"Les sobran razones para echarse a la calle" Antonio Aradillas: "La 'revuelta de las mujeres' es un movimiento interactivo e itinerante"
"Con seguridad que, al menos en grados universitarios, estas mujeres superan en número y condición al de los diplomas que pueden exhibir los obispos en sus santos y doctos despachos"
"En muy pocas otras esferas distintas a las eclesiásticas, se expresa y exhibe la burda e indolente desafección al mensaje evangélico, relacionando a la mujer con “pecado” y objeto de pecado"
“La revuelta de las mujeres en la Iglesia” es eslogan y punto de referencia que abandera, y abanderará, de modo interactivo e itinerante multitud de actividades ya programadas dentro y fuera de España y de las que se hacen eco los medios de comunicación “intra” y extra eclesiales. “Somos mujeres creyentes, vivimos con pasión el seguimiento de Jesús de Nazaret, comprometidas con su causa y alzamos la voz y nos manifestamos una vez más, porque vivimos una profunda discriminación en la Iglesia, habiendo llegado el momento de decir “¡basta ya!”, cansadas de incoherencias y autoritarismos jerárquicos…”.
Reflexionar sobre el tema de tan transcendental importancia en la Iglesia, es artículo de primera necesidad y parte del primera y principal mandamiento.
La responsabilidad de estas determinaciones, y de otras por venir, recae sobre un grupo de mujeres creyentes, teólogas la mayoría de ellas y con sus correspondientes grados logrados en buena lid y estudios, en Universidades eclesiásticas y civiles de España y del extranjero. La autoría de libros escritos por ellas, especializados en Ciencias Sagradas, teología, ética y moral, pastoral, ascética y mística y otras materias, les confieren una categoría docente, que para sí quisieran no pocos obispos. Con seguridad que, al menos en grados universitarios, estas mujeres superan en número y condición al de los diplomas que pueden exhibir los obispos en sus santos y doctos despachos.
Tanto o más que estos, las mujeres, por mujeres, ejercieron y ejercen vocacionalmente, y en la práctica, labores catequísticas y educadoras con idéntica vocación y frutos.
Manifiesto mi total acuerdo, y asentimiento, con las acciones programadas que responden a necesidades tan perentorias y urgentes relativas a la discriminación padecida en la Iglesia por las mujeres, a consecuencia del trato –maltrato- que a ellas les es conferido. No hay razón alguna que lo justifique, a la luz de la fe, del Evangelio y del sentido común. En muy pocas otras esferas distintas a las eclesiásticas, se expresa y exhibe la burda e indolente desafección al mensaje evangélico, relacionando a la mujer con “pecado” y objeto de pecado, y al servicio –servidumbre- del hombre-varón y más si estos pertenecen al gremio de la clericalería, con hábitos talares y aún con colorines. Por tanto, a estas mujeres les sobran razones humanas y divinas para echarse a la calle y proclamar reivindicaciones tan santas y legítimas.
No obstante, con lo que estoy en desacuerdo, es con que se hayan conformado con haber hecho uso del término “revuelta”, para calificar su testimonio y programa. Académicamente, “revuelta” no va más allá de “alboroto o alteración del buen orden público”, con interpretaciones posibles, un tanto maliciosas en este caso, a escribir y pronunciar el término en masculino –“revuelto”-, con olores gastronómicos a huevos fritos, es decir, a cocina, que por supuesto se escribe con “c”, como costura, cosa y casa, partes del lugar y del ministerio “sagrado” que les corresponde ejercer a la mujer por mujer, y del que jamás habrá de eximirse…
"Cocina se escribe con “c”, como costura, cosa y casa, partes del lugar y del ministerio “sagrado” que les corresponde ejercer a la mujer por mujer"
El sentido que el diccionario le presta con acierto y sin adjetivaciones e interpretaciones advenedizas, no es otro que el de “revolución” –rebelión- y sin rehuir la feliz posibilidad de que algunos lean y pronuncien “revelación”. ”Revolución” es “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de un país”, así como “inquietud y levantamiento”, dando por supuesta y legitimada tal opción o acepción cuando su destino y ordenamiento sea, como en nuestro caso, el eclesiástico, sin más contenido y compromiso que el estrictamente burocrático y disciplinar, expuesto de por sí a cuantos cambios sean precisos y así lo demanden los tiempos. Subscribir como dogma de fe la imposibilidad de acceder la mujer, por mujer, a las más altas responsabilidades de la Iglesia, con inclusión del sacerdocio, es impropio de doctores, licenciados o bachilleres en Ciencias Sagradas, acaso con excepción del Derecho Canónico.
“Revuelta” en la Iglesia ni es ni debiera presidir de estas reivindicaciones. “Revuelta” es lema y aspiración confusa y difusa. Para algunas y algunas, hasta entraña una buena parte de engaño, timo o engatusamiento. Para otros, formaría parte del “santo temor de Dios” en el que todas – y todos- fuimos “educados” en la fe… Se trata de una verdadera y santa “revolución”, tal y como lo exigen la aspiración y el proyecto de que “las mujeres podamos recuperar la comunidad de iguales que trajo Jesús”, frase que le pone el punto y aparte al alegato “oficial” firmado y conformado por los grupos de mujeres protagonistas de la hasta ahora tan insólita actividad pastoral dentro de la Iglesia.
Alienta y consuela percibir que, como en nuestro caso, de la mano y de las esperanzas de estas mujeres “revueltas”, es decir, “revolucionadas”, se hacen automática y activamente presentes en sus letanías procesionales “María de Nazaret, María Magdalena, Marta y María, Juana de Cusa, la diaconisa Febe, Junia y muchas otras que a lo largo de la Historia han luchado y trabajado por nuestra dignidad y el reconocimiento de nuestros derechos. Muchas pagaron esta lucha con persecuciones y malos tratos. Tenemos presentes a Hildegarda de Bingen, Clara de Asís, Catalina de Siena, las beguinas, Mary Ward..., entre muchas otras que nos han abierto camino”.
Con honradez, Evangelio y amor a la Iglesia, el grupo de mujeres reconoce que “Hay una clara desproporción entre lo que damos a la Iglesia y lo que recibimos, solo justificada por la mentalidad patriarcal y feudal, junto a la teología caduca imperante”. Así es que, “Limpiar y poner flores, que lo hagan los señores”. ¡Muchas gracias, Pepa!