Respuesta a la denuncia de un cura de Donostia contra Munilla Íñigo Mitxelena: "Yo también he sufrido a causa de personas que predicaban la tolerancia en la Iglesia y hacían lo contrario"
"La comunión no se da cuando se cumplen mis expectativas, veo que me dan la razón, o logro mis objetivos"
"¿Esta es su comunión, José Ignacio Munilla?"
| Íñigo Mitxelena, sacerdote en la Sagrada Familia de San Sebastián
Querido hermano,
Soy Íñigo Mitxelena, sacerdote natural de Villabona y tengo 43 años. Actualmente ejerzo mi ministerio en la parroquia de la Sagrada Familia de San Sebastián.
Hace ya 23 años el obispo Setién me aceptó en el seminario, recibí la ordenación de manos del obispo Uriarte, y Mons. Munilla es ahora mi obispo.
De mi actual obispo sólo puedo decir que siempre me ha enseñado y aconsejado con claridad y prudencia, me ha corregido con caridad y paciencia, y que he podido llorar con él sintiendo la cercanía, el cariño y el abrazo afectuoso de un verdadero padre y pastor.
Dices que sufres. Yo también he sufrido, a causa de personas que en la Iglesia predicaban la tolerancia, la pluralidad, la igualdad y la participación de todos, pero que luego hacían justo lo contrario. Sinceramente te digo que no he podido amarles, pero al menos Dios me ha concedido poder respetarles por ser quienes eran.
Dices que amas al obispo. Permíteme que lo dude. Ningún hijo que quiere de verdad a su padre lo expone en la plaza pública. S. Ignacio de Antioquía -de quien adopta probablemente su nuevo nombre Íñigo de Loyola por la admiración y devoción que le tenía- dice a los cristianos: “seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre”. Estas palabras me han interpelado siempre. ¿A ti no?
"Ningún hijo que quiere de verdad a su padre lo expone en la plaza pública"
El sueño de Jesús fue “que todos sean uno”. Esta unión o comunión -en mi opinión- no se da cuando se cumplen mis expectativas, veo que me dan la razón, o logro mis objetivos. Creo más bien que es un impulso del corazón que se apoya en la confianza y en buscar siempre el bien de todos.
Con razón la Iglesia no es una empresa, si fuera así muchos estaríamos en la calle. La Iglesia es una gran familia, donde ante todo debe primar el amor, la comprensión y la caridad. El obispo no es perfecto, ni tu ni yo lo somos. Perfecto sólo es Dios y su Hijo Jesús, quien nos pide a ti y a mi que aprendamos, “que soy manso y humilde de corazón”.
A estas alturas puedes deducir que yo soy de la “cuerda” del obispo y que salgo en su defensa. No la necesita. Nuestro “público” es Dios, y sólo Él nos examinará al atardecer de nuestras vidas.
Soy un pobre cura, con mis pecados y algunas virtudes, que como tú quiere amar cada día más a Jesús y gastarse por su Reino. Te invito que pidas a nuestro patrón S. Ignacio de Loyola por nuestro presbiterio, para que vivamos en el amor y en el sentir con la Iglesia que él mismo vivió.
Escribo estas líneas el día de la Inmaculada Concepción, día en que hemos orado por nuestro seminario diocesano y por nuestros seminaristas. Estos jóvenes buscan en nosotros el ejemplo y el testimonio de “mirad cómo se aman”, que es un signo inequívoco de la fe.
Fraternalmente me despido. Reza por mí.
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