Aunque nacido en Jerez, gran parte de la vida de Ruiz Peña ha transcurrido en Castilla: dieciocho años en Burgos, casi treinta en Salamanca. Desde Burgos dio a la luz en 1962 el poemario “Andaluz solo”, serena y orgullosa profesión de fe en sus raíces andaluzas. Me permito acercaros unos versos de arte menor y sentimiento mayor de dicha publicación:
VIENTO DEL SUR
Blanca de cal, Molinero,
calle donde yo nací,
donde la luz se hizo sueño.
Qué lejos de ti, qué lejos.
Olor a jazmín me trae
el viento del Sur, ¡mi viento!
Es Florentino Martínez Ruiz quien con más hondura ha definido la personalidad del poeta jerezano: “Ruiz Peña es un lírico puro, desnudo, sobrio –sobre todo a partir de una consideración andaluza de su existencia–, que intenta y lo consigue ser tan puro como el aire o tan transparente como la luz. Quizá haya sido Castilla la “gran desnudadora”, como dijo en preciosa ocasión Díaz-Plaja, el crisol donde se han majado los elementos sensoriales y las trepidaciones humanas, pues el poeta jerezano actúa, andaluz sometido a la prueba de la meseta, como Bécquer, como Antonio Machado...”
Una curiosa observación: no he encontrado en Internet imágenes de Juan Ruiz. El presente retrato lo he tomado del magnífico servicio de hemeroteca del diarioABC (pulsar), que permite imprimir con gran calidad cualquier página de su centenaria y admirable historia.
"ACABO DE VER UNA ESTRELLA SOLA..."
He escrito en el precedente post (pulsar) que no había encontrado obra lírica de Juan Ruiz en ninguna selección de la generación del 36, su generación. Pero habrá que matizar un poco: descubrí versos suyos en dos importantes antologías de Poesía Religiosa: "El Dios del mediodía. Fe y creación poética en Andalucía", BAC 1997, 930 páginas, y en la "Antología de Poesía Religiosa", de Leopoldo de Luis, Alfaguara 1969, donde se pueden leer once poemas de Ruiz Peña. El primero de ellos "Acabo de ver" lo reproducimos a continuación.
Podrían ayudarnos, como clave de interpretación, los siguientes párrafos recogidos de su "Poética":"El hombre no desea morir ni vivir. Ansía algo, pero no sabe qué. Este es también mi dramático secreto. Quiere esto decir que, metafísicamente hablando, siempre he sentido espoleada mi alma por la Divinidad. Pero, ¿cómo intuirla? Sólo con la imaginación es posible abarcar el universo. Resulta entonces que es la poesía el instrumento mejor para descifrar el silencio de la Divinidad. La poesía es una especie de redención de la vida."
ACABO DE VER
Acabo de ver una estrella
sola,
en la noche clarísima, de luna,
ahondo: brillan acuosas varias estrellas más,
me parece un misterio su fulgor,
yo no sé qué pensar;
abajo, allá, se ven
ventanas encendidas de rascacielos, torres,
calles, gentes, ruidos
de motores, eléctrico
colorido de anuncios luminosos;
vuelvo a mirar la estrella
que parpadea dorada como si Tú la hicieras
brillar con un resorte,
pero yo sé que tú
estás y no estás en lo lejano, como mi alma,
porque dentro te siento
infundiéndome vida, conciencia universal,
Padre inmenso del mundo.
"Y NUNCA FUE MÁS FELIZ QUE EN EL SILENCIO OLVIDADO..."
Con el poema "El alma está en la materia" nos enfrentamos a versos escritos por el jerezano en diáspora, para su ultimísima publicación lírica,"Arco iris"(1983). Todo es uno. La materia del mundo adquiere humanidad por las matrices del corazón del poeta. El alma vibra en las cosas como la sangre en las manos. Es el alma del soñador un activo laboratorio que "crea, descifra, vislumbra y deslíe todos los impulsos recibidos, los absorbidos paisajes, las experiencias infantiles, los deseos participados (Florencio Martinez Ruiz)."
Las cosas, la materia, el paisaje, más que fuera, están dentro del observador ensimismado. "La realidad no se elude, se transforma; los árboles, la luz, las nubes pasan de la contemplación al alma, o quizás es el alma —es decir: su melancolía, su amor, sus sueños personales— lo que pasa al entorno natural que el poeta hace suyo (Francisco Arias Solís)."
EL ALMA ESTÁ EN LA MATERIA
El alma está en la materia
como la sangre en las manos,
domingo, sol, la ventana,
los visillos del despacho
y la claridad de abril
poniendo un nimbo azulado
sobre las cosas, sentimos
sus almas dentro y vibramos
profundamente, el amor
descubre el latido humano
de la madera, del cuero,
del vidrio, del calendario,
o burgalés cofrecillo
en que se cifra el pasado;
nada de sueños, verdad,
el camino de los álamos
y con el norte de cara,
el viento barría el páramo
sonoro de carrascales,
y crujir de escarcha y barro
mientras rasgaba a una nube
un azor, negro relámpago;
luego sentado en las piedras
el hombre hallaba descanso
y nunca fue más feliz
que en el silencio olvidado.
"PLUMA ES SU DULCE PESO..."
Dejamos para final lo que tenía que haber sido principio: el amor, que fervorosamente canta Juan Ruiz en la última sección de "Vida del poeta" y titula "Las llamas del hogar". No nos detendremos en el primero de sus poemas, "Oración del esposo", hermosísimo, porque ya lo disfrutamos en otro post bajo la protección de san Valentín (pulsar). Está situada "Invocación" en el sprint final del premiado adonais.Y su expresión es sencilla, directa, más en hora castellana que andaluza.
Observamos, en el poema, feliz correspondencia de miradas entre la niña("en sus ojuelos negros aflora la sonrisa") y el poeta, ("mirándola río..."), como expresó Miguel en sus tremendas nanas. ¿Y por qué será que se quiebra, en mitad de cada estrofa, el ritmo heptasilábico, como si faltara aliento? Sin duda, porque al padre poeta, que hasta hace sólo cinco años estuvo viviendo en propia carneel horror de dos guerras, le es difícil imaginar próximos años felices.Y suplica temblorosamente al Padre del cielo protección y bienestar para los suyos... La angustiosa impetración final "¡Alárgame la vida!" fue escuchada: se prolongó todavía su existencia más de treinta años hasta un 25 de abril de 1992, que falleciera en la Sevilla de su ilusionada juventud.
INVOCACIÓN
Jarrón de lilas frágiles
que la casa perfuman,
y fulgor
morado del ocaso brillando en la penumbra.
Mi esposa es queda sombra.
Los visillos repliegan
leves manos
que en mis brazos confían a la niña despierta.
Pluma es su dulce peso;
en mi pecho reclina
la cabeza,
y en sus ojuelos negros aflora la sonrisa.
Si mirándola río,
soy dolor en el fondo;
con el alma
en lágrimas, Señor, vuestra piedad invoco:
¡Alárgame la vida!
¡Vea logrado el fruto
de mi amor!
¡Déjame que lo guarde del huracán del mundo!