Antonio Aradillas Obispos militarizados
(Antonio Aradillas).- Por aquello de lo que aprieta y tesauriza el terruño, y por lo de la orfandad episcopal, convertidas en rumor y noticias sus cavilaciones para subsanarla con teología, sentido común y diplomacia eclesiástica, el centro- eje de mi reflexión en esta ocasión lo definen las aguas del río Jerte -"Xérete", o "río del gozo"-, a la vez que el sacrosanto nombre de "Plasencia", la ciudad fundada por el rey Don Alfonso VIII "ut placeta Deo et homínibus", es decir, "para agrado, adoración, satisfacción y provecho de Dios y del pueblo". Me sirve de mentor en esta aventura extremeña el clásico libro de "Las Siete Centurias de la Ciudad de Alfonso VIII", cuyo autor es Alejandro Matías Gil.
En libro tan documentado se inserta el texto de la "Bula firmada por el Papa Clemente, siervo de los siervos de Dios", destinada al citado rey de Castilla, con expresión formularia del correspondiente deseo de "salud y apostólica bendición", en la que la nueva ciudad se erige en "cátedra episcopal, con diócesis y villas señaladas para su jurisdicción canónica". La Bula, firmada en 1189, termina con estas terroríficas palabras:"si alguno atentara contra lo dispuesto, o pretendiera hacer innovaciones, caiga en al indignación de Dios Omnipotente y en la de sus santos y bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo" .
. El primer obispo, D. Bricio "gobernó esta diócesis 21 años, a quien sucedió el famoso guerrero Don Domingo, que lucía su pectoral brillante, como el bruñido y acerado capacete", o "pieza de la armadura que cubría y defendía la cabeza". "El 16 de julio de 1212, que fue lunes, se dio la famosa batalla de Las Navas de Tolosa, y nuestro caballero, obispo Don Domingo, con algunos de sus canónigos y capellanes, al frente de las gentes de su diócesis, se halló en tan memorable encuentro al lado del arzobispo de Toledo, Don Rodrigo, con la ulterior concesión de blasones y cruces". Don Domingo sería después testigo del testamento, a la muerte de Alfonso VIII, acaecida en el pueblo de Martín Muñoz de las Posadas, hoy provincia de Segovia, "después de 55 años y 25 días de reinado", según refiere el célebre historiador Padre Mariana.
. "Reinando Don Fernando en 1227, enfermó en Guadalajara el arzobispo Don Rodrigo, que le acompañaba en la jornada, y el rey envió a su campo a nuestro obispo Don Domingo, que llevó consigo la mesnada y gente de guerra de Plasencia y de la diócesis"." La ciudad de Jaén. Priego -"donde pasan a cuchillo a muchos de sus defensores"- , Loja, -"talando y quemando campos y jardines de la Vega de Granada"- y Montejo, nuestro valiente - "muy digno y benemérito"- obispo, supliendo al arzobispo de Toledo y como Legado Apostólico, asistió siempre al rey en estas gloriosas empresas"
. A Don Domingo le sucedió en la sede de Plasencia, el también obispo guerrero Don Adán, en 1236, "quien, con gente de Plasencia y de la diócesis, se hizo presente en la conquista de Córdoba, asiendo uno de los cinco obispos , verdaderos capitanes de guerra, con los que contó el Rey Santo, junto con los prelados de Osma, Cuenca, Baeza y Coria, quienes, poniendo cerco a la ciudad cordobesa, esta se rindió el día de San Pedro, 29 de junio de 1236". Los obispos consagraron la mezquita mayor en honor de la Santísima Virgen y decidieron que, así como en los tiempos de Almanzor las campanas del templo de Santiago habían sido trasladadas, a hombros de cristianos, a Córdoba, para convertirlas en lámparas, ahora, y de la misma manera, fueran transportadas y devueltas a la ciudad compostelana".
. No solo el placentino - con tres cardenales en nómina-, sino todos los episcopologios, con mención relevante para el de Toledo, y, en ocasiones, para el de Roma, están tachonados de obispos guerreros, nobles, feudales, segundos o "terceros reyes de España", regentes o Capitanes Generales. Tanto, o más que obispos- pastores y sucesores de los Apóstoles, a sus nombres y hazañas, los definen y eminencian las embajadas, las rentas, amores y amoríos, cortes y cortejos, así como sus fámulos, y no los valores sacros y evangélicos, sin dejar de reconocer que la historia de la Iglesia, también de modo especial en Plasencia, cuenta con capítulos relevantes de obras públicas y cátedras, cultura y monumentos artísticos, a favor y en beneficio del pueblo.
. Pero la historia es historia y esta es siempre sagrada, por contradictorios, desejemplarizantes y escandalosos que sean, o hayan sido, tantos episodios muy principales. Tener en cuenta estas realidades documentadas, y siempre al margen de interpretaciones maliciosas, contribuirá a comprender de alguna manera determinados esfuerzos que, por obispos, arzobispos cardenales, unos y otros han de efectuar para ahora aspirar a ser, actuar y comportarse en exclusiva como fieles servidores del pueblo de Dios, con formas y fórmulas sanamente evangélicas.
. En el sistema de la selección y nombramiento de los mismos, en el despojo de no pocos signos, símbolos, abalorios y aparejos litúrgicos o para-litúrgicos, así como en la reedición del Código de Derecho Canónico y de los Rituales, es posible que comiencen a apuntar algunas señales salvadoras de la verdadera "dignidad" episcopal.
En los hábitos, ornamentos "sagrados", mitras, homilías, "cartas pastorales", títulos y privilegios eclesiásticos, ni caben, ni pueden encarnarse la mayoría de los versículos de los santos evangelios.