"No fue una casualidad, sino la consecuencia de su acción, del conflicto entre él y su entorno" La condena de Jesús de Nazaré

Cruz
Cruz Alicia Quan

Merece especial atención lo escrito por Jürgen Moltmann en su famoso libro "El Dios crucificado" (1972): la condena a muerte del Nazareno no fue una casualidad, sino la consecuencia de su acción, del conflicto entre él y su entorno. Y este conflicto era fundamentalmente teológico, un conflicto entre el verdadero Dios y los muchos "dioses"

Su camino hacia la cruz no fue accidental, sino la consecuencia de su acción: la consecuencia de su crítica a la "religión de la ley" de los fariseos y a la "religión política" del Imperio romano

Estamos en Semana Santa y con ella la rememoración festivo-cultural y litúrgica de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaré. Sobre su condena a muerte (Mt 27,11-26), y "muerte de cruz" (Fil 2,8), se ha escrito mucho en los últimos tiempos. Si dejamos de lado la teoría más bien esotérica del "homme de lettres" René Girard, para quien la condena es el resultado de la crisis mimética que desveló el mecanismo del "chivo expiatorio" y que hasta que aparecieron sus libros nadie parece haber entendido, merece especial atención lo escrito por Jürgen Moltmann en su famoso libro "El Dios crucificado" (1972): la condena a muerte del Nazareno no fue una casualidad, sino la consecuencia de su acción, del conflicto entre él y su entorno.

Y este conflicto era fundamentalmente teológico, un conflicto entre el verdadero Dios y los muchos "dioses": por un lado, entre el Dios que Jesús proclamaba como su Padre y el nuestro, y por otro, el Dios de la observancia meticulosa de la ley judía de los fariseos y el Dios político de las fuerzas romanas de ocupación con la aceptación del culto o supremacismo imperial como rito necesario de todo buen súbdito y ciudadano.

Cruz
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"O Cristo o la tradición de la ley"

Según la ley judía, Jesús fue condenado como "blasfemo". Porque con la pretensión de autoridad que hizo en su Sermón de la Montaña ("... habéis oído que se dijo a los antiguos... ¡PERO YO OS DIGO...!") se situó a sí mismo y a su mensaje del Reino de Dios por encima de la autoridad de Moisés y de la Torá. Al proclamar su yugo suave y su carga ligera, al hablar de un Dios misericordioso inclinado al perdón, que prefiere la justicia y la tradición mesiánico-profética de la Nueva Alianza a los "sacrificios cultuales", que mira en los corazones y derrama su "gracia" sobre todos los que consciente o inconscientemente le buscan con buena voluntad, ya sean de Judea o de Samaria, Jesús desafió los límites de la comprensión farisaica de la ley judía en su época. Por eso, Pablo resume más o menos así el conflicto de los primeros cristianos: "o Cristo o la tradición de la ley".

Por otra parte, los romanos condenaron a Jesús como "rebelde" porque le consideraban un zelote, uno de los que acabarían tomando la espada contra ellos o animarían a hacerlo. Por los estudios bíblicos sabemos que Jesús no era un zelote, sino que se distanció de ellos al igual que lo hizo de los fariseos y de los saduceos. Precisamente por eso Judas, que simpatizaba con los zelotes, estaba tan decepcionado que decidió traicionarle, quizá como un último acicate para la rebelión armada, que el mismo Jesús cortó de raíz al decirle a Simón-Pedro: "Mete tu espada en la vaina" (Jn 18,11). Pilato tomó a Jesús por un rebelde, lo que explica su condena a la cruel crucifixión, aunque no le consideraba muy peligroso y estuvo dispuesto a soltarle.

Sin embargo, si tenemos en cuenta el cuestionamiento de la pax romana, sus dioses y leyes por parte de los primeros cristianos con su rechazo del culto al emperador como religión política, Pilato no parece haber comprendido la peligrosidad real de Jesús para el Imperio Romano y todos los imperios. Pues la sentencia "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22,21), con la que Jesús evitó caer en la trampa de los fariseos, marcó la historia política del cristianismo. Denota la separación fundamental entre política y religión como base de toda cooperación de esas dos esferas.

Dad al César

Esa separación se ha convertido en santo y seña de la vía occidental del cristianismo, como decía Joseph Ratzinger, mientras que algunas iglesias ortodoxas continúan con la unión (e incluso subordinación) de la religión y el poder político…, lo que el papa Francisco ha criticado con ironía al decir al patriarca de Moscú que no tiene que ser el monaguillo de Putin

La famosa frase de Jesús advierte contra una "sacralización" de la política, contra las pretensiones mundanas de salvación de los líderes políticos y sus ideologías. Cuando surgen religiones políticas que, como el antiguo culto imperial, nos exigen lealtad según el principio del seguimiento ciego del líder (aquello de "el que se mueva no sale en la foto" es una banalización moderna de ese principio), los cristianos deben recordar esta alternativa: "o Cristo o el líder político, o el cristianismo o la ideología política de un partido o del Estado", o también de una Iglesia con aires totalitarios que condena y quema a los disidentes, como se ha hecho con los herejes. Cuando un partido político o el propio Estado se convierten más o menos en una pseudoiglesia con sus ritos, sus cultos, sus dogmas y su ética sin respetar la libertad de conciencia, los cristianos deben saber distinguir también hoy entre el verdadero Dios y los "dioses".

Su camino hacia la cruz no fue accidental, sino la consecuencia de su acción: la consecuencia de su crítica a la "religión de la ley" de los fariseos y a la "religión política" del Imperio romano

Estamos acostumbrados a decir que Jesús murió en la cruz por la salvación de todos, y especialmente por cada uno de nosotros. Y, ciertamente, su muerte en la cruz se ha convertido en una fuente de gracia y de salvación. Por eso nuestros grandes místicos Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz nos han exhortado a mirar al crucificado. Y por eso las procesiones de nuestra Semana Santa nos lo presentan en tallas de gran belleza, expresividad y espiritualidad que no nos dejan impasibles.

Pero su camino hacia la cruz no fue accidental, sino la consecuencia de su acción: la consecuencia de su crítica a la "religión de la ley" de los fariseos y a la "religión política" del Imperio romano. Lo hizo clarificando la imagen de Dios como fuente de amor y misericordia con su "PERO YO OS DIGO": llamando "bienaventurados" a los pobres, a los que trabajan por la paz, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los perseguidos y calumniados por su causa... e invitándonos a todos, aún hoy, a seguirle porque no es un embaucador, sino un Maestro "manso y humilde de corazón" (Mt 11,29), un "Maestro de doctrina y de vida", como esperaba el Maestro Eckhart allá por el 1300 de los buenos teólogos y pastores. 

Su resurrección de entre los muertos "al tercer día", no sólo es una esperanza más allá de la muerte para todos los que "se unen" a él (1 Co 6,17) y cuya vida ya está aquí "con Cristo escondida en Dios"(Col 3,3), sino también una confirmación de su obra mesiánico-profética por su Padre y el nuestro: ¡merece la pena seguir las huellas de Jesús de Nazaré, el Cristo!

*Mariano Delgado es catedrático de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de Friburgo (Suiza) y Decano de la Clase VII (Religiones) en la Academia Europea de las Ciencias y las Artes (Salzburgo).

La cruz y la rosa
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