"Jesús supo estar al lado de los que sufrían" Josep Miquel Bausset: "Dios exige un compromiso con la justicia"
"Aquel que piense que ser cristiano es solo ir a misa y a procesiones se equivoca del todo. El cristiano es aquel que, como Jesús, vive comprometido con la liberación del hombre y de la mujer"
Esta es la actitud que el papa Francisco pide a los cristianos en la Exhortación: “La alegría del Evangelio” (203). Y este grito del papa lo compartimos muchos cristianos ante la decisión del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que ha prohibido a los tripulantes del Open Arms, que rescaten a los inmigrantes que encuentren en el Mediterráneo.
El barco Open Arms, como ha denunciado en un tuit Sor Lucía Caram, ha estado anclado (bloqueado) en el puerto de Barcelona durante más de cien días. Finalmente el gobierno español ha autorizado a zarpar este barco, para que pueda llevar ayuda humanitaria a los refugiados que se encuentran en las islas griegas de Lesbos y de Samos. Pero el gobierno español no autoriza a los tripulantes del Open Arms a rescatar inmigrantes, que se encuentren a la deriva en aguas del Mediterráneo central. Como ha denunciado Sor Lucía Caram, “salvar vidas es una obligación” y “penalizar a los que las salvan, es un crimen”.
Como nos enseñó Jesús, el amor fraterno se muestra dando la vida por los hermanos. Por eso “la mediocridad y la hipocresía del presidente Sánchez”, como dice Sor Lucía, es una inmoralidad. Dejar morir, “por acción o por omisión” a los que huyen de la guerra o del hambre, es inhumano. ¿Cómo se puede entender que la gente que se ahoga se la deje de lado? Como ha dicho Sor Lucía, “salvar vidas humanas es una obligación, no un delito”. Por eso el presidente Sánchez, con su decisión, se lava las manos, mirando hacia otra parte.
Algunas veces (y algunas de ellas con razón) se ha acusado al cristianismo de ser el opio del pueblo, ya que de vez en cuando los cristianos hemos actuado como anestesiados (anestesiando a los otros) o soñolientos, ciegos y sordos ante el grito de dolor de aquellos que son pisoteados por los poderosos. Incuso en algunas ocasiones, los cristianos hemos sido cómplices de injusticias. Y es que por miedo o por falta de valentía o de coherencia, en algunas ocasiones en vez de denunciar las situaciones de injusticia, hemos mirado hacia otro lado, hablando de resignación o de paciencia.
Pero no es ésta la actitud que nos enseña Jesús, que luchó contra el mal y denunció la situación de opresión que sufrían los más pobres y los más frágiles de la sociedad. Jesús supo estar al lado de los que sufrían y de los que se encontraban explotados por el poder político y religioso de su tiempo, y así liberarlos de las cargas pesadas que les imponían los poderosos. La actitud de Jesús fue siempre una actitud de liberación, y por eso curó al sordo, a los leprosos, al ciego o al paralítico. Jesús vino para dar sentido a la vida, y más aún, para dar vida a aquellos que no encontraban ningún motivo para vivir. Por eso Jesús no frecuentaba los palacios de Herodes o de Pilatos. Jesús vivía en los calles y en las plazas de Galilea, juntamente con los más pobres y sencillos.
El papa Francisco en su exhortación: “La alegría del Evangelio”, nos llama al compromiso con la justicia en la defensa de los oprimidos, como los refugiados. Como hizo Jesús. Como hicieron los profetas. Y así lo expresa el papa cuando nos exhorta a anunciar “un Dios que exige un compromiso con la justicia” (E.G. 203). Es este Dios que “derriba a los poderosos i levanta a los humildes” (Lc 1:52). Dios de los pobres y de los oprimidos, no de los opresores; Dios de los que lloran y de los desconsolados, Dios que libera, y que por eso mismo nos pide que también nosotros liberemos a los oprimidos y a los que sufren. De aquí que nuestra fe ha de ir acompañada de un compromiso con la justicia.
Como decía el obispo Ramon Buxarrais, “la Iglesia ha de ser el lugar donde los que lo pasan mal, puedan sentirse bien”. ¿No es eso lo que nos enseñó Jesús y lo que nos han enseñado los obispos Pere Casaldàliga, Samuel Ruiz, Kike Figaredo, Óscar Romero, Hélder Câmara, Enrique Angelelli, el sacerdote Antoni Llidó, asesinado por la dictadura de Pinochet, y tantos profetas del siglo XX y del XXI? ¿No es eso, hacer una Iglesia acogedora, lo que nos enseñan los cristianos comprometidos con Cáritas o con Manos Unidas? ¿No es eso lo que viven los misioneros que se encuentran en el Tercer o en el Cuarto Mundo, en medio de la pobreza extrema y del dolor, como los Hermanos de San Juan de Dios muertos por el Ébola? ¿Y no es eso lo que hemos de hacer todos los discípulos de Jesús para así ser fieles al Evangelio?
Nuestro Dios no es el Dios que mira el mundo con indiferencia o con curiosidad. Ni tampoco es el Dios del miedo. Nuestro Dios, porque es el Dios amor,apuesta por el hombre y más aún, por el hombre que vive en el dolor o en la opresión, para liberarlo de todas aquellas cadenas injustas que lo privan de vivir con plenitud y con dignidad.
Aquel que piense que ser cristiano es solo ir a misa y a procesiones se equivoca del todo. El cristiano es aquel que, como Jesús, vive comprometido con la liberación del hombre y de la mujer. El cristiano es aquel que rompe las cadenas de la opresión y que abre caminos de libertad y de liberación. Cristiano, es decir, discípulo de Jesús, es el que con valentía y generosidad se juega la vida para así dar vida a aquellos que los poderosos marginan o anulan. El cristiano es el que, con la alegría de Pascua abre caminos de esperanza y da nueva vida a los que se encuentran en la fosa de la falta de sentido. Los últimos días, también en estas páginas, se ha hablado del incendio del templo catedral.
En la exhortación “La alegría del Evangelio”, el papa Francisco nos recuerda que “El Evangelio nos invita a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su dolor, con su presencia física que nos interpela con su dolor y sus necesidades”.
El pasado 9 de octubre, la Generalitat del País Valenciano otorgó la “Alta Distinció”, el máximo galardón del gobierno valenciano, a todos los que acogieron a los 629 refugiados que llegaron a València a bordo de los barcos Dattilo, Aquarius y Orione. Eran personas que habían sido rechazadas por diversos países. Y si se acogió a estas personas con humanidad, ¿cómo se entiende que ahora el gobierno español prohíba que un barco como el Open Arms pueda rescatar personas que se ahogan? Y es que Dios sigue muriendo en nuestro “Mare Mortum”. Por eso el grito de sangre del hermano clama desde la tierra (Ge 4:10). Y Dios muere ante la indiferencia de los dirigentes políticos.
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