Raniero Cantalamessa o la guinda en el pastel Nietzsche en el Vaticano

Cantalamessa.  Viernes Santo
Cantalamessa. Viernes Santo

"Siempre me he preguntado qué nivel de estudio y profundidad evangélica y teológica tendrá Raniero Cantalamessa para ser predicador de la Casa Pontificia desde 1980"

"El Viernes Santo pasado tuvo, como otros años, la misión de hacer la homilía ante la atención personal de Francisco, de todos los cardenales y a ojos de una parte del mundo que sigue esta celebración con fervor y sentimiento único"

"Cantalamessa está ahí porque sabe muy bien dónde están los problemas de la Iglesia y del mundo. Habló de otra muerte de Dios, la que proclama Nietzsche en el aforismo 125 de La gaya ciencia, su histórico Dios ha muerto"

"Todo el mundo pintado por Nietzsche produce un lienzo que podría llevar el título de relativismo. Como cristianos, ¿qué decir cuando la muerte ha sido vencida y la vida se alza victoriosa por los cuatro costados a través de la alegría y la esperanza?"

Siempre me he preguntado qué nivel de estudio y profundidad evangélica y teológica tendrá Raniero Cantalamessa para ser predicador de la Casa Pontificia desde 1980 en los pontificados tan distintos y variopintos como los de un Wojtyla, un Ratzinger o un Bergoglio. Cuando habla se produce en el auditorio una atención casi mística. No es fácil en el mundo de hoy, de la hiper comunicación, atraer la atención para ser escuchado.

Tengo que reconocer que hasta ahora no había reparado mucho en él, sabía que no estaba ahí por estar, que algo debía estar aportando. El Viernes Santo pasado, en una de las celebraciones más importantes de la liturgia católica, la celebración de la pasión del Señor, tuvo, como otros años, la misión nada fácil de hacer la homilía ante la atención atenta y personal de Francisco, de todos los cardenales y a ojos de una parte del mundo que sigue esta celebración con fervor y sentimiento único.

Su comienzo, protocolario, pero no había pasado un minuto, y puso la primera guinda del pastel, así como el que no quiere la cosa, cerrando los ojos, degustando cada palabra para que el espectador supiese que ese era el comienzo y el final: “Después de cada consagración, en cada Eucaristía decimos: ‘Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús’”. El Viernes Santo celebramos la ejecución de un inocente, sin pruebas y sin causa clara más importante de la historia. Y a continuación, lo que me hizo caer en la cuenta que Cantalamessa no está ahí por una casualidad, por ser un esbirro del poder, sino que sabe muy bien dónde están los problemas de la Iglesia y del mundo, habló de otra muerte de Dios, la que proclama Nietzsche en el aforismo 125 de La gayaciencia, su histórico Dios ha muerto, que ha supuesto ríos de tinta e interpretaciones de toda laya.

Aquellas personas que hemos tenido la suerte de encontrar en la filosofía uno de los sentidos de nuestras vidas, nos guste o no, hemos tenido que dedicarnos a este enigmático y extraordinario pensador. Le he dedicado horas y se las volvería a dedicar y parece que es imposible no volver a él en cada paso importante que damos en nuestra vida, puesto que es el filósofo de la vida. Aunque suene paradójico, ha fortalecido mi fe a pesar de sus exabruptos y salidas de tono, en ocasiones, respecto a las religiones y, sobre todo, el cristianismo y la Iglesia. Ahí van dos muestras.

La primera, al comienzo de su Anticristo:“Los débiles y malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y además se debe ayudarlos a perecer. ¿Qué es más dañoso que cualquier vicio? La compasión activa con todos los malogrados y débiles, el cristianismo”.

La segunda en el Crepúsculo de los ídolos:“El Santo en el que Dios tiene su complacencia es el castrado ideal…La vida acaba donde comienza el ‘reino de Dios’ [y más adelante añade] el cristianismo es la transvaloración de todos los valores arios, la victoria de los valores-chandalas, el evangelio predicado a los pobres, a los inferiores, la rebelión-completa de todo lo pisoteado, miserable, malogrado, fracasado, contra la ‘raza’, -la inmortal venganza-chandala como religión del amor”.

Como todo pensador y planteamiento filosófico, dice verdades como puños, y falsedades y generalizaciones totalmente injustas. Pero quien esté libre de pecado… que tire la primera piedra.

Siempre diré que Nietzsche es un ateo como Dios manda, y no de postín, de moda, como los que tanto abundan en la actualidad. Leerlo y estudiarlo, como impartirlo en bachillerato, me ha enseñado a amar la vida en todas sus consecuencias y dimensiones. Pensador incómodo donde los haya con un poder de profetismo fuera de toda duda. Y eso es lo que Cantalamessa quiso transmitir. Nietzsche profetizó nuestro tiempo, el nihilismo, donde la nada es el fundamento de la vida, en la que ya no se cree en nada y la verdad deja de tener su fuerza y presencia en las personas.

El nihilismo nietzscheano complementa el análisis que el pensador surcoreano Byung-Chul Han hace al definir a la sociedad como paliativa al reproducir enfermedades mentales y sociales como champiñones como la ansiedad, la depresión, el aumento exponencial de los suicidios, llevando a una mentalidad que desarrolla la algofobia, esto es, un miedo generalizado al dolor y al sufrimiento que produce una sociedad paliativa. Esta sociedad con un déficit claro de alegría, ilusión y vitalidad la describió Nietzsche al pie de la letra. ¿Qué diría ahora? Su diagnóstico es difícilmente superable. Hoy vemos desarrollado lo que atisbó, pero desarrollado hasta niveles inimaginables -piénsese por un momento en toda la revolución que vivimos no hoy, sino estos días, estas semanas en torno a un modelo imperfecto, pero inquietantemente poderoso como chat GPT. Otro tema es, como siempre, lo que propone.

La muerte de Dios implica que la humanidad, personas de carne y hueso, como tú y como yo, han matado a Dios porque ya no lo necesitan. Sin Dios y todos los principios que lo rodean, el hombre se queda solo, ante una nada. Y he aquí el reto: Nietzsche no se amilana ante el vacío de la existencia, quiere, desde la voluntad de poder y de vida, crear una nueva forma de valorar la realidad y crear una nueva historia. Sólo de esta forma podemos comprender por qué escribe su Ecce homo, frase de Pilato para identificar a Jesús frente a sus acusadores y que Nietzsche utiliza para, nada más y nada menos, que presentarse a la humanidad entera, he aquí Federico Nietzsche, he aquí el hombre. Dice en el Prólogo: “Como preveo que dentro de poco me tendré que dirigirme a la humanidad presentándole la más grave exigencia que jamás se le ha hecho, me parece indispensable decir quién soy yo. En el fondo sería lícito saberlo ya: pues no he dejado de dar testimonio sobre mí”.

Siempre he pensado que hay que tener muchas agallas para escribir así, enfocar de un modo la realidad que incomoda y alterar lo que se acepta como normal y establecido. Salvando las distancias, Jesús de Nazareth y Nietzsche tienen más relación de lo que podemos llegar a imaginar porque ambos pagaron el precio, aunque de muy diferente manera, de la incomprensión y del fundamentalismo de su tiempo. Eran conscientes de esa consecuencia, la asumieron hasta la muerte; el primero clavado en un madero, sólo aplicable a los peores criminales, y el segundo, solo y con una locura galopante que lo llevaría a estar sus últimos diez años en un estado de semi inconsciencia.

Todo el mundo pintado por Nietzsche produce un lienzo que podría llevar el título de relativismo. Este fue le punto fuerte de Cantalamessa. Todo Occidente ha adoptado y ha asumido un aire post-moderno que se aplica en todos los campos del saber. El tiempo líquido que vivimos, en términos de Bauman, se ha incrustado en nuestro interior. Como cristianos, ¿qué decir cuando la muerte ha sido vencida y la vida se alza victoriosa por los cuatro costados a través de la alegría y la esperanza?

La radicalidad, no ya de Nietzsche, sino del Dios de Jesús está en que, siendo el mismo Dios, se ha aniquilado delante de nosotros, puesto que siendo de condición divina, se despojó, y se humilló hasta la muerte como proclamamos cada Domingo de Ramos en la Carta de San Pablo a los Filipenses. Aquí está la clave, aquí está el reto de si creemos o no en ello. ¿Es la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús un cuento, un bálsamo más que se ha convertido en un encuentro cultural y familiar más? ¿Qué es?

Lo que Jesús nos dice es algo muy claro: cambia de vida, conviértete, arriesga, porque tienes la posibilidad de cambiar y de transformar lo que eres. Sin embargo, nosotros matamos a Dios, sí, somos, en parte, deicidas, pero con la llamada a la puerta de la resurrección dicha muerte no lleva a la derrota, sino que más bien nos conduce a la apoteosis de la vida, en el cielo y en la tierra, en el más acá, y esto es precisamente, a mi juicio, lo que Nietzsche no entendió.

Se resucita en vida, en los problemas cotidianos que nos abren en canal y por los cuatro costados. Por ello Dios se hace carne, porque nuestro Dios no sólo es una cuestión de conocimiento, sino de Amor, se hace persona, de ahí el don del servicio y la solidaridad como el carnet identificativo y perpetuo del ser cristiano y de la Iglesia. Nietzsche, en definitiva, pone sobre la mesa la lógica del mundo actual que él ni asumía ni compartía.

Me parece complicado, por ser finos, ser cristiano y obviar a Nietzsche quien dijo de Jesús: “Fue el único cristiano de verdad”. Por tanto ¿cuál es el grado de verdad de nuestro discipulado en Cristo? ¿Sentimos la cruz, nos duele la muerte de Dios que asume el mundo de hoy o la aceptamos sin más? ¿Y qué hago desde el evangelio para vencer dicha muerte? Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús. Ojalá incardinemos la palabra llevándola a cabo en ese teatro extraordinario de la vida que tanto amaba Nietzsche, pero que obvió su victoria final ante la muerte a partir de la resurrección.

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