El Papa volvió a verse con el cineasta, que ya prepara una película sobre la vida de Jesús Perdón, fe y calvario: un viaje por el cine religioso de Scorsese
El cineasta neoyorkino se muestra en plena forma a sus 81 años y aborda el rodaje de una película sobre la vida de Jesús basada en una novela de Shūsaku Endō, autor al que ya adaptó en Silencio. Pero este no es ni mucho menos el único proyecto religioso en la carrera de este director italoamericano
El cine y la religión fueron un refugio para el pequeño asmático criado en ese barrio de Little Italy tan vibrante y vitalista, pero también sucio y peligroso, en el que muchos jóvenes se metían a delincuentes. Dedicarse al cine tiene también mucho de vocación, y en ese campo Scorsese no solo fue llamado, sino también escogido
| Sergio Diez
Martin Scorsese ha expresado en alguna ocasión que su cine es una peregrinación a través de sus inquietudes espirituales. En mayo de 2023, poco después de la proyección de Los asesinos de la luna en el Festival de Cannes, se reunió con el Papa, y le aseguró que iba a dirigir una nueva película sobre la vida de Jesús. Hoy, ha vuelto a encontrarse con Bergoglio.
Scorsese respondía así a las palabras que Francisco había dirigido a los artistas en febrero del 2022: "Hablen a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo... La belleza siempre nos levanta, la belleza nos hace ir más allá. Los animo a continuar su servicio con amor y competencia, porque el mundo necesita de la belleza, más que nunca".
Pero la idea de Scorsese de hacer una película sobre Jesús se remonta hasta su etapa universitaria: "Iba a hacer la historia de Cristo, pero solo en Nueva York, en la parte baja del Este y en los muelles del Oeste. Y todos usarían ropas modernas pero sería en blanco y negro. En los bloques de apartamentos, la gente vestida de blanco y negro... Básicamente, los inmigrantes". Una visión más centrada en el Jesús del amor y de la compasión, un Jesús alejado de las representaciones de las grandes superproducciones de Hollywood, que lo mostraban majestuoso, sí, pero también distante y alejado de la gente.
Among those in the audience for #PopeFrancis' general audience today: American filmmaker and regular Vatican visitor Martin Scorsese. pic.twitter.com/qD3dgWvEOB
— Christopher White (@cwwhiteNCR) January 31, 2024
Sin embargo, cuando el joven Scorsese vio El evangelio según San Mateo (1964) de Pier Paolo Pasolini, y la autenticidad con la que estaba rodada, la manera naturalista en la que mostraba a un Jesús cercano, pasional y, sobre todo, muy humano, supo que tendría que tomar otro camino para hacer su película. Paradójicamente, Pasolini, ateo confeso y comunista, logró que su filme fuera reconocido por L'Osservatore Romano, el periódico oficial de El Vaticano, como la "mejor obra cinematográfica sobre Jesús" con ocasión del cincuenta aniversario del filme.
Pero cuando en una entrevista para Los Angeles Times publicada en enero de 2024 Scorsese dio más detalles sobre ese próximo proyecto, que se llamará Una vida de Jesús, era fácil esbozar una sonrisa. Aseguró que se va a centrar en las principales enseñanzas de Jesús y que se ambientará en el presente, pero con la idea de que sus imágenes se puedan sentir atemporales. Parece que esa idea inicial de su carrera de mostrar a Cristo en la Nueva York contemporánea nunca ha abandonado del todo al cineasta. Scorsese explicó también que el guion se basa en la novela homónima de Shūsaku Endō, el autor japonés (también católico) del que ya llevó a la pantalla otra novela, Silencio.
Continua il dialogo tra #MartinScorsese e #PapaFrancesco… Due uomini di genio ed esperienza per i quali la figura di #Gesù ha un fascino e un valore straordinari.
— Antonio Spadaro (@antoniospadaro) January 31, 2024
Es un lugar común recordar que Scorsese en su día quiso ser sacerdote, a pesar de que duró poco en el seminario. "Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos", como le gusta recordar citando las palabras de Jesús en el evangelio de Mateo. El cine y la religión fueron un refugio para el pequeño asmático criado en ese barrio de Little Italy tan vibrante y vitalista, pero también sucio y peligroso, en el que muchos jóvenes se metían a delincuentes. Dedicarse al cine tiene también mucho de vocación, y en ese campo Scorsese no solo fue llamado, sino también escogido.
Las referencias religiosas están presentes en su cine ya en sus primeros trabajos: Malas calles (1973), que supuso un empujón contundente en la carrera del cineasta, comienza con una imagen que ya revela sus inquietudes: un delincuente de medio pelo de Little Italy, interpretado por Harvey Keitel, reza concentrado en la penumbra de una iglesia católica de Nueva York, y pasa la mano sobre un cirio encendido. En Boxcar Bertha (1972) un sindicalista anarquista es crucificado, en una imagen que Scorsese reconoce que no añadió al guion, sino que se encontró en el libreto original como un regalo.
La idea de redención, por ejemplo, es fundamental en algunas de las películas más conocidas de Scorsese, como Taxi Driver (1976) o Toro salvaje (1980). Antes de la realización de esa última, el cineasta había estado al borde de la muerte debido a las drogas. Se salvó en parte gracias al empeño de Robert De Niro, buen amigo suyo, que le lió para dirigir una historia sobre un boxeador de gran talento devorado por su propia personalidad y sus demonios, en la que era fácil ver ecos de la propia vida de Scorsese. Toro salvaje fue también su resurrección creativa después de un largo periodo en el desierto en el que sentía que había perdido su pasión por hacer cine. Fue su forma de volver a enamorarse de la vida. Una película en la que Scorsese se volcó artísticamente y en la que, como ha reconocido alguna vez, se vació porque puso en ella todo lo que sabía sobre hacer películas.
Una visión espiritual del mundo se proyecta también sobre Al límite (1999), que se mueve constantemente sobre la línea que separa la vida y la muerte, con su conductor de ambulancias que es testigo del tránsito de las almas hacia el más allá. Y, por supuesto, conviene no olvidarse del ambiente en le que se mueven algunos de sus personajes más conocidos: los gángsteres de sus películas son fundamentalmente de origen italiano o irlandés y, en los dos casos, católicos: tanto los de Nueva York (Gangs Of New York, Uno de los nuestros) como los de Boston en Infiltrados.
Pero cuando se habla de cine religioso de Scorsese normalmente nos referimos a las tres películas que más directamente abordan la religión como tema principal, fundamentalmente la cristiana, pero también la budista: La última tentación de Cristo (1988), Kundun (1997)y Silencio (2016). La primera de ellas se basa en la novela La última tentación del escritor griego Nikos Kazantzakis, autor también de otro libro que fue llevada al cine con gran éxito: Zorba el griego (Vida y andanzas de Alexis Zorba). La historia de La última tentación ha tenido siempre una relación complicada con las iglesias cristianas. Suele ser polémica por varias razones: en primer lugar, porque muestra a un Jesús extremadamente humano, con ideas divinas que le vienen de no se sabe dónde, y que se muestran de una manera muy próxima a la locura. Además, al comienzo de la historia, Jesús fabrica como carpintero, entre otras cosas, maderos que van a servir para crucificar a otras personas, y hay quien le tacha de traidor o de colaboracionista de los romanos.
La novela es exquisita en muchos sentidos, pero especialmente por la forma en la que presenta la sociedad de aquel tiempo y, por ejemplo, el miedo con el que viven muchos comerciantes o pescadores honrados el momento en que sus hijos lo dejan todo y se van siguiendo a un hombre aparentemente iluminado. Si lo piensas en frío, la idea es bonita, pero aterradora. Pero no nos engañemos, el motivo fundamental por el que tanto la novela como la película generaron tanto rechazo y polémica está en la idea que se recoge en su mismo título, una idea muy potente.
Jesús, en la cruz, tiene una última tentación, engañado por el diablo, que se le aparece con forma humana. Le dice que su Padre, en su misericordia, no quiere verlo sufrir. Jesús se baja de la cruz, se va con María Magdalena, y tiene una vida humana maravillosa (también con sus dolores y sinsabores, claro, como la pérdida de seres queridos), con todo lo que una vida humana suele conllevar: Jesús tiene relaciones sexuales, hijos y una familia a la que cría con cariño y con esmero. Solo mucho tiempo más tarde, en su vejez, se dará cuenta de que sin su sacrificio la humanidad no sería salvada, y ruega por volver al momento de su muerte en la cruz, eligiendo así su propio sacrificio siendo todavía más consciente de todo aquello a lo que renuncia.
Nikos Kazantzakis, el autor de la novela, era cristiano ortodoxo, y tuvo siempre un gran interés en la figura de Jesús -de hecho, tiene otra novela titulada Cristo de nuevo crucificado. Tuvo, eso sí, muchos problemas con la Iglesia de su tiempo, hasta el punto que hubo una campaña para que fuera excomulgado. Un escritor que, como Scorsese, también hizo una peregrinación a lo largo de su obra en la que exponía sus dudas y cuestionaba los límites de su fe. El guion de la película lo escribió Paul Schrader. Schrader ha trabajado como guionista de Scorsese en Taxi Driver (1976), Toro salvaje (1980) y Al límite (1999). No es casualidad que sean algunos de los trabajos del cineasta más preocupados por la religión y por la redención. Y La última tentación de Cristo nació así como el proyecto de un director católico, con un guion de un protestante calvinista basado en una novela de un griego ortodoxo: es evidente la fascinación que despertaba en artistas con inquietudes cristianas la historia que contaba ese libro'.
La relación de Scorsese con la película sigue siendo compleja en la actualidad, aunque el cineasta la defiende con pasión. Fue un proyecto que le costó mucho llevar a la pantalla, el rodaje fue muy complicado, y el estreno vino acompañado de gran polémica e indignación, incluso con atentados de radicales ultras en algunos cines. Precisamente en un encuentro organizado después de la proyección de la película, en 1988, el arzobispo episcopaliano de Nueva York habló a Scorsese del libro Silencio de Shūsaku Endō, y se lo hace llegar. El cineasta leería el libro un año más tarde, mientras trabajaba, precisamente, en Japón. Desde 1989 quiso adaptarlo al cine, un viaje complejo que culminaría con el estreno de la película en 2016.
Scorsese and The Pope. pic.twitter.com/bqgg8wPgJV
— Jazz Tangcay (@jazzt) November 30, 2016
Silencio es una película ambiciosa, compleja y un homenaje profundo de Scorsese a los misioneros y a la fe. En el siglo XVII, dos jóvenes sacerdotes jesuitas buscan en Japón al padre Ferrara, del que han oído que ha abandonado su fe. La última carta que tienen de él describen las terribles torturas y martirios sufridos no solo por los misioneros, sino por los japoneses católicos.
Los dos protagonistas descubren en tierra nipona la pasión con la que viven su fe los pocos católicos que existen. En su mayoría campesinos, están desesperados y ansiosos por tener a alguien que les guíe. Muchos de ellos son asesinados por los inquisidores que persiguen la fe católica, a la que ven como un peligro que puede sacudir la estabilidad del país. El deseo de las autoridades japonesas, por mucho que asesinen sin reparo, no es hacer más mártires. Lo que desean es que los sacerdotes que capturan renuncien a su fe, para que cunda el ejemplo entre los fieles.
El personaje de Rodrigues, interpretado por Andrew Garfield, ve paralelismos entre su vida y la de Jesús. Él también es detenido, paseado entre burlas y juzgado, es cuestionado por las autoridades políticas y religiosas del lugar. Está dispuesto a entregar su vida, pero le da miedo no poder superar una tortura que, en su caso, es psicológica: ver morir de formas crueles a sus seguidores, a sus compañeros, ver cómo se les hace sufrir de formas metódicas y desesperantes. ¿Hasta qué punto tiene derecho uno a decidir sobre el sufrimiento de los demás por mantenerse fiel a sus creencias? El orgullo del protagonista de Silencio quiere llevarlo a morir fiel a sus ideales, caiga quien caiga. Pero cada vez le pesa la vida de los que le rodean, la sangre derramada sin fin sobre tierra japonesa, ante el silencio de Dios, impasible.
El padre Rodrigues no quiere renunciar a su fe, pero finalmente, en una escena que se nos presenta como un acto de amor desesperado, el sacerdote accede a rechazar públicamente a Cristo, no sin antes escucharlo hablar por primera vez, oyendo cómo el propio Jesús le da permiso. Rodrigues vive un tiempo desde entonces desesperado, roto, sintiéndose vencido, hasta que comprende que, quizá él también, a pequeña escala, ha sacrificado lo que más le importaba -su vida, su reputación, su fe- para aliviar el sufrimiento. Y que su vida sigue teniendo sentido. Y no solo eso, sino que en lo más íntimo de su existencia nunca se aleja de Jesús, al que sigue teniendo muy presente hasta su mismo final.
Kundun es una película extraña en la filmografía de Scorsese. Cuenta la historia del decimocuarto dálai lama (el actual) centrándose en tres momentos: primero, el descubrimiento de ese niño, el dálai lama reencarnado, nacido en el Tíbet, pero cerca de la frontera con China, en una familia campesina, donde menos se esperaban encontrarlo. Después, la educación y formación de ese niño, ya más crecido, como líder religioso del budismo y líder político del Tíbet. Y, después, con la mayoría de edad recién adquirida, la gestión de la crisis política con China la invasión de las tierras tibetanas por parte del ejército rojo de Mao, culminando con el exilio del dálai lama a la India.
La película tiene unas imágenes muy sugerentes y expresivas y una banda sonora que te sumerge de lleno en la religiosidad de las comunidades budistas. Los actores son todos asiáticos, incluso algunos no tienen ninguna experiencia previa actoral, como sucedía con los actores no profesionales de Elevangelio según san Mateo, la película de Pasolini tan admirada por Scorsese. Kundun no deja de ser un precedente directo de Silencio: las dos son películas más pausadas, lentas, observadoras y tranquilas. Las dos muestran formas intensas de vivir la religión en Asia, en distintos momentos históricos. Y las dos, de maneras diferentes, enseñan el precio que a veces pagan los creyentes por su fe, llegando hasta el martirio y la muerte. En Kundun la violencia es menos explícita, pero se muestra de forma muy clara en uno de sus planos más conocidos: aquel que empieza cerrado sobre el rostro del dálai lama y en el que, poco a poco, se nos deja ver gradualmente que está rodeado por un innumerable número de cadáveres, monjes de un monasterios que han sido asesinados, y que están cubiertos de sangre.
"Estoy buscando una nueva forma de hacer las enseñanzas de Jesús más accesibles y quitar la carga negativa que se ha asociado a la religión organizada. Ahora mismo dices la palabra religión y todo el mundo se enfada porque ha fracasado de muchas maneras, pero eso no quiere decir necesariamente que ese impulso inicial fuera erróneo. Volvamos atrás, pensemos en ello. Puede ser que la rechaces, pero puede marcar una diferencia en cómo vives tu vida, incluso si decides rechazarla. Pero no la deseches de forma automática"
"He intentado encontrar con Kundun y La última tentación de Cristo, incluso con Gangs Of New York hasta cierto punto, caminos de redención, caminos hacia la condición humana y hacia cómo lidiamos con cosas negativas que hay dentro de nosotros. ¿Somos decentes y nos volvemos indecentes? ¿Podemos cambiar? ¿Aceptarán los otros ese cambio?", comenta Scorsese en la entrevista anteriormente mencionada de Los Angeles Times, titulada Para Scorsese, todo va sobre el perdón. "Si alimentamos el perdón, quizá el mundo pueda cambiar finalmente. No digo el año que viene, puede que sea en mil años a partir de ahora, si es que todavía estamos por aquí".
Perdón también parece que es lo que ha logrado Scorsese por parte de la Iglesia católica. Algunos de sus altos mandatarios fueron extremadamente críticos con la visión de Jesús presentada por La última tentación de Cristo, una película que Scorsese a día de hoy sigue defendiendo que fue muy poco comprendida y muy malintepretada. Sin embargo, varios miembros de la Iglesia han mostrado públicamente su fascinación y su satisfacción con Silencio, una película que le permitió a Scorsese reunirse con el Papa por primera vez, ya en 2016, y que le ganó especialmente el respeto de los jesuitas.
"Estoy buscando una nueva forma de hacer las enseñanzas de Jesús más accesibles y quitar la carga negativa que se ha asociado a la religión organizada. Ahora mismo dices la palabra religión y todo el mundo se enfada porque ha fracasado de muchas maneras, pero eso no quiere decir necesariamente que ese impulso inicial fuera erróneo. Volvamos atrás, pensemos en ello. Puede ser que la rechaces, pero puede marcar una diferencia en cómo vives tu vida, incluso si decides rechazarla. Pero no la deseches de forma automática", palabra de Martin Scorsese, el cineasta que continúa su peregrinación, y que todavía tiene mucho cine en sus venas. Hoy mismo, se ha vuelto a encontrar con el Papa Francisco.
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