En este sentido, el papa Francisco recalca con énfasis tres mensajes: una iglesia pobre en salida a las periferias en busca de los descartados de la sociedad; una iglesia que transmita la alegría y la esperanza del evangelio; una iglesia que actúe con el estilo de Dios: cercanía, ternura y misericordia.
En ese sueño, Francisco extiende su mensaje a todas las personas de buena voluntad y a la madre tierra para crear un mundo alternativo al actual, basado en la fraternidad universal.
La línea transversal de su pontificado es clara: caminar juntos para crear un mundo mejor. En este contexto queda enmarcada su propuesta de estilo sinodal, de un modo de hacer las cosas más participativo y contando con todos. En este contexto se entiende mejor el eslogan que encabeza dicho proyecto: Iglesia sinodal: Comunión, participación y misión.
Esa aventura se abrió el 17 de octubre de 2021 en cada iglesia particular y se celebrará hasta octubre de 2023 en tres fases: diocesana, continental y universal.
El camino sinodal comienza escuchando al pueblo, prosigue escuchando a los pastores y culmina en la escucha del obispo de Roma.
Esta metodología pretende involucrar a todo el pueblo de Dios en este proceso sinodal, cuyas claves son la participación, la escucha y el discernimiento.
Parece evidente que es necesario adaptar, actualizar y traducir el genuino mensaje del Evangelio al mundo del siglo XXI, no para adecuarse a las estructuras lógicas de hoy día, sino para hacerse entendible y poderlas transformar. Esta estrategia de caballo de Troya, empleada por Dios enviando a su hijo a este mundo para transformarlo desde dentro, parece la más audaz ante las tentaciones pétreas del inmovilismo y las tentaciones desvirtualizantes del encajar vendiendo la esencia.
En esta línea, en una sociedad occidental que cada vez llena menos los bancos de las iglesias y las habitaciones de los seminarios, se hace necesario poblar más los altares de laicos. Es decir, que los feligreses den un paso hacia delante para tomar las riendas de la iglesia, empezando por las mujeres, tan relegadas en la historia de la iglesia.
Si bien las iglesias se vacían, los discursos de mucha gente, muchos que han estudiado en colegios religiosos por la cultura de nuestra historia reciente, afirman su creencia en Dios y no en la iglesia. Bien, pues éste es el momento de ser iglesia, de transformar después de criticar, para entre todas dejar sitio a lo divino en este mundo y así proponer una lógica del amor alternativa al énfasis por el poder, la fama y el dinero.
Puede parecer una invitación utópica o un sueño pasajero si no fuese porque la experiencia me ha dicho lo contrario. En este final del verano y comienzo del otoño, un grupo de personas nos hemos reunido en la iglesia de Capuchinos de Pamplona para poner en marcha muchas de las conclusiones del sínodo. Y, sinceramente, ver a personas de cierta edad echarse la manta a la cabeza, remangarse y rezumar ilusión para cambiar y mejorar las cosas es un chute de energía que no podemos desaprovechar.
La tarea es ardua y el reto grande, pero las bases están puestas y necesitarán de todos y todas, de mayores y más jóvenes, de todas las ideologías, clases, razas, nacionalidades, y, en fin, como dice Francisco, de todas las personas de buena voluntad. ¿Te unes?
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* Los autores son: Esther Garín Razquin, Ana Gurucharri García, Carmen Urra Maeztu, Carmen Arrarás Laspiur, María Pilar Aguinaga, Jesús Manuel Chivite Rincón, Belén Gueracenea Auza, Laura Aldave Lapiedra, Emilio Guibert Navaz, Javier Erro Garcés. En representación del grupo 11 de trabajo Sinodal de la iglesia San Antonio Capuchinos.
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