Los obispos habían expresado su oposición a la candidatura del hijo del dictador El presidente Marcos, "un bofetón" en la cara de la Iglesia filipina
"Muchos obispos, clérigos y religiosos, sobre todo durante el período de campaña electoral, habían expresado abiertamente su oposición a la candidatura de Marcos, evocando no solo la historia violenta del mandato de su padre, sino también las causas judiciales pendientes contra su familia directa empezando con su mujer, Imelda"
"Esta victoria electoral ocurrió en medio del reto tremendo y continuo de la pandemia, con todo el estrago ha traído, al cual ha respondido la iglesia católica, vilipendiada abiertamente por el régimen de Duterte, con proyectos de caridad y solidaridad"
| Macario Ofilada Mina
El 21.09.1972, el presidente Ferdinand Marcos declaró la Ley Marcial y con esta inició la etapa más oscura de la historia filipina, al menos en el siglo veinte, dejando secuelas en el alma colectiva de los habitantes del archipiélago magallánico. El 30.06.2022, es decir, después de casi 50 años, su hijo, Ferdinand Jr., juró su cargo como el 17° presidente de Filipinas, en medio de protestas y manifestaciones contrarias en distintos lugares, demostrando una vez más que la política es el negocio más rentable en este país del tercer mundo. Es esta la tercera vez que un vástago de una dinastía política llegó a ser el mandatorio número uno como su progenitor.
El primer retoño presidencial en alcanzar este honor fue Gloria Macapagal-Arroyo (hija de Diosdado Macapagal, presidente de 1961-1965) en 2001; el segundo fue, Benigno Simeón Aquino (hijo de Corazón Aquino, que gobernó Filipinas de 1986 a 1992) en 2010; y, ahora, Ferdinand Marcos Jr. (hijo de Ferdinand Marcos, Sr., presidente convertido en dictador y que ostentó el poder de 1965 a 1986). En todos los casos, los progenitores ya habían fallecido cuando sus hijos juraron su cargo pero es interesante el caso de Marcos Jr., pues asistió a la ceremonia de su inauguración su madre, la que fuera primera dama de Filipinas, Imelda, ahora convertida en primera dama ‘madre’.
Un bofetón a la cara de la jerarquía católica
El resultado de los comicios nacionales de 09.05.2022 lo ha calificado Mons. Marcelino Antonio Maralit, obispo de Boac, como un ‘bofetón a la cara de la jerarquía católica’, pues muchos obispos, clérigos y religiosos, sobre todo durante el período de campaña electoral, habían expresado abiertamente su oposición a la candidatura de Marcos, evocando no solo la historia violenta del mandato de su padre sino también las causas judiciales pendientes contra su familia directa empezando con su mujer, Imelda, quien el 02.07.2022 cumplió 93 años.
Precisa Maralit que el pueblo filipino ha optado por no hacer caso a la autoridad moral de la iglesia, lo cual es reflejo de que esta, con sus celebraciones y enseñanzas, se encuentra alejada del sentir de la gente, por lo que es necesario que la iglesia elabore nuevas estrategias para que vuelva a ser relevante en la vida del pueblo. El prelado boaqueño pone el dedo en la llaga al referirse a una ‘desconexión’ a la vez que insistía, tal vez ingenuamente, en que la Iglesia sigue siendo una institución con autoridad moral mas desconectada con la gente común.
No cabe duda de que ha habido un cambio paradigmático desde aquella iglesia filipina desafiante e imponente del Cardenal Jaime Sin
Esta desconexión se debe, en gran parte, a la gran campaña de desinformación iniciada desde hace muchos años (al menos desde el regreso de la familia Marcos a Filipinas del exilio en los años 90), que incluye el revisionismo histórico, lanzada por los Marcos y con la colaboración del régimen del ahora expresidente Duterte, que fue un factor decisivo en la victoria en las elecciones de 2022 de Ferdinand Marcos Jr. y de Sarah Duterte, hija del ahora expresidente Rodrigo Duterte, como vicepresidente. Esta victoria electoral ocurrió en medio del reto tremendo y continuo de la pandemia, con todo el estrago ha traído, al cual ha respondido la iglesia católica, vilipendiada abiertamente por el régimen de Duterte, con proyectos de caridad y solidaridad.
No cabe duda de que ha habido un cambio paradigmático desde aquella iglesia filipina desafiante e imponente del Cardenal Jaime Sin -que fue el cerebro eclesial no solo de la revolución de febrero de 1986 que mandó al exilio al primer Marcos y sino también la de enero de 2001 que expulsó al presidente Joseph Estrada-, hasta la de ahora, alejada del sentir común del pueblo filipino que sigue siendo religiosamente devoto pero en su mayoría clericalmente desapegado, máxime si se trata de cuestiones estrictamente fuera de la órbita de las devociones y de los rezos.
Síntoma de este giro radical fuera legalización de la Ley de Salud Reproductiva de 2012, rechazada por la jerarquía filipina pero aplaudida por la mayoría del pueblo, que ocurrió durante el mandato (y con el beneplácito) del presidente Benigno Simeón Aquino, hijo de la archidevota expresidenta Corazón Aquino, prácticamente canonizada por el Cardenal Sin. Se consolidó este mismo cambio de paradigma durante el mandato del anticlerical y misógino Rodrigo Duterte que en su juventud víctima del abuso sexual por un sacerdote jesuita norteamericano ya difunto asignado a Filipinas.
Un establishment clerical identificado con la elite
La percepción general, sobre todo desde 1986 (y culminando en 2001), puede resumirse en los siguientes términos: la iglesia, es decir, el establishment clerical, se ha identificado no con el pueblo, con la masa sino con el gremio de los dirigentes, influyentes, poderosos por lo que el pueblo en su mayoría, desilusionado ya con las alianzas no del todo santas forjadas por sus clérigos, haya optado en los comicios por el candidato no apoyado abiertamente por la clerecía, cuya noción de esperanza es escatológica y elitista y no inmediata y populista. Esto es lo que obviamente ocurrió con Rodrigo Duterte en las elecciones de 2016. Pero esto ya había ocurrido, si bien más discretamente, en 2010 con la elección de Benigno Simeón Aquino, que en lo religioso difería mucho de su madre.
Desde al menos 2010, tras los escándalos percibidos de corrupción del gobierno de la mandatoria filipina más fotografiada con cabezas mitradas o con las palmas abiertas para recibir la comunión, Gloria Macapagal-Arroyo, el pueblo ha optado por el hijo de la némesis de esta en la última etapa de su mandato (tras haber sido apoyada por Aquino frente al antecesor de Arroyo, Joseph Estrada) puesto que Benigo Aquino no fue el candidato preferido entonces por los máximos jerarcas filipinos.
Los Aquino, bendecidos por la jerarquía
Dicho en otros términos, al menos a partir de la victoria de Benigno Simeón Aquino en los comicios de 2010, el pueblo ha venido buscando una alternativa al candidato apoyado por los clérigos. Los Marcos, al menos desde 1986, son o han sido una familia ‘vilipendiada’ por la iglesia (sobre todo por el ala de la misma que se identifica con la ideología del Cardenal Jaime Sin) a la vez son la antítesis de los Aquino, cuya matriarca era una hija privilegiada de la iglesia y cuyo hijo, pese a sus diferencias con los máximos jerarcas como queda dicho, sigue siendo amado por los jesuitas que lo educaron, sobre todo los vinculados con la universidad elitista de los mismos cerca de la capital filipina.
A pesar de haber gozado de las bendiciones apostólicas del establishment clerical, como primicias de la aprobación celestial, los Aquino han defraudado las expectativas del pueblo. Un botón de muestra de esto es el proyecto fracasado de reforma agraria aplicado a los terrenos vastos pertenecientes a la familia Cojuangco (Corazón Aquino era hija de José Cojuangco y Demetria Sumulong) y la masacre de campesinos durante una manifestación de protesta en la que clamaban la ejecución inmediata de dicha reforma deseada cerca del palacio presidencial el 22.01.1987 durante el mandato de la señora Aquino.
No se puede dudar de que en los mandatos de los dos Aquino seguían prevaleciendo los intereses dinásticos de la familia. Seguían imperando las fuerzas de la corrupción, nepotismo, violencia, ineptitud. Los Aquino, tan bendecidos por clérigos, mitrados o no, (lo mismo puede decirse Gloria Arroyo), son la elite que ha defraudado al pueblo. Por eso el pueblo, influido sobre todo por la campaña de desinformación y revisionismo imperante durante la época de Duterte al frente del país, ha querido buscar una alternativa, hasta el punto de volver a mirar hacia el régimen antes de la intervención populista del establishment clerical en 1986, olvidándose pragmática o momentáneamente de que los Marcos son también oligarcas. Pero son oligarcas vilipendiados recientemente por un establishment clerical que solo echaba incienso a los mandatorios que solo velaban por los intereses clericales, no cumpliendo las esperanzas imperantes e inmediatas del pueblo que consistía en mejoras de sus vidas sobre todo en términos económicos y sociales. Este sentimiento generalizado de rechazo hacia la clerecía, quizá el gran chivo expiatorio en todo esto por su falta de sintonía con el bienestar del pueblo, explica la oscilación del péndulo de 1986 al otro extremo. El resultado: el regreso de la familia Marcos al palacio presidencial de Malacañang después de 36 años de donde había sido expulsada en una acción colectiva en la que fue protagonista principal el establishment clerical.
Dos presidentas archidevotas
Corazón Aquino, junto al Cardenal Sin, al principio apoyaba a Gloria Macapagal Arroyo (hija del presidente Diosdado Macapagal y rival derrotado por el primer presidente Marcos en los comicios de 1965 y ahora una aliada del segundo presidente Marcos) para expulsar de la Presidencia a Joseph Estrada en 2001, acusado de corrupción y que desde siempre ha sido partidario de los Marcoses y que ahora es un aliado clave del segundo Marcos junto a Arroyo. Luego, el 22. 12. 2008, la expresidenta Aquino, también varios obispos y clérigos católicos, (entre ellos, Mons. Antonio Tobías, entonces obispo de Novaliches), públicamente pidió disculpas a Estrada puesto que se enfriaron sus relaciones con la entonces presidenta Arroyo, percibida como católica, devota y amiga de los obispos, como ella y ahora acusada a su vez por Aquino y sus devotos de corrupción. Esta oscilación para muchos esto significó la pérdida de credibilidad no solo de Aquino sino sobre todo la de la iglesia a los ojos del pueblo, puesto que se demostró que el establishment clerical, percibido como infalible en su función profética (como portavoz de Dios) ha errado o cambiado de chaqueta en el ámbito político, olvidándose de las aspiraciones inmediatas e imperantes del pueblo.
Gloria Arroyo, sin duda más pragmática y mejor preparada intelectualmente que Corazón Aquino, sabía que contar con el apoyo de las mitras era importante para tener el respaldo de la mayoría de los ciudadanos filipinos que eran católicos, conforme a la teoría quizá ya anticuada de que los fieles católicos filipinos son en general ovejas pasivas y obedientes de sus pastores. Siendo presidente regaló a algunos de ellos coches de lujo lo cual provocó un escándalo y por este motivo a dichos prelados se les denominó ‘Mitsubishops’ u obispos de Mitsubishi, la marca de algunos de los vehículos. Son inolvidables las imágenes de estos pastores, algunos de ellos compungidos y llorosos (pero todos devolvieron los vehículos de lujo) en el momento de su comparecencia ante la Comisión de Investigaciones del Senado de Filipinas, en julio de 2011.
El 30.06.2010, Arroyo ya había sido reemplazada por el hijo de Corazón Aquino (quien ya había fallecido el 01.08.2009), Benigno Simeón. Este tenía fama de no ser tan archidevoto de los hombres mitrados como su madre por lo que su talante también contrastaba con el de la también archidevota Gloria Macapagal-Arroyo, que en aquellos tiempos ya había perdido su popularidad en parte por su relación estrecha con el establishment clerical (hasta el punto de regalar a algunos obispos vehículos de lujo y de tener varios de ellos como parte de un gabinete informal de consultores). Arroyo también fue eventualmente encarcelada por corrupción durante el mandato del segundo Aquino cuya victoria se debió en gran parte por su actitud y política hacia el clerical establishment. Pero es preciso reconocer también que el fallecimiento de la misma Corazón Aquino en 2009, que sin duda ayudó en la candidatura y eventual victoria de su hijo (fallecido repentinamente el 24.06.2021) en 2010. El hijo se presentó como continuidad moral en pro del pueblo pero no al estilo ‘clericalista’ de la madre ya difunta, cuya vida ejemplar entonces, frente a la de los Marcos, sobre todo de Imelda, seguía teniendo mucha garra.
La noción de colaboración crítica del Cardenal Sin
La única alternativa, a tenor de todo ello, que le queda a la iglesia (o al menos a la jerarquía) es acabar con su elitismo partidista arraigado en su cultura clericalista y empezar a ser una jerarquía desjerarquizada, es decir, un establishment desestablecido de su clericalismo en orden a ser dialogante, estar dispuesta a la escucha, abierta a la conversación teniendo por prioridad los intereses, las inquietudes, las alegrías, las esperanzas (como rezara Gaudium et Spes) del pueblo. Aldesaestablecerse clericalmente, el establishment se trocará en un gremio o grupo de servidores de la Palabra.
Ciertamente, ha habido jerarcas que al parecer se han percatado de esta necesidad como Mons. Crispin Várquez, obispo de Borongan, que en una carta pastoral titulada ‘El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor’ (Mc 10, 43) amén de felicitar a los ganadores en las elecciones de 2022, les recordó la necesidad de hacer sacrificios para poder servir al pueblo, subrayando los problemas socio-económicos, ambientales, electorales, gubernamentales, recalcando la llamada del papa Francisco para gestiones en pro de los pobres (Fratelli Tutti núm. 180, 190 y 196). Lo que hace falta en esta carta pastoral tan emblemática es la referencia al cometido de servicio abnegado de los pastores de la santa iglesia.
Por su parte, en unas declaraciones a la prensa, Mons. Mario Peralta, arzobispo de Nueva Segovia (cabe notar que la diócesis de Laoag, bajo cuya jurisdicción se encuentra la tierra natal del primer presidente Marcos, es una sede sufragánea), le hizo llegar al nuevo presidente sus mejores deseos y su promesa de encomendarle en sus oraciones, implorándole que no desilusionara a la mayoría de los filipinos que son pobres y que apostaron por él, creyendo que su mandato significaría una mejora en sus vidas. Ferdinand Marcos Sr. era ilocano y Peralta es actualmente el máximo jerarca de la región filipina denominada ‘Ilocandia’.
Durante la ceremonia de la inauguración presidencial, el representante católico durante la oración comunitaria ecuménica con que se abrió el programa, fue el Cardenal Orlando Quevedo, O.M.I., ahora arzobispo emérito de Cotabato (y que fue uno de los denominados ‘Mitsubishops’ por la prensa), revestido de traje coral que suele usarse solo en ocasiones litúrgicas o paralitúrgicas. Al día siguiente, Quevedo concelebró con el Cardenal José F. Advíncula, arzobispo de Manila, y un puñado de sacerdotes, una misa de acción de gracias para iniciar el mandato del nuevo presidente y de la nueva vicepresidente (Sara Duterte, hija del predecesor inmediata de Marcos), en el Santuario Nacional de San Miguel y los Arcángeles, que es el templo parroquial del Palacio de Malacañang. El prelado de la sede manileña instó a Marcos Jr. (que ya había sido gobernador, diputado y senador sin grandes ni significativos logros) a que pusiera su mandato al servicio del bien común y dirigiera el país hacia el camino de la justicia y de la paz. Advíncula en su homilía también rogó al nuevo presidente que trabajara por el bien no solo de los individuos o grupos específicos sino de la sociedad filipina en su integridad. A tenor de todo ello, el purpurado de la capital filipina exhortó a los dirigentes a que dedicaran sus vidas en el servicio del pueblo, sirviendo sobre todo a los necesitados y desfavorecidos a la vez que pidió al pueblo que encomendaran en sus oraciones a los dirigentes filipinos y que apoyaran a los mismos.
El Cardenal Jaime Sin, el prelado filipino más visible y prestigioso (que llegó a ser presidente de la Conferencia Episcopal Filipina de 1977 a 1981) por ser el pastor de la capital filipina de 1974 a 2003, con la ayuda de sus colaboradores confeccionó y popularizó la expresión ‘colaboración crítica’ para categorizar su relación (y, en efecto, la de la iglesia filipina) con el gobierno del primer Marcos durante aquellos años de tinieblas y lágrimas de la Ley Marcial. Estos días, tras la victoria del segundo Marcos, estamos presenciando un renacimiento muy destacable de esta misma postura o actitud que de hecho nunca se ha desaparecido del todo, no porque siga proyectando su sombra sobre la vida eclesial filipina desde su tumba el ahora desaparecido Sin, sino sobre todo porque socialmente siempre se ha definido el establishment clerical de Filipinas por medio de relación con los poderes existentes e imperantes del momento en lugar de identificarse predominantemente a nivel social con la inmensa mayoría de pobres y marginados que suelen ser víctimas de las fuerzas superioras, peones manipulados en las luchas sectarias, títeres en los juegos políticos y dialécticos de los poderosos tanto de la esfera civil como de la eclesiástica. En Filipinas, es ley de vida que en estas contiendas siempre se vean envueltas las ovejas que son a la vez ciudadanos. En la vida eclesial los fieles o vecinos no tienen voz ni voto en los nombramientos en las más altas esferas, es decir, son ovejas pasivas y obedientes mientras que en la civil son electores o fuentes de poder para los que componen los altos estamentos.
Para demostrar esto, solo hace falta echar la mirada hacia aquella revolución de 1986. El Cardenal Sin, en una hora no muy santa y por la radio (Radio Veritas que sigue siendo propiedad de la Archidiócesis de Manila), despertó y convocó a la gente para algo que él mismo percibía como una santa misión, invocando tanto a Dios como a la Virgen María. Pidió al pueblo (específicamente a los de Metro Manila) que rezara y que saliera del confort de sus casas aquella noche para apoyar (proteger) con su presencia (sus cuerpos) a los rebeldes encabezados por el entonces general Fidel Ramos (que sucedió a Corazón Aquino como presidente en 1992 y ahora retirado en su casa) y el entonces ministro Juan Ponce Enrile (ahora otra vez aliado y miembro del gabinete de Marcos Jr. con 98 años y recién recuperado del Covid-19) que se encontraban en el Campo Aguinaldo, sede del Ministerio de Defensa de Filipinas.
Pero nunca hizo acto de presencia, nunca estuvo presente físicamente con sus feligreses durante aquellos 4 días que duró la revolución. Estos, convocados por el entonces cardenal de Manila, se exponían a los cañones y ametralladoras de los militares entonces fieles a Marcos, mientras que el pastor se quedó en la comodidad de su capilla privada por lo que algunos después le denominaron, sobre todo durante los momentos álgidos del régimen de la primera Aquino, la versión filipina del ‘flautista de Hamelín’. Al final, cuando los Marcos ya estaban en el exilio gracias a la colaboración norteamericana (del gobierno del entonces presidente estadounidense Reagan), Sin fue aclamado como uno de los ‘héroes de la revolución de 1986 o Edsa 1986’ sin haber estado físicamente en Edsa (Avenida de Epifanio de los Santos, el sitio donde tuvo lugar la revolución filipina de febrero 1986). Incluso en misas multitudinarias celebradas por él mismo, Sin permitió que las masas lo aclamaran como ‘profeta valiente’, como rezara una canción no litúrgica que se compuso para esas celebraciones triunfalistas.
Es irónico que el cardenal más ‘político’ de la historia filipina solo haya honrado con su presencia física numerosas fiestas, celebraciones e incluso demostraciones políticas, organizadas y bajo el amparo de sus partidarios y no en lugares o ámbitos neutros. Solo hizo acto de presencia en eventos que promovían su interpretación ideológica de la política del país, imponiéndola a todos los católicos filipinos, rodeado de sus ayudantes y colaboradores que portaban paraguas, abanicos y otras amenidades y que nunca haya caminado en plan de solidaridad con su pueblo necesitado para plantar cara a tanques, cañones de agua, gas lacrimógeno, porras o balas. Nunca estuvo físicamente junto a sus feligreses en los verdaderos campos de batalla y fuera del amparo de sus partidarios, que tuvieron que sufrir incontables privaciones en aquellos momentos cruciales de la historia en que todos, independientemente de clases sociales, profesiones o ideologías, anduvieron por las calles, las junglas de la opresión política ‘con el culo al aire’, enfrentados con el poder imperante y opresor del momento, en algunos casos apoyado por Sin mismo, como Corazón Aquino, Fidel Ramos y Gloria Arroyo cuyos mandatos distaban mucho de ser perfectos.
Pocas veces el establishment clerical se ha mostrado solidario en el sentido físico con los marginados pero nunca han faltado expresiones verbales o escritas elaboradas o expresadas en templos o chancillerías todos separados de la inmediatez por las vallas de las distancias y la holgura de las prebendas por lo que los efectos inmediatos de las mismas en el autor o predicador son amortiguados. En Manila -y se subraya Manila aquí por ser el epicentro eclesial y civil de Filipinas, por ejemplo, recientemente solo se puede citar como edificante el ejemplo del sucesor inmediato de Sin en la sede manileña, el Cardenal Gaudencio Rosales. Este en diciembre de 2007, con su presencia y disponibilidad física, apoyó a los campesinos de su diócesis anterior de Bukidnon cuando vinieron a Manila a traer personalmente sus protestas a los gobernantes inmunes a los sufrimientos de aquellas gentes de provincias por la distancia lujosa de la capital filipina de la realidad sureña y que fundó en la Manila sempiternamente capitalista el ‘Pondo ng Pinoy’ el 11.06.2004, un proyecto de recaudación de fondos (que el mismo Rosales había comenzado en 1982 en su primera diócesis de Bukidnon) para Caritas y sus proyectos y cuya base es una teología de las migajas que caen de mesas superabundantes, es decir, no se trata de simplemente hacer un donativo sino en hacerlo con constancia aunque la cantidad sea pequeña.
Una llamada a una presencia física solidaria
En sí misma la noción de ‘colaboración crítica’ es laudable, pues por lo pronto implica prudencia y objetividad, cercanía y distancia, diálogo y enfrentamiento. Pero es también inevitable. Claramente, el establishment clerical necesita la ayuda y colaboración del gobierno, sobre todo para sus propios proyectos, empezando con sus actividades caritativas que en teoría deberían estar en favor de los más pequeños, que han de ser, siguiendo a san Lorenzo el diácono, los verdaderos tesoros de la iglesia, el lote (kléros) más preciado, el patrimonio verdadero y no solo un instrumento (peón, títere) para conseguir los intereses quizá compartidos tanto por los clérigos como por los gobernantes, sobre todo en pueblos o lugares en que el pueblo es más susceptible de ser movidos y manipulados por intereses que se presentan como conformes a los ideales de evangelio o constituyentes del bien común pero que en realidad son guerras fratricidas de dos sectores autónomos que tienen el cometido común de servir al pueblo desde sus propias competencias. Palmariamente, dicha relación con el gobierno ha de ser crítica mas esta crítica tiene que comenzar consigo mismo, tiene que empezar con los mismos pastores, con la misma clerecía.
Siendo así, el establishment clerical necesariamente tiene que convertirse. Para empezar, es deseable que al emprender la colaboración crítica con los dirigentes, nuestros pastores se miren constantemente ante un espejo para determinar sus motivos, ver sus propios defectos, discernir las circunstancias. De ahí que ellos inicien una revolución que puede tomar cuerpo en un conjunto de actos concretos: como el de dejar de ser capellanes particulares de algunos para ser pastores para todos, como el de abstenerse de misas en las capillas privadas (o templos grandes reservados) y de los banquetes bacanales con los correspondientes sobres forrados en que se guardan los cheques o billetes, para en cambio frecuentar las chabolas, las comidas sencillas con regalos intangibles como sonrisas, lágrimas, palabras de agradecimiento (a veces acompañados de detalles pequeños pero significativos en especie como una cesta de fruta o verduras, un plato casero, unos kilos de arroz, un gallo, un pastel, un donativo humilde en efectivo). En vez de oler a Christian Dior, los pastores deberían oler cristianamente a sus ovejas, como dijera el papa Francisco.
En Evangelio, vivido en las calles
A tenor de todo ello, cabe desear que la actividad pastoral no se limite a homilías, pronunciadas con las mitras y casullas puestas y en púlpitos elegantes, ni a pronunciamientos o ruedas de prensa en lugares con aire acondicionado y acompañadas de refrescos. Asimismo cabe esperar que las consecuencias más radicales del Evangelio sean vividas en las calles, en los hogares sobre todo más humildes, en los sectores más marginados, entre los más necesitados, los más pequeños, los más indefensos.
Los clérigos no solo deberían indicar, mandar, trazar, definir el camino sobre el que hay que caminar como y para ser iglesia. No solo deberían señalar el sendero por donde viajar sino que sobre todo deberían viajar con las ovejas en busca del pasto deseado y beneficioso para todos, sufriendo las mismas fatigas, compartiendo las mismas alegrías, difundiendo las mismas esperanzas no desde una categoría de superioridad sino desde una condición de solidaridad, sin dejar de ser ministros ordenados en la comunidad siendo a la vez servidores de la Palabra, como todos los fieles.
Al clerical establishment de Filipinas, no le queda otra alternativa.
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