"Un alma que inspira y respira evangelio por los cuatro costados" El legado vivo de Francisco, conquistador de corazones
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"Escribo estas palabras conmovido por las reacciones que se están dando en el mundo a raíz de la convalecencia de Francisco"
"Aprovechando estos días, reflexionemos: ¿Qué nos está dejando, qué nos ha dejado, qué herramientas son las que nos ha aportado para seguir construyendo una Iglesia acorde con sus gentes y con los signos de los tiempos?"
"Oración, claridad en temas morales y sociales, sus principios políticos, constituyen una herramienta de futuro junto a la Doctrina Social de la Iglesia"
"Ya no podremos abandonar palabras tan certeras como descartados, periferias, Iglesia en salida o como hospital de campaña a la hora de analizar las injusticias sociales y nuestra actitud ante ellas"
"Oración, claridad en temas morales y sociales, sus principios políticos, constituyen una herramienta de futuro junto a la Doctrina Social de la Iglesia"
"Ya no podremos abandonar palabras tan certeras como descartados, periferias, Iglesia en salida o como hospital de campaña a la hora de analizar las injusticias sociales y nuestra actitud ante ellas"
| José Miguel Martínez Castelló
Escribo estas palabras conmovido por las reacciones que se están dando en el mundo a raíz de la convalecencia de Francisco. No voy a perder ni un solo segundo en aquellas personas católicas que están esperando su muerte con copas de cava para brindar por su desaparición. Como católico y cristiano seguimos a un Dios vivo y no de muerte y menos todavía de revanchismo y de saña. Miserables morales los ha habido y los habrá. De todo hay en la viña del Señor. Lo verdaderamente importante es que, aprovechando estos días, donde un día Francisco iniciará su encuentro con el Padre, reflexionemos, estando entre nosotros, qué nos está dejando, qué nos ha dejado, qué herramientas son las que nos ha aportado para seguir construyendo una Iglesia acorde con sus gentes y con los signos de los tiempos. Que nadie espere de aquí unas conclusiones teológicas sesudas.
Estamos ante un Papa sencillo que ha conquistado los corazones de personas de diferentes ideologías, creyentes y no creyentes, de procedencias sociales dispares llevando a cabo, por tanto, una universalidad, una catolicidad a prueba de bombas y eso es lo que a muchos les ha costado digerir. Analicemos los diferentes ámbitos vivos que Francisco nos ha dejado y que debemos alimentar para vivir un cristianismo, como diría Ortega y Gasset, a la altura de los tiempos.
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La oración
“La oración nunca es en vano: siempre hace brotar algo nuevo que tarde o temprano produce fruto”. Una de las tareas ingentes que tiene la Iglesia por delante es activar la importancia de la oración. Aunque no sean conceptos iguales, me gustaría correlacionar, por su importancia, la oración con la meditación y el silencio. La oración es el alimento del alma, el encuentro íntimo con Dios. Sin oración nuestra fe languidece y olvidamos a Dios. En otras palabras, la oración constituye la dimensión vitamínica de la fe. Sin ella, nuestra esperanza se marchita, se seca y es un fácil pasto para los problemas que incendian nuestra existencia.
Con Francisco hemos aprendido la urgencia de sentarnos a orar, de parar para reparar, precisamente, en aquello que nos rodea y tener una actitud activa frente a las diferentes injusticias que asolan el mundo. Si no oramos, dice Francisco, “no tendremos la fuerza para seguir adelante en la vida. La oración es como el oxígeno de la vida”. Resulta extraordinario todo el movimiento juvenil que se esta produciendo con los retiros espirituales; estamos ante una nueva necesidad de Dios en las generaciones jóvenes. De ahí el acierto de este Papa en señalar la oración como uno de los signos distintivos de la identidad cristiana.
La transición tranquila en el papado
El 23 de marzo de 2013 será un día para la historia. Francisco y Benedicto XVI se encontraban por primera vez bajo la condición de papas en Castel Gandolfo. Muchos fueron los que pronosticaron una relación tormentosa. Lo llamados cuervos del Vaticano ya tenían su portavoz para desestabilizar la andadura de Francisco. Se equivocaron. Estos dos hombres son un ejemplo para entender una de las plataformas que pueden cambiar el mundo: la lógica del poder. Éste va configurando las estructuras que las sociedades nos vamos dando.
La renuncia de Ratzinger fue un golpe a las conciencias de los poderosos del mundo. Ahí se trazó un camino de cómo reconocer las propias limitaciones del poder y gestionar el anhelo de perpetuidad que contamina a países enteros y que produce la antesala hacia regímenes autocráticos y totalitarios. En estos dos gigantes podemos ver, y no me aventuro a dar nombres de los papables, la síntesis perfecta de lo que tiene que ser un Papa.
Digámoslo sin cortapisas. Benedicto XVI ha sido y será uno de los intelectuales más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Sus escritos destilan una claridad y una profundidad únicas. Necesitamos papas con la capacidad filosófica y teológica para desentrañar y dar razón de nuestra fe en los grandes debates que hoy nos atañen.
Por otra parte, necesitamos un perfil, un pastor de almas como lo es Francisco, que llegue a la gente, al corazón y a las heridas de nuestro mundo -no puedo reprimir el siguiente comentario: el libro y la película de Anthony McCarten, Los dos papas, son una auténtica basura. Quede dicho.
Claridad en temas morales y sociales
Una de las discusiones más recurrentes para fijar la orientación y la posición de un Papa es qué piensa en temas moralesy sociales. A partir de estos dos ámbitos de discusión se decide, erróneamente, si es conservador o progresista.
Pongamos dos ejemplos donde Francisco ha sido y es muy franco. En una de las cuestiones más espinosas, el aborto: “Un aborto es un asesinato. Al mes de la concepción ya están todos los órganos. Se mata a un ser humano. Los médicos que se prestan a esto, si me lo permiten la palabra, son sicarios”. Así, sin más. Cuando lo califican de comunista y traidor a la doctrina católica que se lo hagan mirar. Y los llamados izquierdistas, progresistas, deberían saber que no hay nada más progresista que defender a la criatura más débil sobre la faz de la tierra. Claro que es un tema complejo donde los haya, pero tenemos que comprender que esto no es un problema ni de derechos ni de libertad, sino de derecho a la vida y el ser humano no tiene derecho ni palabra alguna sobre el desarrollo de la vida. Ni izquierdas ni derechas, del evangelio de Cristo, de Jesús de Nazareth, el que murió por todas las personas, incluso, aquellos que no han visto la luz de la vida.
Respecto a las cuestiones sociales, la más acuciante es la pobreza, donde la injusticia se incrusta en millones de personas, en pueblos y culturas de todo el mundo. Recordemos el que es, a mi juicio, una de las páginas más biográficas que describen la lógica de Francisco. La encontramos al principio de la Evangelii Gaudium, su guía y testamento de su pontificado: “Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”.
Estos días nos ha conmovido una homilía que podemos calificarla de histórica del arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, desde la misma plaza en la que Bergoglio, a pecho descubierto, enumeraba y señalaba las miserias sociales que los poderosos mantenían y sostenían y seguirán sosteniendo -aquellos que lo acusan de peronista y otras lindezas que buceen sobre su relación tan “amigable” con el kirchnerismo. Cuerva apuntaba a lo siguiente: “Bergoglio en esta plaza insistía en que muchos se hacen los sordos ante el clamor y el grito de las víctimas de la injusticia y de la exclusión. Somos un poco sordos y mudos. Nuestra sociedad está llena de hombre y mujeres apaleados y golpeados al borde del camino. Organizaciones ligadas a la trata o al narcotráfico hacen una fábrica de esclavos, una verdadera picadura de carne”. Este grito que hacía como arzobispo sólo es comparable al que marcó y significó un antes y un después en su pontificado: la vergüenza de Lampedusa.
Sólo si repasamos en su trayectoria bonaerense podremos entender las denuncias que ha hecho, no sólo en San Pedro ante miles de fieles, sino en el corazón y en el origen de la propia injusticia. El 8 de julio de 2013, cuando medio mundo disfrutaba de las playas como destino turístico y vacacional, Francisco nos incomodaba preguntando a todos y cada uno de nosotros desde la figura de Adán y del Génesis bíblico: “Inmigrantes muertos en el mar, por esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza, han sido una vía de muerte. Adán, ¿dónde estás? ¿Dónde está la sangre de tu hermano?”. Y saliéndose del papel, alzando una mirada humilde, pero escrutadora, lanzaba sólo una palabra que se hico eco en medios de medio mundo: “Vergogna, Vergüenza”.
¿Vamos a ser tan claros a partir de ahora en una época que se clama a los cuatro vientos deportaciones masivas y parques temáticos tras expulsiones y persecuciones inhumanas? Este es otro legado vivo de Francisco que escuece. No lo hace por su condición de argentino, lo hace porque tiene un alma que inspira y respira evangelio por los cuatro costados. Ya no podremos abandonar palabras tan certeras como descartados, periferias, Iglesia en salida o como hospital de campaña a la hora de analizar las injusticias sociales y nuestra actitud ante ellas.

Principios políticos
a) La realidad es superior a la idea. Francisco nos alerta de los idealismos, de aquellos planteamientos que no parten de la vida, de la realidad que tocamos y vivimos a diario. El evangelio es la mejor guía. Por ello, no pasa de moda, porque nos abre en canal y siempre nos dice algo, puesto que inspira y guía en lo que hacemos y proyectamos.
b) El todo es superior a la parte. Buscar siempre la unidad del todo, ir más allá de las diferencias asumiéndolas, amándolas. Hace falta mucha paciencia evangélica para no sucumbir a la parcialidad que siempre se presenta con la cara amable de la prisa.
c) La unidad es superior al conflicto. Vivimos tiempos donde todo es polémica, lucha, el horizonte de lo bueno ha desaparecido del mapa, cuesta hallarlo, porque lo malo vende, parece que el fracaso y la violencia humana es el escaparate más apetecible para nuestra mirada. Claro que la unidad es difícil, costosa, incomprendida, pero de ahí surgen los verdaderos frutos que pueden provocar los cambios que transformarán nuestras acciones.
d) El tiempo es superior al espacio. Los imperialismos, los nacionalismos, los totalitarismos, ¿qué quieren?, ocupar espacios, tierras, usurpando lo que no es suyo para explotarlo caiga quien caiga. Estamos ante principios humanos y de integración porque la concepción política de Francisco actúa desde ellos mismos.
A todos estos principios sumémosles, como nos recuerda en Curar el mundo en tiempos de pandemia, libro y reflexión más que recomendable, lo que posibilitan la Doctrina Social de la Iglesia: el principio de la dignidad de la persona, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de nuestra casa común. Aquí tenemos los fundamentos, las bases y los cimientos del crecimiento humano e integrador de las sociedades y de las personas.
Para finalizar, si hubiese que elegir un momento de su pontificado, aparte de sus Vía crucis del Viernes Santo, recordaremos una imagen rompedora, que llegó a millones de hogares encerrados por un virus invisible que nos cambió el paso con millones de muertos en todo el mundo. Aquel 27 de marzo de 2020, un Papa casi imperceptible, solo, ante la plaza de San Pedro vacía, bajo la lluvia, con un día gris que encogía el alma expresó: “En este momento el mundo necesita mucho de Dios. Es tiempo de volver a casa”. Su mirada, alzada a los pies de Cristo crucificado, era la súplica de todo el mundo en la persona de Francisco. Nunca lo olvidaremos porque mostraba nuestras debilidades a ese Dios que se clavó en la cruz por todas nuestras miserias e iniquidades. Este es su legado, este es su testimonio, que traspasará para siempre nuestras conciencias y nuestra memoria. Santo Padre y Vicario de Cristo en la tierra, Francisco, gracias.
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