"Es el primer año de Trump y Netanyahu continuará con su dominio genocida" La ilusión del año nuevo

2025
2025

"La sociedad se polariza, cada vez más ideologizada y los partidos políticos enfrentados"

"Queda una posibilidad para no ser agoreros y que el año sea mejor y diferente: construir una democracia real"

"En verdad vivimos en una partitocracia y en un Estado cada vez más dominado por macroempresas internacionales, ajenas al bienestar del pueblo"

"La sinodalidad nos prometía caminar juntos, pero el clericalismo se mantiene y aborta cambiar las estructuras de una Iglesia envejecida, más preocupada por conservar el pasado que por abrirse al futuro"

¡Feliz año nuevo! Lo repetimos estos días, porque es el eslogan de prensa, radio, televisión e internet. Como tantas veces nos dejamos llevar y conducir. Cuanto más potente es la opinión pública, menos espacio tiene la valoración personal. La cultura griega nos recuerda que el mundo está marcado por una representación que no corresponde a la realidad, sino que la sustituye y la falsifica. Si recurrimos a nuestro patrimonio religioso recordamos que vivimos en un mundo en tinieblas y que la luz de Dios viene para iluminarnos, pero no la recibimos.

No es verdad que esperamos un año nuevo, ni más feliz, aunque lo digamos sin creerlo. Nada hace pensar que será mejor, quizás distinto pero puede ser peor. Es el primer año de Trump y Netanyahu continuará con su dominio genocida. No sabemos quiénes y cómo gobernarán en Europa. La corrupción se extiende entre los políticos y se admite en la sociedad. Se proclama el cuidado de los pobres, pero estos abundan en nuestra sociedad más rica. El problema de la vivienda crece cada día. La sociedad se polariza, cada vez más ideologizada y los partidos políticos enfrentados. Quizás seremos más ricos, según el PIB, ¿también más solidarios? ¿En qué ponemos la base de la esperanza de lo nuevo y de lo que nos traerá felicidad?

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Netanyahu
Netanyahu

Queda una posibilidad para no ser agoreros y que el año sea mejor y diferente: construir una democracia real. La cual no se reduce a votar cada pocos años, esa es una pantomina. Para salir de la farsa es necesario recobrar la autonomía, la libertad, y la capacidad personal de juicio. Tenemos varios partidos políticos, pero todos son caudillistas. El Jefe es el que manda, no los miembros del partido. Mucho menos el pueblo, que sirve a los jefes y no al revés.

Todas las decisiones las toma una camarilla, apoyada por una propaganda omnímoda. El que se mueva no sale en la foto y el disidente es un enemigo, al que hay que abatir. El problema fundamental no es la división entre izquierda y derecha, sino la carencia en ambos de demócratas, que anteponen los intereses del pueblo a los beneficios personales y a los del partido. En verdad vivimos en una partitocracia y en un Estado cada vez más dominado por macroempresas internacionales, ajenas al bienestar del pueblo.

Y si somos cristianos, ¿esperamos de verdad un mejor cristianismo? ¿En qué ha mejorado la Iglesia, o el papel del papa y de los obispos? El 2024 nos devolvió a la realidad. No hay igualdad de las mujeres y varones en la Iglesia. La corrupción es global con abusos de poder, económicos y sexuales. La sinodalidad nos prometía caminar juntos, pero el clericalismo se mantiene y aborta cambiar las estructuras de una Iglesia envejecida, más preocupada por conservar el pasado que por abrirse al futuro. Desear otra Iglesia es comprometerse para hacerla posible. Hay que dar contenido a la sinodalidad, para que no sea una palabra vacía de contenido real. La crisis actual recuerda la del siglo XVI, lejanía al evangelio y religiosidad desfasada en una sociedad que ya no es de cristiandad. 

Lo que no preocupaba a la primera iglesia ni a Jesús es lo que se bloquea ahora: Mujeres diáconos; curas casados y con un trabajo; parroquias comunitarias y laicales; obispos y clérigos elegidos por el pueblo; sínodos y reuniones con participación masiva del pueblo; diócesis autónomas; un papa que no elegía a los obispos ni mandaba en todos los sitios; iglesias independientes del Estado, etc. Todo esto y mucho más, que para nosotros hoy sería muy nuevo, en realidad es muy viejo.

Clericalismo sinodal
Clericalismo sinodal

A Jesús le importaba menos el cómo de la Iglesia y mucho más su finalidad: comunicar la salvación de Dios a todos los hombres; crear fraternidad con los más pobres; defender la dignidad universal de todos; que los gozos y angustias de los hombres sean los de la Iglesia. Somos una Iglesia que ha convertido fines en medios y medios en fines. Nuestra ortodoxia responde más a la Iglesia que se creó con Constantino, que la que creó Jesús con sus discípulos. Solo la Iglesia de Jesús crearía un año nuevo y feliz. 

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