Roberto Cabral 1. NUESTRAS DOS GRAVIDECES
OCHO POETAS MEXICANOS
Por eso nos estamos permitiendo ahora dar a conocer un puñadito de buenos poemas, y que la gente opine por sí misma y no se deje arrastrar por prejuicios de condena o ignorancia. Roberto Cabral perteneció, en la década de los 50, al creativo grupo Ocho Poetas Mexicanos. “La crítica los mantiene relegados –informa Maritza M. Buendía– por haber publicado en Ábside, editorial con fuerte sello católico.” El mismo Roberto reconoce con posterioridad: “nos perjudicó que el primer libro saliera en “Bajo el Signo de Ábside”, una revista editorial, digamos confesional, dirigida por sacerdotes...”
Curiosamente, por otro lado, todos los poetas del grupo fueron incluidos en una antología de la Biblioteca Nueva de Madrid, dedicada a la poesía de América Latina. Nos unimos a ellos desde “Religión Digital”, ofreciendo un granito de queja a la marginación a que fueron sometidos por años y hasta décadas:ardía México, por entonces, en la perseverante hoguera anticatólicade la primera mitad de Siglo.
LATE EN TU VIENTRE UN HIJO
Los siguientes versos fueron escritos con posterioridad a su enlace matrimonial, en 1944, con Alicia Bowling, que engendraría cinco retoños del mutuo amor: Laura Alicia, María Luisa, Roberto, Carlos y Fernando. En juego consonante de rima, que será un clásico de su composición lírica, desahoga su emoción el poeta en escuetos versos de padre feliz (“en mi cerebro un canto”). Lo más original del escrito, lo más intenso, que corresponde con primitivos rituales de ciertas culturas: a tal punto el esposo se identifica con la fecunda y poderosa espera de la madre, que vivencia con ella la orgullosa plenitud de la preñez.
LOS ESPOSOS
Late en su vientre un hijo
y en mi cerebro un canto.
Podemos esperar, a plazo fijo,
la cosecha de risas y de llanto.
No turben impaciencias ni algaradas
este vasto silencio de cipreses.
Que descansen serenas, abrazadas,
nuestras dos gravideces.
EL SÓLIDO EDIFICIO DE TU SAGRADO CUERPO
En el poemario “Por merecer la gracia”, se incluyen los versos de “Alabemos”, fervoroso cántico a la mujer, que nos invita a releer el Cantar de los Cantares (4,1-4; 6,4-9), y piropea su belleza y perfección, su misterio (“sagrado cuerpo”, “arcano”) y su ternura, descubriendo, en lo más íntimo del cuerpo, panales de dulzura. Allí se entroniza el santuario de la vida: “templo del inefable sacrificio” (el parto con dolor, ¿correctivo de Dios?: “multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos”: Gen 3,16?).
El encanto del salmo de alabanza se quiebra brutalmente en el último verso (“para que la devoren los gusanos”). Sugeriría que, antes de profundizar personalmente en el misterio de la muerte, meditásemos el similar soneto “Oración por la belleza de una muchacha”, de Dámaso Alonso, que, encendiendo el sonido y manejando el ratón con parsimonia, se os desplegará, en PPS, pulsandoaquí.
ALABEMOS
Alabemos el sólido edificio
de tu sagrado cuerpo, la estructura
de gracia de su esbelta arquitectura,
de su fábrica toda en ejercicio.
Labios, ojos y manos en su oficio
tan diestros, tan maestros de ternura;
gruta de la recóndita dulzura;
templo del inefable sacrificio.
Alabemos a Dios en la garganta
musical, en los mármoles hermanos,
el alto cuello, la menuda planta.
Alabémoslo en fin en sus arcanos:
tan suma perfección, belleza tanta
para que la devoren los gusanos.
Y YO TE LLEVO OCULTA, FECUNDA, PERMANENTE...
La infancia de Roberto Cabral fue muy triste: con solo dos años perdió a su padre, con quince a la madre, y tuvo que cuidar como jefe de familia a sus dos hermanas, habiendo heredado negocios ruinosos. Sus versos, tan biográficos siempre, reflejan, con hondura y pasión amorosa, la ausencia –que es también presencia– sobre todo de la madre (“ni llanto, ni cicatriz, ni olvido”).
Es emocionante el sentimiento de permanencia, de salvación, de una madre que se despide, in extremis, del hijo, pero se siente prolongada en la aventura existencial de su propia sangre. En el poema de hoy, “Se dijo que una madre ha muerto”, la vivencia es contraria: se dirige a la madre invisible, pero cercana, el hijo. Con ojos de Roberto la madre mira hoy. Con la voz de Roberto la madre habla hoy. Y sigue viva con su vitalidad. ¿Muerta la madre? De ninguna manera: vive en el hijo, como vivió el hijo huésped en su materna entraña... Ella es el tronco del árbol de la vida, su hijo ramaje nuevo, “alto sostén de nidos...”
SE DIJO QUE UNA MADRE HA MUERTO
Recuerdo no; ni llanto, ni cicatriz ni olvido.
Vida viva en mi llama y en mi fe y en mi fuerza.
Hoy, como antaño huésped en tu materna entraña,
los dos con una única voluntad aferrándonos,
los dos soñando fieles nuestro cabal destino.
Años hace que nadie percibe tu presencia,
como si hubieras muerto como un muerto cualquiera.
Fuiste, por todos ellos, enterrada y llorada,
llorada y olvidada... como los muertos de ellos.
Y yo te llevo oculta, fecunda, permanente,
más viva en mí, doliente, por el amor transida.
–¿Ciega...?–Mis ojos miran
para los ojos tuyos.
–¿Muda...?–Mi voz –tus voces
eternas– florecida.
–¿Inmóvil...?–Y yo todo
vibración, ritmo, vuelo
de tu inicial impulso.
–¿Muerta...?–¡Y el hijo vive!
Sueña, canta, palpita, que yo gozo tus gozos.
Vivo la verdadera vida tuya en mi vida.
Eres mi tronco firme, yo tu ramaje nuevo,
arpa del viento, sombra y alto sostén de nidos.
ROBERTO CABRAL DEL HOYO
Insigne poeta, formó parte del histórico
grupo Ocho Poetas Mexicanos
1.Nuestras dos gravideces
LOS ESPOSOS
ALABEMOS
SE DIJO QUE UNA MADRE HA MUERTO
2.Me prestaste tus ojos para verme
HASTA QUE TÚ, SONRIENTE
TE QUIERO PARA TI
ESAS COPLAS
3.Siempre que logro darme por entero
EN LAS MANOS DE DIOS
LA FELICIDAD
MIENTRAS TÚ TE ILUMINAS
4.Y plenamente aún enamorado
ENAMORADO
LA DECLARACIÓN DE AMOR
EL MILAGRO
5.La sonrisa de Dios
LA SONRISA DE DIOS
TRÓPICO
EN LAS IGLESIAS OPULENTAS
6.Sangrando a borbotones
DE LA BELLEZA
EL MENSAJE PERDIDO
POLVO Y SUEÑO
7.Tal vez como a los pájaros me asistes...
DICHO CON ROSAS
UNA VEZ MÁS
PREMONICIONES
y8.Dos importantes poemas, para finalizar
PECADOS
AGUZO LOS SENTIDOS