"Que en el aula sinodal hubiera voces que propiciaran una revisión del actual modelo de ejercicio y redistribución del poder" Francisco, ¿un Papa “razonable”?
"Iniciar un proceso, que lleve a la disolución del absolutismo -monárquico y medieval- que preside la manera de entender y ejercer el poder, sobre todo, del Papa y, en no menor medida, de los obispos y los sacerdotes en sus respectivos ámbitos"
"En este Sínodo se ha reabierto el debate sobre si el actual modelo de comprensión y ejercicio de la autoridad en la Iglesia sigue siendo de recibo, en conformidad con lo encomendado por Jesús"
"Según esta interpretación, los poderes de Cristo no pasan de Pedro a toda la Iglesia, sino de Pedro a la Iglesia de Roma"
"Toda la historia de la Iglesia es la permanente actualización del conflicto (unas veces, latente y, otras, enfrentado) entre estas dos concepciones del papado y del gobierno eclesial"
"Según esta interpretación, los poderes de Cristo no pasan de Pedro a toda la Iglesia, sino de Pedro a la Iglesia de Roma"
"Toda la historia de la Iglesia es la permanente actualización del conflicto (unas veces, latente y, otras, enfrentado) entre estas dos concepciones del papado y del gobierno eclesial"
| Jesús Martínez Gordo teólogo
¿Qué puede estar en juego en el Sínodo mundial de obispos que se va a celebrar del 4 al 29 de octubre en Roma, con una muy modesta presencia de laicos, varones y mujeres? Si no me equivoco, creo que, entre otros puntos, iniciar un proceso, que lleve a la disolución del absolutismo -monárquico y medieval- que preside la manera de entender y ejercer el poder, sobre todo, del Papa y, en no menor medida, de los obispos y los sacerdotes en sus respectivos ámbitos. Y, con ellos, también el de los laicos a los que se confían responsabilidades en el seno de la institución.
Es lo que aprecio -aunque muy tímidamente- leyendo algunas de las preguntas que se formulan en el borrador preparado para tal evento: “¿Cómo pensar en procesos de decisión más participativos, que den espacio a la escucha y al discernimiento comunitario, apoyados en la autoridad como servicio de unidad?”.
Es cierto que se indica que “no se trata de una exigencia de redistribución del poder, sino de la necesidad de un ejercicio efectivo de la corresponsabilidad”. Pero tambien es cierto que -sin perder de vista esta timorata cautela- en este Sínodo se ha reabierto el debate sobre si el actual modelo de comprensión y ejercicio de la autoridad en la Iglesia sigue siendo de recibo, en conformidad con lo encomendado por Jesús.
Y digo que se “ha reabierto” porque me parece importante recordar las consideraciones que -realizadas al respecto por uno de los grandes mentores del Concilio Vaticano II, el dominico Yves - M. Congar- siguen valiendo para el presente y que, recientemente, he visto confirmadas por Xabier Pikaza, el exégeta vasco.
El año 1955 puede leerse en el Diario del teólogo francés una magnífica síntesis sobre la discusión que, desde hace dos milenios, atraviesa el corazón de la Iglesia católica sobre las dos interpretaciones enfrentadas de Mateo 16, 19, es decir, del poder: “a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos”. Lo que se funda en Pedro, sostenía Y. - M. Congar, es la Iglesia. Por eso, los poderes que le son conferidos a Pedro pasan de él a toda la comunidad cristiana.
Este es el contenido fundamental del pasaje, en cuyo marco, algunos teólogos occidentales de los primeros tiempos de la Iglesia admitían la existencia de una primacía jurídica del obispo de Roma, en caso de conflicto. Sin embargo, esta comprensión empieza a ser alterada -a partir, tal vez, del siglo II- cuando la iglesia de Roma cree ver en el pasaje de Mateo 16,19 su propia institución.
Según esta interpretación, los poderes de Cristo no pasan de Pedro a toda la Iglesia, sino de Pedro a la Iglesia de Roma. La consecuencia de semejante comprensión es clara: la Iglesia “no se forma solamente a partir de Cristo, vía Pedro, sino a partir del Papa” que pasa a ser, por esta interesada interpretación, la cabeza de la comunidad cristiana y, por ello, sede de la plena potestad.
Toda la historia de la Iglesia es la permanente actualización del conflicto (unas veces, latente y, otras, enfrentado) entre estas dos concepciones del papado y del gobierno eclesial: la que sostiene que el poder de Cristo alcanza a toda la Iglesia a través de Pedro y la que defiende que el poder de Cristo pasa a Pedro y de Pedro solo a la iglesia de Roma. Es un conflicto que llega hasta nuestros días y que no ha finalizado, a pesar de los esfuerzos desplegados por el Vaticano para extender su punto de vista al resto de la Iglesia.
Afortunadamente, se dan excepciones notables que indican cómo la iglesia de Roma no ha logrado su objetivo y muestran la persistencia de la comprensión primera y más genuina del gobierno y del poder. Es lo que se aprecia, por ejemplo, en la Iglesia de Oriente o en la del norte de África, desaparecida por causa del Islam. E, igualmente, en los países que se unieron a la Reforma.
Incluso, en la misma Iglesia Católica nunca ha dejado de existir una resistencia a dicha comprensión romana del poder y de la autoridad. “Mi tarea consiste -sentenciaba el teólogo dominico- en hacer que esta verdad no quede sofocada”. Por eso, “es necesario que, cuando llegue un Papa razonable (…) encuentre todavía a la Iglesia en clamor”, a pesar de que nos hallemos en el momento más intenso de una comprensión absolutista, medieval y monárquica del poder y del gobierno eclesial.
Está muy bien la llamada a la participación que, en sintonía con la voluntad del Papa Francisco, se realiza en el actual borrador de preparación para el próximo Sínodo mundial de octubre. Pero estaría mejor que en el aula sinodal hubiera voces que propiciaran una revisión del actual modelo de ejercicio y redistribución del poder -y de su supuesto fundamento divino- en favor de otro que, corresponsable, fuera codecisivo y no solo consultivo.
Reconozco que formulo una propuesta que a más de uno puede parecerle quimérica, pero también entiendo que, en sintonía con lo que defendía Y. - M. Congar, es algo que se ha de recordar a un Papa que, al menos, parece bastante más “razonable” que los habidos hasta el presente.