"La discriminación de la mujer en la Iglesia es real, y además, palpable. Es constitucional" "¡Mujeres católicas, id a la huelga!"
(Antonio Aradillas).- El término "huelga" -"interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones, o manifestar una protesta"-, pertenece gramaticalmente al género femenino.
No obstante, la conjugación como verbo -"holgar" -"estar ocioso, no trabajar"- , en la práctica socio-laboral, sistemáticamente ha sido, y es, "cosa de hombres". Estos ejercieron tal derecho, al igual que tantos otros, con los correspondientes deberes, y limitaciones, que definen de por sí su legalidad constitucional.
Muy raras veces las mujeres fueron sus protagonistas. Quehaceres importantes para la vida doméstica, no reguladas por leyes laborales o profesionales, incapacidad para reunirse sin consentimiento de sus propios maridos, costumbres ancestrales de entretenimiento del tiempo en cuestiones carentes de interés o de contenido, -a tenor de lo que pensaban los varones-, su condición de sumisas,...impidieron o dificultaron las huelgas femeninas.
Los tiempos están cambiando, y para el día ocho de marzo se anuncia con carácter universal, una convocatoria de huelga, más o menos simbólica o significativa, de mujeres reivindicadora de sus derechos fundamentales por su condición de personas, entre otros, el de la propia vida y la de sus hijos.
¿Cual es, o debería ser la actitud de la mujer, por mujer, y además como parte integrante que es, de "Nuestra Santa Madre la Iglesia"? ¿Alcanzó en esta cuantos derechos y deberes les corresponde ejercer como miembros activos, conscientes y adultos de la comunidad eclesial, en santa y justa igualdad con el hombre- varón? Es posible que estas sugerencias contribuyan al planteamiento de un tema de tan colosal importancia:
La mujer en la Iglesia, en calidad de institución religiosa, y a la vez, de Estado político independiente, carece de los mismos derechos que el hombre. La constitución eclesiástica -Código de Derecho Canónico- así lo establece, avalado por argumentos proporcionados por la Biblia, los Santos Padres, papas y obispos, teólogos "oficiales" y pastoralistas, que jamás podrán aseverar que su reconocimiento y aceptación han de tener y exigir la categoría de "dogma de fe".
La discriminación de la mujer en la Iglesia es real, y además, palpable. Es constitucional. No le será posible no solamente ejercer como sacerdote, sino, en la práctica, acceder a los puestos de responsabilidad en la institución, como Nuncio-Nuncia en las correspondientes embajadas, ni estar al frente, o ser responsable, de dicasterios, organismos o instituciones a las que el hombre, por serlo y por aquello de "vir baptizatus", cuenta con plenos derechos, "némine discrepante".
Más aún, en el caso insólito de que a alguno o alguna se le ocurra mostrar su discrepancia con lo así establecido "por los siglos de los siglos", es decir, desde anteayer, les aguardan descalificaciones y condenas "en esta vida y en la otra", al margen, o sobre, cualquier interpretación disculpadota o misericordiosa.
Así las cosas y ante panorama tan amargo y ensombrecido, nada razonable, que prescinde de los evangelios, urge ya movilizar a las mujeres católicas, a que, con todos los medios a su alcance, decidan declararse en huelga, manifestarse y hacer uso de cuantas medidas legales se precisen para llamar la atención y contribuir a solucionar el problema en beneficio propio, de sus hijos e hijas, de toda la comunidad eclesial y como ejemplo de la convivencia en general.
Con ponderaciones evangélicas, una y más huelgas femeninas estarían justificadas, a la vez que "indulgenciadas" y con bendiciones religiosas, aún echando en falta las representaciones oficiales de los estamentos jerárquicos.
Ni de irreflexivos, insensatos, frívolos o irreligiosos podrían ser catalogados los convencimientos de que en semejantes huelgas y manifestaciones se habrían hecho presentes personajes femeninos del Antiguo y Nuevo Testamento. De entre sus mujeres, destacaría la Santísima Virgen María, "Madre de Dios y madre nuestra"", la mayoría de cuyos versículos de su canto "El Magníficat" habrían de utilizarse como otros tantos eslóganes de radiante actualidad.
Aunque a algunos santos misóginos todavía les escandalizaran tales gestos y adoctrinamientos, a otros seguramente que les servirían de puntos de reflexión bíblica, al dictado de los comportamientos exigidos e impuestos por los nuevos tiempos conciliares, no faltando además las bendiciones fraternales del papa Francisco.
Mientras tato, es de esperar que los obispos católicos no "pasen" de largo de estas huelgas y manifestaciones, que a algunos de ellos hasta se les ocurra "procesionar" entre sus feligreses y feligresas, con o sin sus atuendos protocolarios, siendo imprescindible adoctrina , antes o después, a sus diocesanos acerca de las enseñanzas seriamente teológicas, en las que jamás aparecerá la mujer discriminada en relación con el hombre, candidata "ipso facto", a ser sujeto de la violencia machista.
Siendo mínimamente consecuentes, las huelgas y las manifestaciones extraordinarias, a favor de los derechos de la mujer en igualdad con el hombre- varón, habrían de celebrarse también en los claustros de los monasterios de monjas, y en los pasillos y estancias del resto de las comunidades religiosas en la diversidad de denominaciones, fines y propósitos. Las normas y las reglas dictadas por santos y santas fundadoras habrán de revisarse, cristianizarse y humanizarse a la luz de los principios reivindicados por el Vaticano II y por quienes participan de la organización de nuestra referencia.
"¡Mujeres, y más, las católicas, a la huelga¡", pudiera, y debiera, tener tanto o más ecos de piedad y de religión como cualquier otra jaculatoria contenidas en los devocionarios todavía hoy al uso...