"Es el tiempo de los hechos, de escuchar, de aprender, de reconocer y de reparar" Cobo, a las víctimas: "No queremos, no podemos, no debemos pasar página"
"Sabemos que no es momento de muchas palabras. Seguro que estáis cansadas y cansados de palabras huecas"
"Las lágrimas y las heridas nos han abierto los ojos para reconocer que no hemos cuidado a las víctimas, que no os hemos defendido y que nos hemos resistido a entenderos cuando más lo necesitabais. Lo sentimos profundamente"
"Ojalá que vuestro dolor se convierta en esperanza, pues está ungido por el mismo sufrimiento de Cristo. Ojalá que la autoridad de vuestro sufrimiento despierte a los espíritus más impasibles y se instale en el corazón de nuestra Iglesia"
"Ya no se trata, ni solo ni primordialmente de pedir perdón, sino de acoger, de reparar y de restituir e incluir en todo su sentido"
"Ojalá que vuestro dolor se convierta en esperanza, pues está ungido por el mismo sufrimiento de Cristo. Ojalá que la autoridad de vuestro sufrimiento despierte a los espíritus más impasibles y se instale en el corazón de nuestra Iglesia"
"Ya no se trata, ni solo ni primordialmente de pedir perdón, sino de acoger, de reparar y de restituir e incluir en todo su sentido"
| José Cobo cardenal arzobispo de Madrid
No queremos, no podemos, no debemos pasar página. Hoy nos convocan las víctimas de abusos. Es con vosotros y vosotras, con vuestro clamor, con quienes queremos estar y quedarnos. Sabe Dios que no nos mueve otra voz.
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Estáis en el corazón de nuestra Iglesia y ahí queremos que sigáis, aun cuando a veces no hemos sido responsables ni samaritanos con vuestro dolor. Hace años emprendimos de vuestra mano este camino. Gracias a vuestro testimonio valiente, vamos aprendiendo a mirar de otra forma, a escuchar, a llorar, a tomar medidas y a iniciar procesos de sanación y de purificación. Aún nos queda seguir aprendiendo y caminando.
Les debíamos, os debíamos, este acto de reconocimiento y reparación. Hoy queremos mostrar nuestra condolencia y nuestro deseo de poner todos los medios para seguir acogiendo y afrontando todo el sufrimiento injusto que habéis padecido.
Sabemos que no es momento de muchas palabras. Seguro que estáis cansadas y cansados de palabras huecas.
Solo quisiéramos ayudar a alumbrar con vuestra voz un momento nuevo. Es el tiempo de los hechos, de escuchar, de aprender, de reconocer y de reparar.
Las lágrimas y las heridas nos han abierto los ojos para reconocer que no hemos cuidado a las víctimas, que no os hemos defendido y que nos hemos resistido a entenderos cuando más lo necesitabais. Lo sentimos profundamente. En este acto reconocemos que ha habido abusadores dentro de la Iglesia. Nos ha costado reconocerlo. Son lo opuesto a lo que pretendíamos anunciar y hacer. Que los haya en otros sitios no nos sirve de ningún consuelo. Gracias por confrontarnos con la verdad desnuda, que es la única que nos hace libres, como dice Jesús.
Rotundamente, la Iglesia de Madrid quiere afrontar el dolor que provoca todo tipo de abusos: sexuales, de poder, de conciencia y espirituale
Rotundamente, la Iglesia de Madrid quiere afrontar el dolor que provoca todo tipo de abusos: sexuales, de poder, de conciencia y espirituales. Queremos aprender a decir con el apóstol Pablo que “si un miembro sufre, todos sufren con él” (1Cor 12, 26). Por eso hoy venimos aquí, para ponernos delante del dolor de las víctimas, de vuestro sufrimiento, que quiere ser también el nuestro.
Nunca será suficiente lo que hagamos para reparar lo que ha sucedido. Solo nos queda la fe y vuestras heridas. No serán en vano: gracias a vuestro tesón y valentía, nos hemos sentido urgidos a repensar muchas cosas y a purificar nuestros estilos de relación dentro y fuera de la iglesia.
Este cambio decisivo se va encarnando humildemente en el sentir y en las actividades de nuestra Iglesia de Madrid y en tantos lugares. Es nuestro firme compromiso. Necesitamos seguir madurando para poner en marcha un modelo de funcionamiento eclesial menos clerical, más sinodal y corresponsable. Un modelo en el que la transparencia y el buen trato sean la forma de funcionar.
Ojalá que vuestro dolor se convierta en esperanza, pues está ungido por el mismo sufrimiento de Cristo. Ojalá que la autoridad de vuestro sufrimiento despierte a los espíritus más impasibles y se instale en el corazón de nuestra Iglesia.
Avanzaremos, sin retroceso posible y con medidas que no den lugar a equívocos. Insistiremos en la formación adecuada de clérigos y religiosos y religiosas, y también del laicado, sin olvidar alcanzar a todos los miembros de nuestra sociedad que en modo alguno es ajena a esta tragedia como hemos comprobando.
Sabemos que hay camino por delante. Gracias a Dios, nuestra Iglesia está sembrada con multitud de historias y vidas entregadas con generosidad, silenciosamente, y en la sencillez del Evangelio.
Somos seguidores de Cristo víctima y no cesaremos de seguir acompañando a todo tipo todo tipo de víctimas vengan de donde vengan
Por eso, nosotros que nacimos al pie de una cruz, no abandonaremos a las personas crucificadas. Somos seguidores de Cristo víctima y no cesaremos de seguir acompañando a todo tipo todo tipo de víctimas vengan de donde vengan.
El Señor nos juzgará por lo que hicimos con las personas más vulnerables como hemos escuchado en el Evangelio. Habremos de incluir a las víctimas y su voz cualificada en la Iglesia madrileña. Ya no se trata, ni solo ni primordialmente de pedir perdón, sino de acoger, de reparar y de restituir e incluir en todo su sentido.
El testimonio que las víctimas ofrecéis nos denuncia un conjunto de pésimas prácticas que tiene que ser clausurado para siempre.
En particular, tendremos que clausurar malas prácticas. Para ello es preciso insistir en la purificación del acompañamiento espiritual, la ayuda de los medios ordinarios de la Iglesia como son la oración y los sacramentos, evitando todo lo esotérico y extraordinario, y subrayando el respeto absoluto por la libertad de cada conciencia y la indemnidad física y espiritual debida a cada persona.
Esta tarde queremos expresar con un símbolo el compromiso que, muy conscientemente, toma sobre sí la iglesia madrileña: plantaremos un olivo en un lugar bien visible desde dentro y desde fuera del recinto de la catedral.
El olivo, con sus cicatrices, muestra el verdor perenne y nos enseña que es posible el milagro del consuelo del aceite y de la vida que se abre paso cuando las raíces abrazan firmes la tierra.
Que sus hojas plateadas expresen nuestro pacto irrevocable de caminar siempre con vosotros. Que este olivo nos recuerde cómo Dios nos conduce al reconocimiento, a la reparación y a la paz.
Lleva una placa con el texto: “En memoria de todas las personas víctimas de abusos en nuestra Iglesia. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40)”. Que Dios nos ayude a “no pasar página”. Y a empezar juntos a escribir de otra manera.
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