"La diócesis de Barbastro-Monzón siempre ha acabado levantando la cabeza" Comunión y jurisdicción: con don Ángel Pérez Pueyo

Pérez Pueyo, con el Papa Francisco
Pérez Pueyo, con el Papa Francisco diócesis de Barbastro-Monzón

"Esta Iglesia diocesana, sostenida en una tierra de paso y acogida, de santos, de mártires, de fundadores y fundaciones, intenta caminar de la única manera que le es propia a la iglesia: en comunión"

"Desde los escolapios o las clarisas, pasando por la Vida Ascendente, hasta las cofradías o el Opus Dei, aquellos que forman parte de la Iglesia la enriquecen desde su respuesta al Señor. Todos iguales. Nadie es más, ninguno está por encima; tampoco por debajo"

(Editorial de El Cruzado Aragonés).- A lo largo de su historia, la Diócesis de Barbastro-Monzón ha sufrido no pocos avatares. Objeto de ambiciones territoriales, eclesiales y políticas, atacada, devastada no hace tanto e incluso desaparecida como tal en varios periodos, siempre ha acabado levantando la cabeza, haciendo fortaleza de su humildad y pequeñez.

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Esta Iglesia diocesana, sostenida en una tierra de paso y acogida, de santos, de mártires, de fundadores y fundaciones, intenta caminar de la única manera que le es propia a la iglesia: en comunión. Y ahora que ha arrancado la segunda sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo, que a tantos esperanza y a algunos incomoda, merece la pena subrayar lo de la comunión, como característica de un Pueblo de Dios que camina junto, unidos entre sí y con el Señor.

Pérez Pueyo, con las familias, en Torreciudad
Pérez Pueyo, con las familias, en Torreciudad Torreciudad

En la Diócesis de Barbastro-Monzón, como en cualquier iglesia local, vemos reflejada la grandeza de la pluralidad con la que ese Pueblo se manifiesta en sus diversas vocaciones -laicos, consagrados o sacerdotes ordenados- y en cómo se ejercen estas. Desde los escolapios o las clarisas, pasando por la Vida Ascendente, hasta las cofradías o el Opus Dei, aquellos que forman parte de la Iglesia la enriquecen desde su respuesta al Señor. Todos iguales. Nadie es más, ninguno está por encima; tampoco por debajo.

En esa estimulante pluralidad, a cada uno le toca desempeñar la tarea que tiene encomendada en respuesta a una pregunta: “Señor, ¿desde dónde quieres que te sirva? A muchos les toca vivir como buenos hijos, padres o profesores; a algunos, ser voluntarios en Cáritas o acompañar a los que están solos; a unos cuantos, rezar por los demás; y a unos pocos, celebrar la eucaristía. Pero solo a uno, al Obispo diocesano, le compete el pastoreo de la grey, de toda la grey, encomendada a su abrazo pero también a su jurisdicción, con el desarrollo pleno de unas responsabilidades que no son privilegio sino ministerio y servicio.

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