ORAR 3: Respiración y Orar con el cuerpo
No sólo el hombre: hasta las plantas necesitan oxígeno para respirar. Un ser vivo puede estar varias horas sin comer, dormir o tomar agua, pero no puede dejar de respirar más de tres minutos. Sugerimos cuatro ejercicios espirituales vinculados con la respiración y algunos movimientos corporales facilitadores de una intensa comunicación.
Se llenan mis pulmones de Dios... En Génesis 2,7 leemos: “Entonces Yavé formó al hombre con polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y lo hizo un ser viviente.” El aliento de Dios infundió vida al primer hombre. Si el Espíritu divino retuviera hoy su aliento vivificador sobre el universo quedaríamos aniquilados. Por eso, un ejercicio de oración de gran calado experiencial podría ser sentir que el aire que respiramos está cargado de energía y de la presencia de Dios. Imaginar la atmósfera como un inmenso océano de vida.
El ejercicio consistiría en una doble vivencia, que podría repetirse:
al inspirar:se llenan mis pulmones de energía divina.
al espirar: elimino impurezas, purifico mi cuerpo y sus potencias.
RELAJACIÓN INICIAL
Cada vez que abrimos un espacio de Oración, se podría iniciar con el siguiente ejercicio de relajación:
Inspiro aire. Con voz suave y prolongada pronuncio, en la espiración, la palabra “paaaaaz”. Envío primero la relajación a la cabeza. Después, a todo el cuerpo. Se va inundando el organismo de una deliciosa y profunda sensación de paz. Quedan cuerpo y espíritu dispuestos al encuentro con el Señor.
ORAR UNA PALABRA O FRASE
Inspirar primero. En la espiración se pronuncia una palabra de alto contenido espiritual como “Jesús”,“Señor”, “Abbá”, “Padre…” O una frase intensa, cordial, como “mi Dios y mi todo”, “Ven, Señor Jesús…”
Se repite este ejercicio. Irá creciendo en amor y devoción el corazón del orante, inundado el ser entero. Es hermoso saber que uno no está solo cuando reza. Que toda la iglesia respira con nosotros. La frecuencia se irá distanciando, cediendo protagonismo al silencio.
ORAR EN DOS TIEMPOS
“La oración de Jesús”, también llamada “Oración del corazón”, es una modalidad de rezo practicado ya en los primeros siglos. Combina una palabra o frase con respiración, y se hizo popular en occidente a raíz del éxito editorial del sorprendente diario espiritual “El peregrino ruso”.
Veamos un ejemplo. Queremos orar el texto “Jesús, hijo de Dios, ten piedad de mí”. Y se propone dividirlo en dos momentos:
inspirando, se dice subvocalmente “Jesús, hijo de Dios”, y
espirando:“ten piedad de mí”.
Cada espiración relaja y enfervoriza, más y más, cuerpo, alma y espíritu.
NOTA IMPORTANTE: parece obligado señalar que no es fácil, que es imposible, inspirar y pronunciar, al tiempo, en voz alta, una frase. Deberá decirse subvocalmente, internamente, tan solo.
Conozcamos ahora otra jaculatoria, otra plegaria: “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme”.
inspirando, se recita: “Dios mío, ven en mi auxilio”. Y
espirando: “Señor, date prisa en socorrerme”.
La gracia de estos ejercicios no está en realizarlos con fidelidad formal, sino, sobre todo, en vivirlos con fe, con sentimiento, con amor, con entrega... Si no hay conciencia de Presencia, se llegarán a ejecutar como pesado ejercicio de gimnasia o logopedia.
ORAR CON EL CUERPO
Última propuesta para enriquecer la oración personal: orar con el cuerpo. No es malo el cuerpo y Dios se hizo carne en Jesucristo, que vivió con intensidad todas las emociones del ser humano. No somos un alma prisionera de un cuerpo sino un hijo de Dios con cuerpo (soma), alma (psyché) y espíritu (pneuma). La oración unifica las tres realidades. Así pensaba Pablo, a pesar de la dualista cultura dominante:
“Que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserven sin mancha hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes 5,23).
Así que no debería permanecer lo corporal marginado, pasivo, en la comunicación afectiva con el Padre. La expresión no verbal suele transmitir mucho más de lo que sospecha el emisor. Pero no es este nuestro caso. Porque Dios no necesita nuestra transparencia: somos nosotros quienes necesitamos una manifestación corporal creativa y honesta.
DOS PASOS ANTES DEL LUGAR DE LA ORACIÓN
Investigando el tema de la oración en los Ejercicios Ignacianos, me han sorprendido algunas indicaciones de valiente novedad. Como cuando, en 258, presenta el tercer modo de orar “por compás”, alternando la recitación del Paternoster con la respiración (o “anhélito”, o “resuello”). Pero me gustaría destacar, en este momento, una sutil observación del santo cuando, en el 75, pone en boca del ejercitante que se dispone a meditar, el siguiente compromiso: “un paso o dos antes del lugar donde tengo de contemplar o meditar, me pondré en pie, por espacio de un Pater noster, alzado el entendimiento arriba, considerando cómo Dios nuestro Señor me mira, etc., y hacer una reverencia o humiliación.”
En la anotación, con psicogeografía, se reserva un simbólico sector de la sala para la oración, algo así como el matorral de la zarza ardiente. Curiosa acotación de un espacio sagrado donde penetrará el piadoso ejercitante para encontrarse con Dios. Precisamente, en la primera sección de esta antología, “Dentro de mí” (pulsaraquí), se incluye el poema “La meditación”, del poeta malagueño José Moreno Villa, que realizó con jesuitas estudios primarios y bachillerato, y reproducimos a continuación:
LA MEDITACIÓN
Un cerco de finas púas
ciñe toda meditación:
cada entrada en el cercado
es estría en el corazón,
o cabello cano en el pelo,
o en la frente duro tachón.
Pero, ¿quién rehuye la entrada?
¿Quién se queda sin ver a Dios?
UN ORANTE NO ES UNA ESTATUA DE PIEDRA
En la liturgia, los devotos asistentes movilizan su cuerpo con variadas posturas (de pie, sentado, arrodillado...), realizando gestos (señal de la cruz, golpes de pecho, mano extendida para la comunión, beso y abrazo al darse la paz...). Protagonista es también la voz, en diálogo con el celebrante. Y no olvidemos la canción (“el que canta, reza dos veces”).
¿Y cómo vivimos corporalmente la oración privada? Bueno, a lo mejor nos convertimos en santos de retablo... Os voy a copiar otro párrafo del Directorio de Ejercicios 76, muy próximo al que hemos presentado. ¿En qué postura iniciar la oración en el espacio sagrado al que acabamos de acceder?:
“entrar en la contemplación, quándo de rodillas, quándo prostrado en tierra, quándo supino rostro arriba, quándo asentado, quándo en pie, andando siempre a buscar lo que quiero...”
No recomienda Ignacio una postura corporal como la mejor. Acepta cualquiera de ellas, si conduce al encuentro con el Señor: “si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaré adelante, y si prostrado, asimismo, etc.”. Y a continuación escribe: “en el punto en el qual hallaré lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante, hasta que me satisfaga.” Lo que parece sugerir el santo guipuzcoano es que es importante dejar hablar al cuerpo, incluso en la oración privada.
Cierro este apartado sobre el cuerpo con una confesión personal. Cuando al levantarme ofrezco la jornada a Dios, no encuentro dificultad en expresar mis sentimientos desde los pasillos del corazón. Pero cuando me santiguo muy lentamente, ofreciendo a Dios el día, siento la mirada cercanísima de Dios rozando mi piel. ¿Tanto impacto de Presencia puede provocar un simple gesto como signar el cuerpo?
1. ME GUSTARÍA ORAR (apuntes)
ÍNDICE de ENLACES: pulsar el título de un ENLACE
ORAR 1: Para qué…
ORAR 2: La lectura rezada
ORAR 3: Respiración y Orar con el cuerpo
ORAR y4: Oración contemplativa y Orar con psicodrama
2. POESÍA PARA MEDITAR
QUINCE ENCENDIDOS RETABLOS DE ORACIÓN (pulsar aquí).