Rumanía Mărțișor, una tradición rumana dedicada a la mujer en el 8 de marzo
La comunidad rumana en Euskadi trabaja por mantener sus raíces
| Vicente L. García (Txenti)
Una de las preocupaciones de todo pueblo que vive en la diáspora es mantener sus tradiciones, su cultura. Y en esa tarea se afana la Asociación Vida Cultural Rumana Errumakultur que nació en Euskadi hace casi dos años.
Su presidenta, Valentina Gianina Stan, nos habla de la última celebración que se inicia el 1 de marzo y que tiene su duración hasta el 8 de marzo: “Mărțișor es la fiesta de la primavera, una fiesta típica de Rumanía, que lleva el nombre de Mărțișor en nuestra lengua, en la que se le da la bienvenida a la primavera y se celebra la derrota del invierno por la estación de la frescura y la alegría. El Mărțișor es una de las fiestas ancestrales de Rumanía y consiste en la elaboración de un amuleto artesano, que lleva el mismo nombre, al que se le ata dos hilos, uno de color blanco y otro rojo, simbolizando la dualidad entre invierno y primavera. Se regala a las niñas y a las mujeres, que lo llevan en la solapa o como pulsera en la muñeca, para que atraiga la buena suerte y gocen de salud todo el año.” La comunidad rumana de Vitoria-Gasteiz, que se encuentra muy arropada por la parroquia ortodoxa rumana de la ciudad, celebró esta fiesta el pasado día 2 de marzo.

La labor de esta Asociación consiste en legar a las jóvenes generaciones aquellas raíces de su tierra, por ello, “para elogiar el Mărțișor preparamos un taller de manualidades, en un ambiente que recordaba a las reuniones tradicionales del pasado, donde estuvimos tejiendo, cosiendo marcapáginas y elaborando los tradicionales martisoare (amuletos) mientras cantábamos canciones folklóricas rumanas.”
Esta tradición tiene un toque romántico ya que la tradición es que sean los hombres quienes regalen estos amuletos a sus seres queridos “para proteger su ternura y sensibilidad.”
La tradición de la celebración del Mărțișor fue incluida, en 2017, en la Lista del Patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.

Y como muchas tradiciones tienen detrás una leyenda que ha sido transmitida de generación en generación y en la que encajan todos los detalles de la celebración. Esta es la leyenda en la que se sustenta la celebración del Mărțișor:
Una vez, en tiempos muy lejanos, el sol bajó a una aldea y se mezcló en una celebración popular, adoptando el cuerpo de una bella joven. Un dragón la esperó y la raptó, encarcelándole en un calabozo. El mundo se entristeció. Los pájaros ya no cantaban y los niños dejaron de reír. Nadie se atrevía a enfrentarse al dragón hasta que un día un muchacho muy valiente se armó de valor y decidió ir a salvar al Sol. Su viaje duró tres estaciones: verano, otoño e invierno.
Al encontrar al dragón, que estaba en su castillo, empezaron a luchar. Se enfrentaron durante días enteros hasta que el dragón fue derrotado. Debilitado de sus poderes y herido, el joven liberó al Sol. El astro se levantó al cielo, haciendo que todo el mundo volviera a sonreír. Pero el valiente muchacho no llegó a ver la primavera. Su sangre caliente cayó en la nieve. Cuando la nieve empezó a derretirse, salieron unas flores blancas, ghiocei o campanillas, los heraldos de la primavera. Incluso la última gota de sangre del chico se escurrió en la inmaculada nieve. Desde entonces, los jóvenes entrelazan dos borlas: una blanca y una roja. Los ofrecen a las chicas a quienes aman o a sus seres queridos. El rojo significa el amor por todo lo que es hermoso, que recuerda al color de la sangre del valiente chico. El blanco simboliza la salud y la pureza de la campanilla, la primera flor de la primavera.
Non solum sed etiam
Me resulta curioso que el 8 de marzo se cuele esta fiesta tradicional rumana que con su toque romántico y pastoril pretende ser un homenaje a la mujer por parte del hombre. Algo que “algun@s” tacharían de tradición machista, algo que no creo que comparta el pueblo rumano, interesado en mantener esta tradición. Y, además, si nos fijamos en la leyenda en la que se forja esta fiesta del pueblo rumano, el cuento no habla de un San Jorge ni de un príncipe Valiente para la Bella Durmiente, es u chico que termina casándose con la chica y comiendo perdices, sino que entrega su vida a cambio de nada, bueno de nada no, a cambio de hacer felices a todo un pueblo. ¿les suena la historia?