"Procesionar en común-unión es peregrinar en compañía del evangelio" Procesiones: Capirotes para todos
"Toda procesión presupone y exige la existencia, presencia y colaboración de un grupo de personas. Procesión y común-unión. Toda procesión es obra comunitaria, de todos y para todos"
"El capirote o cucurucho borra y extingue cualquier vanidad o distinción vigente y operante en la vida cívica, social o profesional y más, en la religiosa. Hombres y mujeres se hermanan y confraternizan virtuosamente y no como establecieron los cánones y la Liturgia"
"La procesión, por lenta que sea el ritmo de la marcha, de por sí y por definición camina y hace caminar hacia adelante. La Iglesia no es ni solo ni absurdamente un 'antes' o un ayer. Es un 'mañana' o un después"
"Procesionar hacia la reforma de la Iglesia es peregrinar en compañía del evangelio como guía, dejando de lado, compasiva y misericordiosamente, a quienes se instalaron en privilegiadas situaciones y dignidades jerárquicas, sirviéndose precisamente del pueblo y no como sus servidores"
"La procesión, por lenta que sea el ritmo de la marcha, de por sí y por definición camina y hace caminar hacia adelante. La Iglesia no es ni solo ni absurdamente un 'antes' o un ayer. Es un 'mañana' o un después"
"Procesionar hacia la reforma de la Iglesia es peregrinar en compañía del evangelio como guía, dejando de lado, compasiva y misericordiosamente, a quienes se instalaron en privilegiadas situaciones y dignidades jerárquicas, sirviéndose precisamente del pueblo y no como sus servidores"
En el marco social y religioso que se vive por nuestros pueblos y ciudades en los que las procesiones se hacen “el pan nuestro de cada día”, a la vez que de cada noche y de la “madrugá”, la reflexión sobre las mismas es de agradecer, desde cualquiera de las perspectivas que se elijan.
La definición de “procesión” nos es servida oficialmente como “sucesión de personas que caminan lentamente y de forma solemne y ordenada por un motivo religioso portando una imagen”. En el contexto popular, tan santo o más que el litúrgico, el término procesión se aplica también a “cualquier formación o hilera de personas quienes, unas tras otras, y con lentitud, se dirigen a un lugar determinado”.
Toda procesión presupone y exige la existencia, presencia y colaboración de un grupo de personas. Procesión y común-unión sugiere comulgar entre sí y conjuntamente, en dirección hacia la meta o destino que justifica su organización, preparativos para ello , así como la aportación y actualización de los medios para conseguirlo. Toda procesión es obra comunitaria, de todos y para todos.
Las de tipo religioso, más cercanas a esta reflexión, por reclamo, llamada o vocación de “Cofradías o Hermandes”, da por supuesta la inexistencia de la autoridad en su concepción del ”¡ordeno y mando¡”, suplida amplia y generosamente por la de la igualdad y la fraternidad. El capirote o cucurucho, de idéntica factura y color, borra y extingue cualquier vanidad o distinción vigente y operante en la vida cívica, social o profesional y más, en la religiosa. La referencia noticiosa a la presidencia de “autoridades militares, civiles y religiosas” carece de sentido en las procesiones semanasanteras y en cuantas se organicen a propósito de los acontecimientos en los que el pueblo-pueblo es el protagonista verdadero.
Por fin, y gracias sean dadas a Dios, a la Virgen, a los santos y a algunos curas sensatos, las discriminaciones sufridas por la mujer, a las que por serlo, se les impedía formar y tomar parte activa en las procesiones, les han sido abiertas, como corresponden y requieren los tiempos y la fe, como “Dios manda” y sin haber sido manipulada para ello la que se decía ser “la voluntad del Señor”, a consecuencia de enfermizas misoginias clericales. En las procesiones, tanto religiosas como civiles, hombres y mujeres se hermanan y confraternizan virtuosamente y no como establecieron los cánones y la Liturgia.
En las procesiones destaca el silencio que rodea y envuelve a los participantes. Y es que, como lección de vida que pretenden ser, el silencio, la meditación, la formalidad, la soledad en compañía, el recogimiento y el alejamiento de cuanto pueda distraer, son condiciones prioritarias para poder andar y defenderse por la vida tanto personal como colectivamente, en familia, en la comunidad vecinal y en la parroquial.
Es de destacar también que quienes procesionan, suelen ser portadores de velas encendidas como otros tantos signos de vida, de iluminación para sí y para los demás, de claridad y ejemplaridad cívica y cristiana. Y es que todos los caminos, para que no confundan sino que a conduzcan siempre a los destinos propuestos, deseados y previstos, precisan luz, aun cuando a esta puedan apagarla determinadas e imponderables circunstancias, dado que la humildad, y la humanidad han de acompañar todos y cada uno de los “pasos”.
La procesión, por lenta que sea el ritmo de la marcha, de por sí y por definición camina y hace caminar hacia adelante. El atrás no es posible en su organización, proyecto y ejecución. Lisa y honradamente, la vida es así. También y de modo especial la relacionada más directamente con la religión.
La Iglesia no es ni solo ni absurdamente un “antes” o un ayer. Es un “mañana” o un después. “Mañanear” es verbo, actitud y actividad eminentemente religiosa, ideado y estimulado su uso por el mismo evangelio al dictado de Jesús. Mirar hacia atrás y asimismo intentar justificarlo como “palabra o voluntad de Dios”, no es congruente ni cristiano.
A la Iglesia jamás le estará permitido “perder el tren de la historia”. Tal pérdida sería y es, pecado grave. La “audacia” y los “líos” se corresponden con la terminología teológico-pastoral del papa Francisco y de cuantos devotos “franciscanean” en el lenguaje y comportamiento del de Asís. “La Teología debe contemplarse, estudiar y vivirse como un valiente, necesario y sin precedentes, impulso hacia el futuro”.
Procesionar hacia la reforma de la Iglesia es peregrinar en compañía del evangelio como guía, dejando de lado, compasiva y misericordiosamente, a quienes se instalaron en privilegiadas situaciones y dignidades jerárquicas, sirviéndose precisamente del pueblo y no como sus servidores.
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