"Supera, quizá, los límites de lo razonable" Al Opus le sobra apellidarse 'de Dios'

Al Opus le sobra apellidarse 'de Dios'
Al Opus le sobra apellidarse 'de Dios'

"De la 'vida y milagros' del 'Opus Dei' -castellanizado 'Obra de Dios'- se sabe bastante. en España últimamente apenas si hay noticias sin 'Opus'"

"Lo primero que a unos y a otros les sigue llamando la atención, es cómo y por qué en el correspondiente dicasterio de la Curia Romana le facilitaran a los responsables registrar oficialmente y reconocer canónicamente el nombre en latín del 'Opus Dei al proyecto de congregación"

"Es lícito y explicable que, publicado el reciente Motu Proprio 'Ad charisma tuendum' del papa Francisco, este hubiera hecho alguna alusión directa a la necesidad intrínseca del 'rebautismo' de la Obra"

"Mientras tanto, y en plena actitud y actividad sinodales, lo de 'Obra de Dios' aplicado a un solo colectivo dentro y fuera de la Iglesia, seguirá necesitando con urgencia revisión y reforma"

Siempre, democráticamente y dentro de un orden, a cada uno le será posible nombrarse y apellidarse como quiera o hayan querido sus progenitores. Tanto el Santoral como el “costumbrario” –“hábito o modo de actuar adquirido por la frecuente práctica de un acto “- ofrecen amplias posibilidades como para que personas e instituciones se “integren en un colectivo o familia y que se transmitan de padres a hijos”.

De la “vida y milagros” del “Opus Dei” -castellanizado “Obra de Dios”- se sabe bastante. Si no todo lo que suele saberse acerca de similares organizaciones, fundaciones, congregaciones o movimientos religiosos, santos o vice santos, sí lo suficiente como para haber llegado ya al convencimiento perenne de tener que ser noticia frecuente en los medios de comunicación social. Diríase que, por diversidad de causas, dentro de la Iglesia, y a veces también fuera de ella, en España últimamente apenas si hay noticias sin “Opus”.

Insistir en tema tan amplio y complejo está, por lo mismo “a la orden del día”. Es tarea -derecho y deber- de informadores y de informados.

Y lo primero que a unos y a otros les sigue llamando la atención, sorprende y extraña, es cómo y por qué en el correspondiente dicasterio de la Curia Romana le facilitaran a los responsables canonizar, registrar oficialmentey reconocer canónicamente, el nombre en latín del “Opus Dei” al proyecto de congregación o movimiento religioso.

Y es que el nombre o el sobrenombre, en la historia de las civilizaciones y culturas, con sagrada mención también y sobre todo, para la bíblica, es de por sí, importante. Definidor y definitivo. Determinante. Imprime carácter. El nombre es vocación. Es guión y esquema de vida. El mismo Dios lo dicta e impone, valiéndose de la voluntad y santa inspiración familiar, con ineludible repercusión a favor de la comunidad a la que se debe, en la que se inserta y en la que ocupará el puesto, el lugar y la misión a la que le insta y destina la fuerza del nombre del que se es portador.

Permitir, consentir, bendecir, inspirar y promocionar una congregación o movimiento “religioso”, adscribiéndole a perpetuidad y en exclusiva la sacrosanta distinción de “OBRA DE DIOS”, a cualquiera debió parecerle, a su tiempo, y ahora, excesivo, es decir, exagerada y clamorosamente “más allá de lo que se considera normal o razonable”. Acaparar, o dejar que acaparen, la connotación canónica de “Obra de Dios” por antonomasia y en latín litúrgico para una obra más, divina y humana, de la Creación, a muchos les parece blasfemo, semi blasfemo, y que sobrepasa con creces toda ponderación, cordura, medida y cultura.

Es obvio y comprensible la sorpresa, y aún el rechazo de muchos y muchas al percatarse y tener que asumir en cristiano que a organizaciones como las de “esclavos y esclavas, siervos y siervas” (del Señor), no les sea factible “peregrinar“ hacia el Reino de los Cielos- de Dios- y sus aledaños, por no contar para ello con el “Camino” como guía, con cierto desdén para el mismo santo Evangelio.

Es lícito y explicable que, publicado el reciente Motu Proprio “Ad charisma tuendum” del papa Francisco, este hubiera hecho alguna alusión directa a la necesidad intrínseca del “rebautismo” de la Obra. Todo se andará. Pero con tal nombre y apellido, vigente y activo, son más que previsibles rechazos personales e institucionales, sin faltar a tal cita algunas tercas añoranzas mitradas y aún cardenalicias, brillantes, atractivas y paganamente rebosantes de púrpura.

Mientras tanto, y en plena actitud y actividad sinodales, lo de “Obra de Dios” aplicado a un solo colectivo dentro y fuera de la Iglesia, seguirá necesitando con urgencia revisión y reforma, con devota inserción en cualquiera de las nuevas ediciones de aludido Motu proprio del papa Francisco.

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