55 aniversario de la llegada de Tarancón a Oviedo 10 de mayo de 1964, obispo Trarancón: "Vengo a serviros porque os amo"
Aquel 10 de mayo de 1964 Tarancón llegó a la calle Uría, besó la Cruz de la Victoria y se dirigió a la catedral para tomar posesión de la diócesis. En su alocución resumió su ideario, que respiraba los nuevos aires conciliares del Vaticano II y que exigían un nuevo talante eclesial y pastoral
Lejos de ser un "regalo envenado", como decían las malas lenguas, Tarancón supo lidiar la situación situación y trajo a Asturias los nuevos aires conciliares del Vaticano II
La presencia de Tarancón en Asturias fue una gracia de Dios, ya que con su presencia condujo a la Iglesia asturiana por los caminos de la renovación conciliar y de la justicia social
La presencia de Tarancón en Asturias fue una gracia de Dios, ya que con su presencia condujo a la Iglesia asturiana por los caminos de la renovación conciliar y de la justicia social
Estas palabras son como la síntesis del discurso del arzobispo Vicente Enrique Tarancón, en su alocución en la catedral de Oviedo el 10 de mayo de 1964, hoy hace 55 años, el día de su entrada como nuevo pastor de esta diócesis.
Un obispo progresista
Algunos habían dicho que el nombramiento de Tarancón como arzobispo de Oviedo era “un regalo envenenado”, ya que ésta era la diócesis española más progresista y donde la conflictividad política y laboral del momento repercutía con mayor intensidad en la Iglesia local. Pero Tarancón supo lidiar con creces esta situación y trajo a Asturias los nuevos aires conciliares del Vaticano II, que exigían un nuevo talante eclesial y pastoral.
Cuando aquel 10 de mayo de 1964 Tarancón llegó a la calle Uría, besó la Cruz de la Victoria y se dirigió a la catedral para tomar posesión de la diócesis. En su alocución, el
nuevo arzobispo se presentó así: “Yo no vengo en mi nombre, ni enviado por ninguna autoridad humana. Vengo en el nombre del Señor. Porque soy un enviado de Cristo, yo no he venido a ser servido, sino a servir”.
"Vengo a serviros porque os amo"
De la misma manera que el papa Francisco nos habla de las periferias, Tarancón también se mostró solícito con los que no frecuentaban la Iglesia: “Yo me siento especialmente responsable de los alejados”. Y manifestaba así la manera como entendía el ministerio episcopal como arzobispo de Oviedo: “Vengo a serviros porque os amo”.
Tarancón explicó su ministerio de servicio, diciendo que “servir es la manera práctica y eficiente de amar, porque el amor auténtico se manifiesta por el servicio desinteresado, por la entrega total”. Para Tarancón, “amar, definitivamente, es darse”. Y por eso indicó que “el amor a Cristo se traduce necesariamente en el amor a los hombres, en el servicio a todos”.
Tarancón quiso darse a los asturianos desde el principio: “Soy para vosotros. Soy totalmente vuestro. Os pertenece mi tiempo, mi salud, mi propia vida”. Y el nuevo arzobispo de Oviedo continuaba así: “Podéis exigirme una entrega total y absoluta. Podéis exigirme que me olvide de mis conveniencias, de mis intereses, hasta de mi mismo, para compartir vuestras angustias, para sentir en mi corazón y hasta en mi propia carne, vuestros dolores. Podéis exigirme que me gaste y me consuma en vuestro servicio”.
Predilección por los más necesitados
Tarancón llegaba a Oviedo para servir la diócesis ovetense por amor y por eso el arzobispo decía: “Yo he de amar a todos. He de servir a todos. He de sacrificarme por todos, sin reservas, aunque no sin preferencias”. Y es que Tarancón mostraba su predilección, como lo hizo Jesús, por los más necesitados: “¿Os puede extrañar que vuestro obispo guarde sus especiales preferencias para los que mayor necesidad tienen de la consideración, del aprecio, de la ayuda de los demás?”. Por eso mismo el 11 de abril del año pasado, en Oviedo, en la inauguración de la Plaza Cardenal Tarancón, el P. Ángel García dijo que Tarancón era un obispo “cercano a los más desfavorecidos”.
El arzobispo Tarancón continuaba su discurso aquel 10 de mayo de 1964, afirmando: “Yo puedo decir que son mías las enfermedades, las injusticias, la debilidad, los sentimientos de todos los miembros de esta familia asturiana que me ha sido encomendad”. Tarancón quería que su presencia ayudase a crear “un clima de comprensión y de justicia social” (una expresión prohibida por el franquismo) que defendiese “los derechos sagrados de todos los hombres”.
Tarancón no quería que buscaran en él “un político, ni un economista, ni un sociólogo. Humanamente hablando vengo a vosotros con las manos vacías”. Y por eso decía que no le pidiesen “lo que no está en mis manos concederos”.
Un Evangelio comprometido
Fiel al Vaticano II y preocupado por la justicia social, como había remarcado en esta alocución, Tarancón mostraba su deseo de una Iglesia que no se desentendiese “de los problemas que afligen y angustian a sus hijos”. En su ministerio episcopal, Tarancón no buscaba “ventajas humanas” y mostraba su derecho a no callar “cuando mi deber de obispo me impulse a hablar”.
Tarancón anunciaba un Evangelio que se había de hacer compromiso con la verdad y con la justicia. Y por eso lamentaba el comportamiento de los cristianos, cuando “nos empeñamos muchas veces en hacer un cristianismo cómodo y egoísta, póliza de seguridad que puede evitarnos preocupaciones”. Tarancón denunciaba a aquellos que habían deformado, “caricaturizándolo, el Evangelio”, quitándole “toda la fuerza expansiva a la vida de Dios que nos trajo Cristo”.
Actualizar el mensaje del Evangelio
Finalmente Tarancón recordaba “la renovación interior de la Iglesia y de la vida cristiana” que nos traía el Vaticano II y mencionaba a los papas Juan XXIII, que convocó el Concilio y a Pablo VI, que lo llevaría a buen término. Tarancón, que recordaba la Reconquista que empezó en Asturias, llamaba a no “vivir de recuerdos” sino a actualizar el mensaje del Evangelio.
La Santina, "verdadera alma de Asturias"
La alocución de Tarancón acababa poniendo su “gobierno pastoral” en manos de la Santina, “verdadera alma de Asturias”, con un gesto significativo: el nuevo arzobispo quiso colocar la imagen de la Virgen de Covadonga presidiendo “mi escudo”.
Al día siguiente el arzobispo de Oviedo fue a Covadonga a celebrar su primera Eucaristía como nuevo pastor de la diócesis de Oviedo.
La presencia de Tarancón en Asturias fue una gracia de Dios, ya que con su presencia condujo a la Iglesia asturiana por los caminos de la renovación conciliar y de la justicia social.