El presidente de la CEE aboga por "un pacto educativo sólido" en España Omella: "No es el momento de poner trabas, sino de trabajar conjuntamente por la educación"
"El clamor de la inmensa mayoría de la sociedad por un pacto educativo en España, que sea a largo plazo y que incorpore a todas las fuerzas políticas y también a las entidades civiles y religiosas activas en el campo de la educación, no ha cesado de crecer"
"Siempre y cuando se actualicen correctamente y se garanticen las necesidades económicas para una buena prestación del servicio educativo, consideramos que la fórmula de la concertación pública como mecanismo de financiación de la educación general sigue siendo plenamente válida y útil"
"Más que nunca necesaria la enseñanza y el cultivo de la filosofía, de la teología y de la espiritualidad como forjadoras de esperanza"
"Más que nunca necesaria la enseñanza y el cultivo de la filosofía, de la teología y de la espiritualidad como forjadoras de esperanza"
| Cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona *y presidente de la CEE
Todos somos conscientes de que la educación es una materia muy sensible y que a menudo ha sido instrumentalizada por unos y por otros con fines no siempre loables. Nuestra historia reciente está repleta de ejemplos en este sentido.
Es por ello que recientemente el papa Francisco (15-10-2020) ha hecho una llamada a todas las naciones e instituciones a participar en un Pacto Educativo Global con el fin de alcanzar un acuerdo que permita generar un cambio a nivel planetario que promueva una educación que sea creadora de fraternidad, paz y justicia.
Es una invitación a ponernos todos de acuerdo para fomentar un nuevo humanismo que contribuya a la formación de personas abiertas, responsables, dispuestas a encontrar tiempo para la escucha, el diálogo, la reflexión y capaces de construir un tejido de relaciones que nos enriquezcan a todos los niveles.
Una ley sólida
El clamor de la inmensa mayoría de la sociedad por un pacto educativo en España, que sea a largo plazo y que incorpore a todas las fuerzas políticas y también a las entidades civiles y religiosas activas en el campo de la educación, no ha cesado de crecer. Sería conveniente que de este pacto educativo pudiera concretarse una ley sólida que no sea objeto de debate con cada cambio de color político en el Gobierno.
La labor de la Iglesia en el ámbito educativo en España llega a casi dos millones de familias muchas de ellas en los enclaves más pobres y populares de nuestra sociedad. Trabajamos como otras instituciones para fomentar el desarrollo humano e integral de cada persona. Por eso lamentamos profundamente todos los obstáculos que se quieren imponer a la acción de las instituciones católicas concertadas. No es el momento de poner trabas, de enfrentar instituciones públicas y privadas, sino de trabajar conjuntamente, de cooperar de forma eficaz y eficiente para ofrecer una educación adecuada a todos los niños, adolescentes y jóvenes de nuestro país, respetando el derecho constitucional de los padres y madres a escoger libremente el centro y el modelo educativo para sus hijos, y asegurando siempre el derecho constitucional a la libre iniciativa privada.
Siempre y cuando se actualicen correctamente y se garanticen las necesidades económicas para una buena prestación del servicio educativo, consideramos que la fórmula de la concertación pública como mecanismo de financiación de la educación general sigue siendo plenamente válida y útil. Ahora bien, no podemos dejar de valorar otras medidas interesantes adoptadas en países de nuestro entorno europeo (como es el caso del «bono escolar») con el fin de garantizar los derechos constitucionalmente reconocidos a los padres y a la libre iniciativa privada.
Por último, y en la senda del Pacto Educativo Global promovido por el papa Francisco, nuestro empeño se concentra en poner a la persona en el centro del proceso educativo, garantizando una educación integral de la misma en todas sus dimensiones —humana, relacional, psicológico-intelectual y espiritual—. Por ello, defendemos la presencia de la asignatura de religión. De hecho, en una sociedad tecnocrática en la que un minúsculo virus nos ha desbordado, se hace más que nunca necesaria la enseñanza y el cultivo de la filosofía, de la teología y de la espiritualidad como forjadoras de esperanza.
+ Card. Juan José Omella
* Publicado originariamente en La Vanguardia
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