Pistas para proceder a la transformación eclesial a la que nos llama el papa Francisco Proceso primaveral 'en salida': !Entrada libre!
Con esta propuesta eclesiológica y pastoral “en salida” desea promover discípulos misioneros, descongelando el Concilio y desparalizando a nuestros laicos, siempre condicionados a la pirámide eclesiástica, en la que manda el sacerdote o coordinador y los demás fieles o miembros de la comunidad parroquial a cumplir
La propuesta que se presenta es más que retocar la pastoral y la misión, sino concienciar evangélica y eclesiológicamente de la necesidad de una posmodernización propia de los tiempos que vive la humanidad
| André Luiz Bordignon-Meira
Los años del pontificado del papa Francisco se han denominado un kairos con estilo de procesos. Los rígidos esquemas presentes en nuestras parroquias son cuestionados por la primavera que nadie puede parar, siguiendo las propuestas del Concilio Vaticano II. La Iglesia “en salida” ha fundado bases pastorales con la teología, promoviendo la praxis samaritana (Lc 10, 25-36) y sinodal. Predicar y testimoniar el Evangelio con alegría es la experiencia posible para renovar las estructuras parroquiales (EG 11).
Esta experiencia será posible con laicos abiertos a madurar su fe a la luz de la Palabra de Dios y de encuentros pastorales para la Iglesia del siglo XXI: con el escrito en su puerta “entrada libre!” (oración del Papa para febrero de 2023). Con esta propuesta eclesiológica y pastoral “en salida” desea promover discípulos misioneros, descongelando el Concilio y desparalizando a nuestros laicos, siempre condicionados a la pirámide eclesiástica, en la que manda el sacerdote o coordinador y los demás fieles o miembros de la comunidad parroquial a cumplir.
Por eso nos proponemos reflejar en esta perspectiva el poder del Espíritu Santo para la pastoral y aperturas a su docilidad. Ya que la Iglesia presente en el mundo de hoy es interpelada e inspirada por Él a diversas instancias de diálogo interno de la institución eclesiástica, para poder salir y predisponerse con las cuestiones externas.
1. El poliedro de las relaciones pastorales y urbanas
Pensemos en la eclesiología conciliar del pueblo de Dios, trinitaria y circular, y hoy “en salida”, situando la ministerialidad y la comunión como propuesta evangelizadora. Esta aplicabilidad realizada en el ejercicio de la humildad, la mansedumbre y la paciencia histórica, también presente en la Evangelii Gaudium (EG 24), permite comprender los procesos de maduración pastoral a través de nuevas relaciones. Su característica es la pneumatología abierta a las sorpresas del Espíritu, que siempre genera alegría y esperanza (Ef. 4, 3-4). La perspectiva kenótica sitúa la comunidad en dirección a los signos de los tiempos (GS 1) con el ánfora de lavar los pies (EG 24), a rebajarse a las realidades más periféricas (Ef 4, 7-10). Los diversos ministerios, entendidos como servicio desarrollan la fuerza bautismal (Ef 4, 11-16), animando y edificando la Iglesia a partir de la base de la comunidad. Estos rasgos paulinos sacan a la luz la eclesiología viva y activa del Vaticano II, siempre en diálogo con el avance de los tiempos, hoy “en salida”.
Los principios bergoglianos muestran que la luz de la Palabra y la animación de los pastores hacen posible la renovación parroquial en el siglo XXI
Los principios bergoglianos muestran que la luz de la Palabra y la animación de los pastores hacen posible la renovación parroquial en el siglo XXI. Los cuatro principios “el tiempo es superior al espacio” (EG 22-225), “la unidad prevalece sobre el conflicto” (EG 226-230), “la realidad es más importante que la idea” (EG 231-233) y el “todo es superior a la parte” (EG 234 -237) señalan el camino sano para transformar la parroquia con sus comunidades, dignas de credibilidad y de fe. El servicio evangelizador se basará en la comunión, que lleva a los miembros de la comunidad a mirar su realidad, sin desconectarse de las situaciones y acontecimientos existentes. Así, deja atrás la búsqueda de prestigio honorífico del ego, ya que nada vale para el Evangelio y la sociedad, y en su lugar se pone en los procesos de unidad y testimonio.
Salir de los aparatos del poder sagrado y de los altos cargos pastorales implicará deconstruir la columna vertebral estructural de los “oficios” de conservación pastoral, y así establecer caminos de evangelización y caridad. La credibilidad de la Iglesia ante sus fieles y la sociedad radicará en la recuperación de las comunidades como lugares de encuentro y anuncio evangélico. Por lo tanto, promover los pilares de una Iglesia misionera animará a los laicos a reflexionar sobre las cuestiones pastorales, y ya implicarse colegial y sinodalmente. Esto humanizará más a la Iglesia, y al mismo tiempo la librará de la enfermedad de la clericalización, llevando al consenso en las decisiones y compartiendo la alegría de estar juntos.
La naturaleza misionera de la Iglesia en el siglo XXI exige una constante conversión personal, eclesial y misionera
Esta poliedrización de la parroquia con un mismo rostro de alegría, pero con rostros diferentes, mostrará la riqueza del Espíritu y la fuerza misionera presente en nuestras bases, impedidas de actuar por las disputas de los egos y las potencias de las vanidades pastorales. Por tanto, la naturaleza misionera de la Iglesia en el siglo XXI exige una constante conversión personal, eclesial y misionera. La propuesta que se presenta es más que retocar la pastoral y la misión, sino concienciar evangélica y eclesiológicamente de la necesidad de una posmodernización propia de los tiempos que vive la humanidad.
La primera cuestión que debe plantearse un consejo episcopal, presbiteral y laical es la misma que está presente en el Concilio: ¿qué servicio debe prestar la Iglesia hoy? (GS 1-4) Esta pregunta guiará a los consejos parroquiales, a través de la escucha de sus agentes, fieles y vecinos, para poder dialogar, discutir, discernir y decidir cómo la pastoral llevará a cabo su acción, pensando en la Iglesia y en el mundo. que recibirán sus hijos e hijas. La Iglesia como misterio de comunión asume el rostro de la sinodalidad en la escucha recíproca para aprender del otro, errando y asumiendo riesgos (EG 49).
Es necesaria la participación de clérigos y laicos maduros, que cooperen para una renovación transformadora y no sólo una mejor organización de “la gestión”. El servicio parroquial sólo tiene sentido desde la perspectiva de la pastoral misionera, que exige la formación de discípulos-misioneros. El compromiso en el horizonte antropológico es la promoción de la vida humana con sus derechos, el cuidado de la creación, los 3 “ts” (tierra, trabajo y techo), especialmente con los más vulnerables, enfermos, sufrientes, pobres y descartados (FRANCISCO, Discurso a los movimientos populares, 2014).
2. La posibilidad de los procesos pastorales
Antes de realizar un proceso pastoral en las parroquias, los sacerdotes necesitan mirar y escuchar a los fieles de sus comunidades, y no sólo a agentes tal vez adictos a los males del clericalismo. Con pastores de estilo misionero (EG 35) y la implicación del protagonismo de los laicos, deben incluir a todos en las funciones de pastoreo y responsabilidad. La mentalidad arraigada y cristalizada de relaciones verticales en muchas parroquias denuncia las corrupciones pasivas presentes en las estructuras, ocultas en los beneficios justificados por lo que siempre ha sido así (EG 33).
Los pastores y los fieles pensando juntos frente a los desafíos emergentes revelan a la Iglesia como el pueblo de Dios que camina en la historia, donde todos están animados por el mismo Espíritu. Fomentar una evangelización más eficaz, más pneumatológica, más cercana, más comprensible al dolor y a las miserias humanas, y más viva, hará que la Iglesia simplifique sus estructuras y cuidados sacramentales. La conciencia de acercar a las personas y de ir a las realidades que marcan su vida cotidiana hará que su presencia en la sociedad y su actuación profética sean descomplicadas. Será una nueva parroquia más evangélica, dispuesta a transmitir el Evangelio vivido con experiencia, a un mundo desorientado y en cambios fugaces.
Las implicaciones de la orientación misionera serán actuar con misericordia, acercándose a los heridos y caídos que nadie quiere conocer, como los sin techo. Se trata de la espiritualidad encarnada en el dolor real y existencial, que está enfermando las relaciones humanas y altruistas. El segundo paso seguirá formando y creando condiciones para la corresponsabilidad bautismal de los laicos frente a su misión, con una sana descentralización de poderes, competencias y facultades para la solución. Estos dos pasos sumados a la tercera implicación se encuadrarán en cómo discernir los signos de los tiempos y qué caminos seguir con el Espíritu, valorando cada ejercicio ministerial.
La existencia de la comunidad es inseparable de la pastoral de la Iglesia, ya que es el resultado histórico del desarrollo misionero y social de su institución. Sin embargo, el clericalismo enferma a los laicos, requiriendo la medicina evangélica y la misericordia para curar esta enfermedad. El servicio parroquial construido sobre la comunión misionera para que la evangelización sea el eje central, y las múltiples formas de responder a esta necesidad lo harán dinámico y alegre. La salida de esquemas de coordinación centralizada para escuchar colegiadamente a todos y caminar sinodalmente dará paso al ejercicio del poder kenótico.
La nueva forma eclesial urge desde los signos de los tiempos, y es reimplementar la estructura carismática y misionera de la esencia de la vida de la Iglesia
La función empresarial parroquial de que el sacerdote “ordena”, su coordinador “pasa adelante”, los agentes “cumplen” y los fieles asisten sofocan el protagonismo de los bautizados y la vivacidad de la Iglesia, frente a los temas emergentes. La presidencia y enseñanza de los presbíteros les confiere el derecho de “titulares eclesiásticos”, y sí de animadores e instigadores de carismas, preparando a la comunidad para la acción y el testimonio misionero. Hoy, el primer paso de los procesos misioneros en la nueva forma eclesial urge desde los signos de los tiempos, y es reimplementar la estructura carismática y misionera de la esencia de la vida de la Iglesia, correspondiente a la comprensión del lugar y cómo ejercer su don bautismal.
La estructura poniéndose al servicio de lo esencial traerá los cambios leídos a la luz de la realidad ansiosa de transformación. La pregunta recurrente “¿Cómo hacerlo?” tiene la respuesta en la búsqueda de ofrecer misericordia tocando los dolores existenciales, la carne de Cristo en el dolor real de los que sufren y poniéndose siempre a favor de los más frágiles y vulnerables. La evangelización transmitirá la única doctrina de Cristo presente en los Evangelios al estar, por elección y convicción, del lado de los pobres, renovando y transformando las estructuras descartables de la fe y la sociedad.
Las diversas realidades pastorales, carentes de proximidad pastoral, señalan el compromiso y la sensibilidad que debemos tener de la realidad actual con la pobreza, visiones barnizadas, con los enfermos y ancianos, polarización extrema de la política, niños, ancianos, jóvenes, temas laborales. y educación para un profundo discernimiento capaz de ver en el Evangelio la oportunidad de anunciar la Buena Nueva. Superar la mentalidad piramidal para el Cuerpo de Cristo requerirá una conversión profunda, pero no es imposible buscarla.
Consideraciones con pistas para proceder
Es necesario anunciar el Evangelio con una Iglesia postclerical jerárquica, pues la institución cerrada en sí misma se toma su tiempo con sus estériles intereses. Ella, después del clerical, inicia su reflexión sobre la acción pastoral con el Evangelio meditado y rumiado por la comunidad parroquial. La pregunta se convierte en "¿cómo hacer este camino?". Sin el testimonio y la vida orante de la comunidad, no se conocerá su kerygma, sino las prácticas repetitivas y la “asistencia” burocrática. Con el Evangelio en la mano y en el corazón, se podrán leer en las calles y en los periódicos los signos de los tiempos, combinándolos para vuestra acción pastoral-misionera.
Las comunidades se unirán por sí mismas y buscarán iniciar servicios que son necesarios para hoy, rompiendo los muros que aprisionan la mente y el corazón
La transformación misionera se hará con el modelo del Reino, que nunca está acabado, pero abierto a afrontar los cambios de los tiempos, las costumbres y las culturas, a través del modo de vivir y de estar en el mundo a través del Evangelio. La Palabra conocida y vivida en la acción pastoral parroquial tejerá nuevas relaciones de contacto y convivencia, posibilitando la construcción de lo nuevo con participación comunitaria y social. Así, las comunidades se unirán por sí mismas y buscarán iniciar servicios que son necesarios para hoy, rompiendo los muros que aprisionan la mente y el corazón. Ellos, aunque aparentemente pequeños y frágiles, pero convencidos de difundir la praxis del Evangelio, mantendrán encendidas las brasas.
Superar la superioridad clerical sobre los fieles implicará crear comunidades libres unidas por la fe, desde los descartados hasta la experiencia de la amistad social, como continuación de los caminos del Resucitado en la historia con su aliento (Jo 20,22). De este modo, el poder ministerial guiará a sacerdotes y laicos a ir a la periferia con sus extremos reales y existenciales, con la fuerza de las raíces del movimiento de Jesús. El futuro vendrá a través del organigrama de la comunidad, a partir de sus relaciones con la Trinidad y el mundo, generando un futuro de esperanza interconectado por la red del amor fraterno y universal.
El inicio será el gesto del descenso de Jesús, que deja en su testamento a la comunidad la ley del cuidado del otro ser humano: los heridos, los enfermos, los pobres, los descartados. La Iglesia en el siglo XXI puede ser de comunidades interconectadas entre sí y con las más diversas realidades humanas, como si fuéramos una sola. Es decir, de comunidades libres para hacerse fraternas y en sus actitudes salir del triunfalismo, para simplemente moverse y comunicarse con alegría, mística e inteligencia, una nueva conciencia colectiva nacida de la comunión como alternativa a los moldes de los sistemas religiosos y sociales actuales.
Referencias bibliográficas
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