"Odiar a los pueblos indígenas es odiar a la Madre de Dios y a su Hijo" Erwin Kräutler, obispo emérito de Xingú: “Una blasfemia en dos actos, el odio a los pueblos indígenas del gobierno brasileño”
"Si los niños o adolescentes pronunciasen una palabrota cualquiera de las 29 que se pronunciaron en la reunión ministerial serían castigados en casa"
"No puedo entender cómo Weintraub, que es de origen judío, utiliza expresiones que recuerdan el odio de Hitler y sus ministros"
"Todo lo que Donald Trump piensa y habla inspira al gobierno de Bolsonaro en sus actitudes y posiciones"
"Todo lo que Donald Trump piensa y habla inspira al gobierno de Bolsonaro en sus actitudes y posiciones"
| Erwin Kräutler, obispo
¿Quién va a olvidar la reunión ministerial del 22 de abril? Gracias a la liberación de un vídeo que cubre toda la reunión pudimos asistir a una sesión del gobierno que actualmente administra la res publica (la cosa publica, de ahí la palabra ‘República’) de nuestro país. Si los niños o adolescentes pronunciasen una palabrota cualquiera de las 29 que se pronunciaron allí serían castigados en casa o en la escuela. Falta completa de educación y civismo en el más alto nivel del ejecutivo brasileño. El presidente y los ministros han perdido vergonzosamente la compostura que se espera de las personas que ocupan tan altos cargos.
Pero lo que más me indignó, además de la descarada propuesta del Ministro de Medio Ambiente Ricardo Salles de aprovechar el momento de la pandemia para “pasar la boyada” (sic) al Amazonas, fue el espantoso aporte del Ministro de Educación Abraham Weintraub: “Este país no es [una colonia]. Odio el término ‘pueblos indígenas’, odio ese término”. No puedo entender cómo Weintraub, que es de origen judío, utiliza expresiones que recuerdan el odio de Hitler y sus ministros hacia el pueblo judío. La consecuencia de ese odio fue la “shoah”, el holocausto que se cobró la vida de seis millones de judíos.
Escuchar estas palabras de la boca de un ministro de educación prueba una vez más el curso anti indígena de este gobierno que está perfectamente en línea con la tristemente célebre expresión del general americano Philip Sheridan (1831-1888). “El único indio bueno es un indio muerto”. Dado que todo lo que Donald Trump piensa y habla inspira al gobierno de Bolsonaro en sus actitudes y posiciones, no es de extrañar que un ministro de este gobierno siga esta frase que en la segunda mitad del siglo XIX se convirtió en un proverbio en los Estados Unidos y tiene como telón de fondo el genocidio de millones de indios durante la conquista del Oeste norteamericano.
En la colección de descarrilamientos del Ministro de Educación, cuya falta de educación ya ha creado incidentes diplomáticos con los presidentes de Francia y China, este desliz contra los pueblos indígenas del Brasil sólo habría enriquecido la biografía de un agente político despreciable si no hubiera tenido otra escena abominable y blasfema que ahora ensucia el rostro de nuestra Iglesia Católica.
La revista Veja publicó en su Columna de Radar del 7 de junio una foto que retrata la visita, el 5 de junio, de un grupo que se llama a sí mismo católico, dirigido por el cura polaco Pedro Stepien. Los miembros de este grupo ya son famosos por su frecuente aparición junto al mismo sacerdote frente al Palacio de la Alvorada para dar culto al “mesías”. Esta vez, sin embargo, fueron al despacho del Ministro de Educación Abraham Weintraub para “consolarlo” después de “una semana tan estresante” para él. “Rezaron por el momento delicado del ministro”, comenta la revista. De esta iniciativa sólo se puede extraer la conclusión de que los visitantes consoladores apoyan las tesis del ministro y, por lo tanto, adoptan una posición diametralmente opuesta al Papa Francisco y a la Conferencia Nacional de los Obispos Brasileños. Y aquellos que se oponen al Papa ya han perdido su catolicidad.
Pero la historia no termina aquí. El cura lleva una estatua de Nuestra Señora de Fátima al despacho del ministro y con ella posa sonriendo junto a un Weintraub aparentemente conmovido y también sonriente. ¿Qué quería este sacerdote con esta puesta en escena? ¿Qué relación tendría este ministro con Nuestra Señora de Fátima y su mensaje a los pastorcitos de la Cova de Iría en Portugal en 1917?
El cura demuestra no conocer la historia de la América indígena ni el papel de Nuestra Señora entre los pueblos originales. Seguramente nunca ha oído hablar de su aparición en 1531 a un indígena llamado Juan Diego, canonizado incluso por el papa polaco, al que le dijo: “Soy vuestra Madre bondadosa, tuya y de todos vosotros que vivís unidos en esta tierra y también de todos los que me amen, los que me llamen, los que me busquen y confien en mí; escucharé su llanto, sus tristezas, para remediar y curar todas sus penas, miserias y dolores. No se perturbe tu corazón. ¿No estás bajo mi protección y mi apoyo? ¿No estás en mi regazo y entre mis brazos?”.
Nuestra Señora se puso al lado y en medio de los pueblos indígenas y esto no sólo a través de palabras amorosas. La imagen milagrosa habla por sí misma. Ella muestra a la Virgen María con una túnica usada por las mujeres aztecas para decir que es la Madre de los aztecas y de todos los pueblos indígenas. Pertenece a este pueblo que tanto ha sufrido y está tan herido, y se solidariza asumiendo rasgos indígenas. En la cintura tiene el lazo que las indígenas usaban para indicar que estaban embarazadas. ¡Y el hijo de madre indígena es indígena! Los rayos de sol que rodean a la madre indígena simbolizan que está embarazada de un Hijo Divino.
¿Por qué este sacerdote no llevó la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe al despacho del ministro para enseñarle a quién ama Dios con un cariño muy especial hasta el punto de que la Madre de su Hijo asume rasgos indígenas? ¡Quizás el ministro y junto con él el sacerdote y sus correligionarios se hubieran dado cuenta de que odiar a los pueblos indígenas es odiar a la Madre de Dios y a su Hijo Jesús, nuestro Señor!