La teóloga reflexiona sobre lo mucho que queda para que la igualdad se haga costumbre Pepa Torres: "En vísperas de la Revuelta de las mujeres en la Iglesia… I have a dream"
Conectando las lecturas con las más de 900 mujeres asesinadas en España en la última década, el feminicidio de Ciudad Juárez, las violaciones de mujeres en la India, el negocio multimillonario de la trata de mujeres en el mundo y los informes presentados al Vaticano recientemente sobre sobre los abusos y la explotación de las religiosas al interior de la iglesia
El tercer y último escenario de mi sueño era la plaza de la catedral de Madrid, donde el papa Francisco, en visita sorpresa, rompiendo todo protocolo, había convocado a una rabina, una imán, una mujer sacerdote, una monja budista y una líder feminista para hacer un declaración conjunta universal de todas las religiones contra la violencia machista, la discriminación y los feminicidios
| Pepa Torres
En la víspera de las convocatorias de la Revuelta de las mujeres en la Iglesia… Hasta que la dignidad se haga costumbre, en numerosos lugares del estado español, he tenido un sueño…
Soñé que estaba en una mezquita y que cuando iba a acceder al espacio separado que se nos designa a las mujeres en ella, una mujer mayor con hijab, nos animaba a levantarnos y a colocarnos en la parte central, mientras los hombres nos abrían amablemente el paso. Otra mujer, joven y negra, con la cabeza descubierta cogía el micrófono y animaba a hombres y mujeres a no consentir ningún tipo de discriminación ni violencia contra mujeres y niñas, y lo hacía en nombre de Allah y Muhammad, su profeta, quien por su trato y relación con las mujeres había siempre reivindicado su dignidad e integridad. Su discurso continuaba argumentando que un buen musulmán o una buena musulmana no podían ser indiferentes ni naturalizar, y mucho menos provocar, el sufrimiento y la violencia contra mujeres y niñas, ni en el interior de los hogares y las instituciones religiosas, ni en los espacios sociales o públicos. Pero mi sueño no terminó aquí, sino que fue poblándose de nuevas imágenes que me iban impregnando de una sensación de alegría y perplejidad.
El segundo escenario era una iglesia de mi barrio en la que los sacerdotes aparecían sentados entre las gentes, sin más distinción que una estela morada con unas letras escritas en blanco en las que se podía leer: en nombre de Jesús ni una muerta más. En el templo reinaba un gran silencio que se rompió cuando desde el púlpito unas voces de mujeres, con distintos acentos, empezaron a proclamar la homilía comentando los textos del crimen de Guibea (Ju 19, 1-29), el Evangelio de la hija de Jairo y la hemorroisa (Mt 9, 18-29), conectando las lecturas con las más de 900 mujeres asesinadas en España en la última década, el feminicidio de Ciudad Juárez, las violaciones de mujeres en la India, el negocio multimillonario de la trata de mujeres en el mundo y los informes presentados al Vaticano recientemente sobre sobre los abusos y la explotación de las religiosas al interior de la iglesia.
Las mujeres predicaban con convicción y fuerza, pero lo que más me llamaba la atención en mi sueño no eran ellas, sino la escucha interesada y convencida de la mayoría de los hombres que asentían con entusiasmo a sus palabras. La homilía terminaba urgiendo a los poderes públicos, a las iglesias y a todas las autoridades religiosas a no consentir prácticas ni lenguajes violentos ni discriminatorios hacia las mujeres y a implantar en los proyectos pastorales de todos los centros religiosos un programa específico para erradicar la violencia de género y la discriminación.
El tercer y último escenario de mi sueño era la plaza de la catedral de Madrid, donde el papa Francisco, en visita sorpresa, rompiendo todo protocolo, había convocado a una rabina, una imán, una mujer sacerdote, una monja budista y una líder feminista para hacer un declaración conjunta universal de todas las religiones contra la violencia machista, la discriminación y los feminicidios. Cuando la líder feminista iba a coger el micrófono el despertador me hizo volver a la realidad. Los sueños son eso sueños, pero tienen también el valor de anticipar deseos e imaginarlos y hacer de brújulas para el camino. Quizás esto sea lo que esté en el trasfondo de mi sueño de anoche: iniciativas como la de los obispos estadounidenses When I Call for Help: A Pastoral Response to Domestic Violencia Against Women, condenando la violencia de género la discriminación de las mujeres y el uso de la religión y la Biblia como forma de legitimación de las mismas. .
En el contexto de la revuelta de las mujeres en la Iglesia el próximo 1 de marzo frente a las catedrales de nuestras ciudades las mujeres cristianas tenemos sueños inaplazables que exigen una urgente reforma estructural de la iglesia, de modo que las mujeres estemos presentes, con voz y voto, en los lugares donde se toman las decisiones y ninguna mujer por el hecho de serlo sea excluida de ningún ministerio ni objeto de explotación o violencia.
Estamos a tope con el merchandising. Pañoletas, chapas...nos las quitan de las manos!! #hastaquelaigualdadsehagacostumbrepic.twitter.com/sGW6rHOnpz
— Revuelta de Mujeres en la Iglesia (@RevueltaMujeres) February 22, 2020
Del mismo modo que muchas mujeres del mundo hoy estamos convencidas que el cambiodel sistema será feminista o no será, los cambios en la iglesia para ser creíbles han de incluir los sueños impostergables de las mujeres, las eternas ignoradas e instrumentalizadas por los intereses patriarcales de la institución, que olvida que la gloria de Dios es que las mujeres vivamos y lo hagamos con plenitud y en abundancia. Por eso
Estamos y estaremos en revuelta …Hasta que la igualdad se haga costumbre.
Súmate a la revuelta el 1 de marzo, a las 12 h, frente a la catedral y únete de este modo a la movilización mundial convocada por el movimiento intencional de mujeres católicas Voices of faith (https://voicesoffaith.org/es-home)...