Sin candidato progresista, Luis Argüello cuenta con muchas posibilidades de ser el próximo presidente de la CEE Los cinco nombres de la jerarquía eclesiástica que viene
Las diócesis mayores o más importantes sociológica o históricamente son arzobispados y los obispos que las rigen adquieren la cualidad de arzobispos
El cardenal Omella, actual presidente del episcopado, termina mandato en 2024. Es entonces, cuando se celebrarán elecciones y se elegirán a los nuevos responsables, entre ellos al nuevo presidente
Éstos son, a mi juicio, los cinco arzobispos mejor colocados para acceder a la presidencia de la CEE: José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla; Luis Argüello, arzobispo de Valladolid; Mario Iceta, arzobispo de Burgos; Enrique Benavent, arzobispo de Valencia y Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo
Es significativo y habla a las claras de la situación del episcopado español el que el sector progresista no tenga un candidato claro y bien colocado en la rampa de salida, para poder competir por la presidencia de la CEE
Sigue en RD los mejores balances de 2022 y las perspectivas para 2023
Éstos son, a mi juicio, los cinco arzobispos mejor colocados para acceder a la presidencia de la CEE: José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla; Luis Argüello, arzobispo de Valladolid; Mario Iceta, arzobispo de Burgos; Enrique Benavent, arzobispo de Valencia y Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo
Es significativo y habla a las claras de la situación del episcopado español el que el sector progresista no tenga un candidato claro y bien colocado en la rampa de salida, para poder competir por la presidencia de la CEE
Sigue en RD los mejores balances de 2022 y las perspectivas para 2023
Sigue en RD los mejores balances de 2022 y las perspectivas para 2023
En una institución tan clerical como la Iglesia católica, la jerarquía lo controla todo. Y, quizás todavía más en España, donde el alto clero, por historia, por tradición y por costumbre hecha ley, lo decide todo, lo puede todo y lo hace todo. Sin dejar apenas espacio a esa Iglesia laical y sinodal que quiere, pregona y prescribe el Papa Francisco. Como diría algún político de Unidas Podemos, en el patio eclesial nada se mueve sin que la casta clerical lo permita.
Y la situación no parece que vaya a cambiar, al menos a corto plazo, a ningún nivel. Los curas siguen siendo amos y señores de sus parroquias y la mayoría no permite consejos pastorales deliberativos, sino meramente consultivos. Y lo mismo ocurre en las curias diocesanas, donde imperan con poder absoluto los obispos y sus vicarios y delegados. Y esta casta episcopal, que a menudo se coopta, va subiendo por el escalafón (obispo-arzobispo-cardenal) y elige a sus máximos dirigentes, que pasan a ser los altos cargos de la Conferencia episcopal y, por ende, de la Iglesia española.
Desde que aparecieron las conferencias episcopales (en España en el año 1966), el presidente de ese órgano colegiado no es, eclesialmente hablando, el presidente de los obispos, pero, en realidad y a nivel social, ejerce como tal. Y, aunque teológicamente no es el superior de ningún otro obispo, la sociedad y los medios de comunicación así lo consideran. E, incluso, en el seno del propio episcopado goza de cierta preeminencia y, al menos, de una dosis mayor de autoridad moral.
En el sacramento del orden episcopal no hay grados, pero sí hay una decisiva graduación en función de las diócesis que les son encomendadas a los prelados. Las diócesis mayores o más importantes sociológica o históricamente son arzobispados y los obispos que las rigen adquieren la cualidad de arzobispos, y , por ese mismo hecho, consiguen una relevancia mayor respecto a sus hermanos obispos rasos. Aunque hay algunos casos ‘raros’. Por ejemplo, el de Bilbao es un simple obispado, a pesar de que su diócesis es más grande y reviste mayor importancia que algunos arzobispados, como el cercano de Burgos.
En España hay 14 arzobispados y, por lo tanto, sus obispos titulares son los que conforman el rango superior del que suele salir elegida la cúpula episcopal. En concreto, el cardenal Omella, actual presidente del episcopado, termina mandato en 2024. Es entonces, cuando se celebrarán elecciones y se elegirán a los nuevos responsables, entre ellos al nuevo presidente.
Con la retirada de Omella, Osoro, Cañizares y Blázquez se va el grupo de arzobispos-cardenales que marcaron a la Iglesia española del postrouquismo e intentaron ponerla en sintonía con los nuevos vientos primaverales que instauró en Roma el Papa Francisco.
Quedan todavía dos años para la fecha electoral episcopal, pero algunos arzobispos preparan sus ‘armas’ y comienzan su particular campaña. Eso sí, siempre sin que se note, porque, en la Iglesia, hay que buscar el poder (servicio) sin pretenderlo. Éstos son, a mi juicio, los cinco arzobispos mejor colocados para acceder a la presidencia de la CEE: José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla; Luis Argüello, arzobispo de Valladolid; Mario Iceta, arzobispo de Burgos; Enrique Benavent, arzobispo de Valencia y Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo.
El más antiguo del quinteto y, por lo tanto, el que, en teoría tiene mayor ‘pedigrí’ es monseñor Jesús Sanz Montes (67). El arzobispo de Oviedo es culto y está bien preparado. Habla y escribe bien y tiene experiencia sobrada. Su mayor hándicap reside en que, durante estos últimos años, tras la desaparición del primer plano de Rouco Varela, ha asumido su liderazgo al frente del bando conservador. Y lo ha hecho de una forma radical, convirtiéndose en el azote del Gobierno (sólo cuando es socialista) y reacio a seguir los caminos primaverales que el Papa Francisco quiere para la Iglesia.
Sanz Montes Nunca será antiPapa, pero tampoco es un fan declarado de Francisco. A pesar de ser franciscano, ejerce más el carisma de Comunión y Liberación que el del santo de Asís. Y, aunque aglutina los casi 30 votos del sector conservador, nunca le serán suficientes para alcanzar la presidencia.
Hoy por hoy, el que más posibilidades tiene de ser el próximo presidente de los obispos es el actual arzobispo de Valladolid, Luis Argüello (69 años). Es tan conservador como Sanz, pero lo aparenta menos y, por eso, puede conseguir los votos de la amplia mayoría moderada de los obispos, que es la que va a decidir. Además, tiene tablas, conoce la Casa de la Iglesia, no en vano fue secretario general del episcopado hasta el pasado mes de noviembre.
El peligro de Argüello es que, durante estos dos próximos años se pase de frenada y, queriendo tapar a Sanz, se escore demasiado hacia la derecha eclesial y social. Por otro lado, a veces se le nota demasiado que va de sobrado y que tiene demasiadas ganas de llegar a la cúpula, dos características que pueden jugar en su contra.
También podría presentar sus credenciales al cargo de presidente el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses (66 años), que podría aglutinar el voto de la mayoría moderada e, incluso, alguno del sector progresista. Tiene experiencia sobrada. Es originario de Toledo, pero procede de la escuela pragmática catalana (fue obispo de Terrassa), es simpático y ha entrado con muy buen pie en la siempre complicada archidiócesis sevillana, que igual ensalza (véase el caso de monseñor Amigo) como hunde (piénsese en monseñor Asenjo) a sus titulares. Apoyado en la religiosidad popular, tratará de centrar sus mensajes, resonar un poco más fuera de Andalucía y hacer guiños al electorado progresista.
En parecidas circunstancias se encuentra el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, que podría aglutinar el voto moderado y el conservador. Con mucha experiencia y sobradas dotes de seducción, tiene personalidad y una simpatía arrolladora. Uno de sus hándicaps puede ser la edad: tiene 57 años, demasiado joven para lo que se lleva en la gerontocracia jerárquica. El otro, que Roma le ‘bajó’ de categoría, haciéndolo pasar de Bilbao a Burgos, aunque sus amigos siempre dicen que así ganó el título de arzobispo.
El último en liza puede ser el nuevo arzobispo de Valencia, Enrique Benavent (63 años), que tiene dos años para hacerse notar y demostrar su valía, que la tiene en abundancia, según dicen los que lo conocen bien. Es un obispo teólogo con prestigio, tiene experiencia y va a regir la tercera archidiócesis de España, después de Madrid y Barcelona. Bien asesorado mediáticamente, puede aglutinar no sólo el voto moderado, sino reclamar también al menos parte del progresista, ante la ausencia de un candidato de este sector.
Es significativo y habla a las claras de la situación del episcopado español el que el sector progresista no tenga un candidato claro y bien colocado en la rampa de salida, para poder competir por la presidencia de la CEE. Omella y Osoro, los cardenales del Papa Francisco en España no fueron capaces de hilvanar una estrategia de sucesión, para ir colocando en los grandes arzobispados a obispos claramente ‘francisquistas’. Y tampoco consiguieron, al menos hasta ahora, conformar una amplia mayoría progresista y pro Francisco en el seno del episcopado. Eso sí, les quedan dos años para intentarlo y poner en marcha la fábrica de obispos y nombrar una quincena de prelados conectados a fondo con la primavera de Bergoglio. Sólo así podrían evitar el acceso a la presidencia de Luis Argüello.
Etiquetas