"El miedo es religiosamente anticristiano" ¿Miedo al Opus Dei?
El Opus es objeto y sujeto de miedo. “Meterse” con el Opus, o no seguir las pautas informativas según los criterios de sus responsables, equivalía a algo así como a firmar la condena de por vida, en la profesión del periodismo
En las diócesis, también a veces en el Gobierno Civil y, por supuesto, en la Curia Romana, el Opus no rehuía ser y ejercer de “todopoderoso” con todas sus consecuencias divinas y humanas”
No pocos sufrieron marginaciones y graves frustraciones en sus respectivas profesiones u oficios, con inexcusable necesidad de tener que demandar la ayuda de los profesionales en psiquiatría o ciencias afines
No pocos sufrieron marginaciones y graves frustraciones en sus respectivas profesiones u oficios, con inexcusable necesidad de tener que demandar la ayuda de los profesionales en psiquiatría o ciencias afines
Comenzando por el principio, que resulta ser forma y fórmula esencial en todo planteamiento que se precie de lógico e inteligible, recurriendo al diccionario de la RAE, este nos desvela que al término “miedo” le corresponden las acepciones de “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario“, así como “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”.
Y resulta que en mis tiempos de aprendiz a informador religioso en el periódico Pueblo, de Madrid -la vejez es un grado y no un baldón como algunos “hitlerianos” dogmatizan sin caérseles la cara de vergüenza-, un colega, también informador religioso en el Vaticano, me alertó sobre la posibilidad, aunque bastante remota, que estaría en mis manos, de hacerle una entrevista a Mons. Escrivá de Balaguer, cuyo, avión en el que hacía un viaje a México, habría de hacer escala en Barajas, por razones técnicas.
Una "exclusiva" con Escrivá
Con el fotógrafo de turno, hice yo acto de presencia, aunque sin la aquiescencia del jefe del gabinete de prensa, sino todo lo contrario, que era el guardador-celador y repartidor “oficial” de noticias a los medios que estimaba oportunos. En la misma escalerilla del avión por la que descendía el fundador de la Obra, con los brazos sempiternamente abiertos, intentó contestar las preguntas de rigor, de cuyo ritual contenido hice partícipe a mis lectores, con las fotos correspondientes de la la “exclusiva”.
La información fue del agrado del gabinete del Opus, con la única salvedad de que podría y debería haber sido ofrecida a los lectores no en página par, sino en impar, y entintada en color rojo.
Comprendo que no pocos colegas o no, les hayan tenido y tengan miedo al Opus. Con el correspondiente rechazo y pruebas aportadas por ellos, comprendo que en numerosas ocasiones las razones para sustentar en ellas sus miedos hayan sido y sigan siendo ciertamente seguras y válidas. El Opus es objeto y sujeto de miedo. “Meterse” con el Opus, o no seguir las pautas informativas según los criterios de sus responsables, equivalía a algo así como a firmar la condena de por vida, en la profesión del periodismo, con sus honores y emolumentos, dado que gran parte de los sus medios informativos estaba en sus manos o en las de sus amigos más íntimos y agradecidos.
En las diócesis, también a veces en el Gobierno Civil y, por supuesto, en la Curia Romana, el Opus no rehuía ser y ejercer de “todopoderoso” con todas sus consecuencias divinas y humanas.
Marginados y frustrados por el Opus
Sí, el Opus todavía da miedo. Por el Opus, las gestiones de sus miembros más cualificados, con la seguridad añadida de que lo “único que les anima y justifica su actividad es el servicio a la “Obra de Dios” por antonomasia, a la que se entregaron” con alma, vida y corazón”, rentas y medios económicos personales y familiares, los “extra” o “contra” Opus, no pocos sufrieron marginaciones y graves frustraciones en sus respectivas profesiones u oficios, con inexcusable necesidad de tener que demandar la ayuda de los profesionales en psiquiatría o ciencias afines.
Pero ya en algunas -pocas- esferas de la misma Obra, se llegaba a percibir la sensación de que, pese a todo, suscitar miedo de por sí y por vocación-profesión religiosa, no tranquilizaba la conciencia de todos los que habían optado por ser reeducados en “Camino”, como solución única, verdadera y fiable para el logro de la salvación eterna y la de los suyos.
El miedo no está en el Evangelio
Y es que el miedo-miedo, por miedo y aunque se le exorne con el atributo del “Santo Temor de Dios”, no está registrado en el Evangelio. Jesús, sus mensajes y sus mensajeros, con excepción de algunos de sus raros pasajes como los protagonizados por los llamados "hijos del trueno”, jamás se portaron como partidarios del cultivo del miedo y de los miedos en cualquiera de los territorios de cultivo humanos y divinos que habrían de abonar con sus evangelizaciones. El miedo no es obra de Dios. A lo sumo, lo es del Diablo -”¡Ave, María Purísima “!- con el complemento interjectivo del “Sin pecado concebida” tal y como mandan los cánones.
Evangelio y miedo jamás pudieron matrimoniarse “hasta que la muerte nos separe”. El miedo es religiosamente anticristiano. Del verdadero sentido y contenido de cualquiera que, por oficio o ministerio se dedique a proclamarlo, y además con palabras bíblicas o patrióticas, como connotación cristiana, confiesa no haberse leído el santo Evangelio, ni escuchado cualquiera de la aseveraciones del papa Francisco.
¿Miedo y más en el Opus? Es frase marchita condenada a ser tachada de vocabularios cristianos o de aspirantes a serlo, con excepción de palabras similares a “RumaSA” o “MateSA”, cuya última sílaba -SA- contiene y expresa inequívocas remembranzas económicas y jamás las de santo o santa alguna en el calendario litúrgico.
Rondaría los linderos de la aberración pensar que el Opus en su totalidad o cualquiera de sus adscritos o adscritas, pudieran producir miedo, sabiendo positivamente que, sobre la losa que cubre el cuerpo en la iglesia romana del Fundador, campean solo las palabras EL PADRE.
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