Digital, un entorno que, en palabras de Francisco, tenemos que 'samaritanear', aunque nos juzguen, lastimen y ridiculicen" El desafiante reto de José Cobo a los influencers católicos

"El fenómeno de los influencers se consolidó como una industria a partir de la década de 2010"
"En el ámbito eclesial, queda un largo camino por recorrer, aunque se van dando pasos. En redes sociales, la Iglesia aún sigue estando poco presente"
"En cambio, en el sector de los influencers católicos, Estados Unidos y Brasil son los países con un mayor número y, en el último año, México, España y Filipinas también se posicionan con una fuerte presencia"
"¿Qué se debe hacer con las redes sociales desde el ámbito eclesial respondiendo al desafío que marca Francisco?, ¿en qué se traduce esa 'creatividad y coraje' que plantea?"
"En cambio, en el sector de los influencers católicos, Estados Unidos y Brasil son los países con un mayor número y, en el último año, México, España y Filipinas también se posicionan con una fuerte presencia"
"¿Qué se debe hacer con las redes sociales desde el ámbito eclesial respondiendo al desafío que marca Francisco?, ¿en qué se traduce esa 'creatividad y coraje' que plantea?"
| Javier Gil Quintana. Doctor en Educación y Comunicación, UNED
La Universidad Nacional de Educación a Distancia y, concretamente el grupo de Investigación Social Media Educación Mediática Inclusiva y Ubicua (SMEMIU) el cual tengo el honor de dirigir, lleva años investigando el ámbito de los influencers. En este grupo estamos apostando por la figura del influencer de aprendizaje, agente comunicativo que, basándose en estrategias educomunicativas, utiliza el entorno postdigital para construir una sociedad mejor.
El fenómeno de los influencers se consolidó como una industria a partir de la década de 2010. Los primeros influencers se posicionaron como creadores de contenido en plataformas como YouTube (2005), Facebook (2004) y Twitter (2006); pero fue con la llegada de Instagram en 2010 cuando la figura del influencer se expandió ejerciendo esa “influencia” en áreas como la moda, la salud, el estilo de vida, etc.; y con la llegada también de TikTok (2016) se impulsó una nueva generación de influencers.

En el ámbito eclesial, queda un largo camino por recorrer, aunque se van dando pasos. En redes sociales, la Iglesia aún sigue estando poco presente. En cambio, en el sector de los influencers católicos, Estados Unidos y Brasil son los países con un mayor número y, en el último año, México, España y Filipinas también se posicionan con una fuerte presencia.
Francisco en el encuentro “Hechos 29” con evangelizadores digitales dejó claro que la función de “misionar los ambientes digitales” debe ser enriquecida con “creatividad y coraje”.
En ocasiones, el uso de las redes sociales en el ámbito eclesial se convierte en escaparates de anuncios publicitarios de determinados eventos, actividades, encuentros, etc., reproduciendo un modelo comunicativo 1.0 y alejándose de la nueva visión que ha traído consigo la web. 2.0 y 3.0, incluso la Inteligencia Artificial o la realidad inmersiva. Esta tendencia desfasada se debe a que, estos espacios son dinamizados por voluntarios/as o amigos/as del presbítero o religioso de turno, que no se han profesionalizado en el uso postdigital de estas redes sociales. Como consecuencia de esta falta de “inversión” en profesionales de la comunicación que sean creyentes, unas veces, se suelen limitar a “cumplir órdenes” de lo que debe o no publicar, dependiendo de la afinidad hacia las publicaciones o vanagloria de determinadas personas que necesitan ser vistas; y, otras veces, ocurre el efecto contrario, la persona encargada publica aquello que ni siquiera la organización eclesial de turno conoce o con lo que la misma no está de acuerdo, generando un contradiscurso institucional.
Un camino alternativo es el que sí están iniciando los influencers católicos, dejándose llevar por las nuevas tendencias comunicativas que son más efectivas para el contexto postdigital actual, siendo “libres” en su acción pastoral a la vez que respetuosos (sin dejar de ser críticos) con la doctrina eclesial.
¿Qué se debe hacer con las redes sociales desde el ámbito eclesial respondiendo al desafío que marca Francisco?, ¿en qué se traduce esa “creatividad y coraje”?
Estos espacios eclesiales no deben servir para comercializar o “ganar pasta” (Mt 6,24; Mt 21, 12; 1Tm 6,10) como ocurre con los que pertenecen a las empresas y otros negocios, sino que como “iglesias virtuales” deben ser espacios mistagógicos y “ser luz” (Mt 5, 14-16), evangelizar para iniciar progresivamente en los misterios de la fe, denunciar las injusticias y difundir el mensaje cristiano; deben fortalecer la comunidad de referencia, educar en la fe y, como último punto, anunciar actividades y eventos pastorales.

En las publicaciones que se realicen debe primar, entre otras cuestiones propias del marketing digital, el diálogo para la edificación (Ef 4,29), ser respetuoso, evitar discusiones, adaptar el lenguaje según el público objetivo y contestar a todos los mensajes (nos gusten o no). El contenido, creado desde la convergencia mediática, debe ser de calidad y atractivo (menos cantidad y más calidad), publicando reflexiones, versículos bíblicos, mensajes emotivos y testimoniales, publicaciones ajustadas a un calendario litúrgico y eclesial organizado, etc.
Hay un criterio que tampoco se nos puede olvidar en estos espacios eclesiales: el uso ético y responsable sobre la privacidad (por ejemplo, en ocasiones se publican fotos incluso de menores sin permiso), y evitar el uso de la polarización o politización de mensajes (por ejemplo, no unirse a las campañas de oración por la salud de Francisco), olvidándose que el único enfoque debe ser el Evangelio y los valores cristianos (Col 3,17).
El Cardenal José Cobo el pasado 13 de marzo invitaba a estos influencers católicos a “no estar pendientes de los números sino a ser auténticos cristianos católicos”. Un desafiante reto para este sector y, no sólo para ellos, también para todas las personas, comunidades, parroquias y diócesis que se están proyectando en las redes sociales; un entorno que, en palabras de Francisco, tenemos que “samaritanear”, aunque nos juzguen, lastimen y ridiculicen (2Tm 1,8) por salir a las “periferias” del mundo.

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