"Estimo que la Iglesia ha de democratizarse y empobrecerse" Pedro Serrano: "Hay que cambiar el sistema en el que dominan los idólatras del capital"
"Para los devotos israelitas la fidelidad a Dios se realizaba en el cumplimiento de la Ley; pero Jesús distinguía los mandatos de Dios respecto a las disposiciones humanas"
"Entre las sanaciones que Jesús realizó en sábado criticadas por escribas y fariseos, se puede señalar la del paralítico que descuelgan por el tejado de la casa donde predicaba Jesús para ponérselo a sus pies"
"La inmensa misericordia de Jesús hacia los seres humanos era la del mismo Dios-Padre, y se demostraba, precisamente, en la curación de los enfermos abandonados hasta por la religión elitista; en las comidas a los hambrientos trabajadores en el sistema clasista; y, en la defensa de las mujeres y los niños en esa sociedad patriarcal del siglo I"
"La inmensa misericordia de Jesús hacia los seres humanos era la del mismo Dios-Padre, y se demostraba, precisamente, en la curación de los enfermos abandonados hasta por la religión elitista; en las comidas a los hambrientos trabajadores en el sistema clasista; y, en la defensa de las mujeres y los niños en esa sociedad patriarcal del siglo I"
| Pedro Serrano García
La ley judía se fue configurando durante la andadura histórica del pueblo desde sus remotos orígenes. Teniendo como centrales los mandamientos de Dios, ya en el tiempo de Jesús la Torá se componía de 613 artículos, de los cuales 248 eran preceptos y 365 contenían prohibiciones (J. M.ª Castillo). Para los devotos israelitas la fidelidad a Dios se realizaba en el cumplimiento de la Ley; pero Jesús distinguía los mandatos de Dios respecto a las disposiciones humanas.
Fidelidad de Jesús al Padre
El Evangelio muestra a Jesús como hijo fiel a su Abba-Dios, con todo su ser, con toda su fuerza y con toda su voluntad. A eso de los 12 años y después de dejar admirados a los doctores en el Templo, cuando le encuentra María, Jesús le dice a su madre –“¿Por qué me buscabais?, ¿No sabíais que conviene que me ocupe de las cosas de mi Padre?” (Lc 2,49). Cuando dialogaba con la samaritana cerca de un pozo y a la que le pidió agua, al llegar los apóstoles de un pueblo cercano, le ofrecen comida y él les dice: -“Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre” (Jn 4,31-34). Y en la oración del huerto cuando era ya inminente su muerte en la cruz, le ruega angustiado a Dios –“Padre, si es posible pase de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).
Efectivamente, el mismo Jesús llegó a manifestar en una ocasión: “No vayáis a creer que vine a abolir la Ley o los profetas; no vine a abolirlos sino a darles cumplimiento” (Mt 5,17; Lc 16,17).
Manipulación legalista judía
Lo fundamental de la Ley de Dios: el amor al prójimo como a uno mismo es la muestra de que amamos a Dios sobre todas las cosas; mientras que lo secundario de la Ley, son los preceptos, ritos, purificaciones y liturgias establecidos por los dirigentes de la religión judía (así como ocurre en otras religiones).
Bastantes fariseos y saduceos, escribas y sacerdotes trataban de cumplir los preceptos humanos de la Ley, violando el cumplimiento del amor al prójimo. Eran capaces de dejar morir a un herido por salteadores para no contaminarse de impurezas (Lc 19,30-35); o devorar los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones (Lc 20,46-47); o abandonar a los enfermos porque en sábado no se trabaja, aunque se afanaran en trabajar también en sábado para dar agua a sus animales (Lc 13,15).
Mientras que para Jesús, “no se ha hecho el hombre para el sábado [la ley y la religión], sino el sábado [la ley y la religión] para el hombre” (Mc 2,23-28). En muchísimas ocasiones Jesús mostró al mundo su enorme misericordia con los seres humanos enfermos y hambrientos mediante las sanaciones y comidas con los marginados necesitados.
Entre las sanaciones que Jesús realizó en sábado criticadas por escribas y fariseos, se puede señalar la del paralítico que descuelgan por el tejado de la casa donde predicaba Jesús para ponérselo a sus pies; Jesús le perdona sus pecados y le pone en pie, ante la rabia y la crítica de sus enemigos (Mt 9,1-8). También se pueden destacar los banquetes con los pobres, parados y mendigos como símbolo del Reino de Dios, que a menudo Jesús realizaba Lc 16,19); rechazados por los hombres de la religión y de la economía como se expresa en la parábola del banquete de bodas del hijo de un rey (Lc 14,15-24). La inmensa misericordia de Jesús hacia los seres humanos era la del mismo Dios-Padre, y se demostraba, precisamente, en la curación de los enfermos abandonados hasta por la religión elitista; en las comidas a los hambrientos trabajadores en el sistema clasista; y, en la defensa de las mujeres y los niños en esa sociedad patriarcal del siglo I.
Leyes eclesiales y Ley de Dios
La Iglesia también ha elaborado su ley humana, aunque la base en los mandatos de Dios, en la Tradición y en los Evangelios. Esa ley es el Código de Derecho Canónico con 1752 cánones o artículos. Sin embargo, Jesús solo nos dio un mandato: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,17); pues la Eucaristía es el mandato de contribuir a la vida y al amor solidario de Jesús hacia los seres humanos (Lc 22,19). Si nos quedamos en la sola celebración, la Eucaristía resulta estéril, pues por las obras de misericordia y solidaridad muestra el cristiano su fidelidad. Obras de ayuda humanitaria, pero asimismo de reforma de estructuras, ambas cosas para cambiar el sistema donde dominan los idólatras del capital por otro sistema donde predomine la fraternidad humanista.
Evidentemente toda asociación humana necesita de sus leyes, estatutos y reglamentos, y la Iglesia, aunque sea una agrupación de discípulos de Jesús cuya espiritualidad se basa en la fe, esperanza y caridad, como entidad humana necesita su legislación correspondiente. El problema está, que el Código de Derecho Canónico de 1983 responde más al Concilio de Trento y de Vaticano I (ambos de signo conservador y tradicional ya superados), que al Concilio Vaticano II (de signo progresista, liberador, y de opción por el pueblo y los pobres, más actual y evangélico). El CDC se inclina hacia una Iglesia vertical y clerical, más que hacia una Iglesia pueblo de Dios, laical y comunitaria.
Si con los papas que promovieron el Concilio Vaticano II (Juan XXIII y Pablo VI) se abrió la Iglesia hacia el mundo en una primavera eclesial que asombró a creyentes y no creyentes, durante los papados siguientes (Juan Pablo II y Benedicto XVI) la Iglesia se cerró entrando en un invierno eclesial. No nos extrañe que una de las causas del progresivo vaciamiento de los templos y seminarios en Europa pudiera ser precisamente el olvido del Vaticano II y la falta de adaptación de la Iglesia y sus responsables al mundo moderno según los “signos de los tiempos”.
Pero Dios-Padre no olvida a sus hijos e hijas que permanecemos en la Iglesia, tal vez por ello nos ha enviado un nuevo dirigente, el papa Francisco, de procedencia argentina y latinoamericana. Así como Francisco de Asís contribuyó a la renovación de la Iglesia de su tiempo, el papa Francisco trata de frenar y extirpar algunos aspectos que escandalizan al mundo, como la pederastia y la corrupción en la administración de los bienes de la Iglesia. Para la renovación de la curia conservadora y dominante, Francisco está dando pasos, lentos pero progresivos; además está impulsando a los pastores y laicos hacia la opción por los pobres promoviendo la justicia y la igualdad en mundo dominado por el sistema neoliberal y bajo el poder de las grandes potencias, entre otras cosas. Los documentos de Francisco son instrumentos proféticos muy válidos para lograr la nueva Iglesia del pueblo de Dios y la fraternidad universal cuidando el medio ambiente, principalmente Evangelii Gaudium, Laudato Si’ y Fratelli Tutti.
Estimo que la Iglesia ha de democratizarse y empobrecerse; ha de priorizar la justicia social, la dignidad de las personas y sus derechos fundamentales por encima de cultos, ritos y tradiciones religiosas. No debe orientar a los creyentes al servicio exclusivo de las liturgias y las instituciones, sino al revés, ha de poner la liturgia, las leyes eclesiásticas y las instituciones al servicio de la humanidad. El mundo necesita nuevos cristianos que pongan su espiritualidad y eclesialidad, pero sobre todo su misericordia, al servicio de la humanidad.
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