"Ayer no fue un buen día para mí, para mi familia y para tantas personas que vieron 'mancillada' su inocencia" La respuesta de Poli a la 'sentencia' de Doctrina de la Fe: "Yo soy más, mucho más que los abusos que he sufrido"

El sacerdote Policarpo Diaz
El sacerdote Policarpo Diaz La Gaceta de Salamanca

"La Iglesia -a través del dicasterio para la doctrina de la fe- no es que haya dicho que no haya habido abuso si no sencillamente que en la legislación del año 1984 -año en el que a mí me sucedió el primer episodio de abuso sexual con 16 años- ya se me consideraba adulto y por tanto esos hechos no eran constitutivos de delito en aquel momento"

"Si yo hubiera denunciado estos hechos en el año 2050, hubieran sido recibidos como delito... es decir: la ciencia ficción es más viable que la propia historia. La sincronía es mala aliada para mí en este caso"

"Que el obispo se pregunte: ¿puedo hacer algo mejor la próxima vez? Que la víctima y el victimario también nos revisemos sobre nuestro proceder, por si acaso descubrimos modos mejores de proceder en el futuro. A estas alturas, quizá yo no hubiera recorrido el mismo camino"

"Yo lo estoy pasando mal con todo esto. Muy mal. Es una verdadera convulsión en mi propia vida. Me gustaría ser también tan militante y estar tan cabreado ante otras injusticias y sufrimientos del ser humano: tragedias en la naturaleza, injusticias clamorosas, violencias desgarradoras, guerras inútiles y cruentas, terrorismo devastador, enfermedades terribles y profundamente limitantes... Hay muchísimo sufrimiento en nuestra sociedad, y muchísimo mayor que el que yo, que soy un privilegiado y un afortunado, pueda experimentar"

BREVES NOTAS PARA COMUNICAR CÓMO ESTOY

1.- Está claro que ayer, 11 de diciembre, no fue un buen día. Y no sólo para mí: tampoco lo fue para mi familia, la de la carne y la del Espíritu, y para tantas personas que en la infancia o adolescencia vimos “mancillada” nuestra inocencia por las garras del abuso de un adulto. Pero la vida sigue y, gracias a Dios, en la vida de todas las personas hay más temas que lo que durante este tiempo puede haber sido el “monotema”.

Confieso y declaro que yo soy más, mucho más que los abusos que he sufrido.
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He de seguir caminando por los caminos que siempre han configurado la pasión de mi vida: el seguimiento del Señor en su Iglesia (que también es más amplia que mi diócesis).

Seguiré viviendo, como lo he hecho hasta ahora con el permiso de mi Obispo, en la diócesis de León, por un tiempo por ahora sin determinar.

2.- La Iglesia -sin duda- va avanzando en el descubrimiento de este tipo de delitos y, por tanto, también en el reconocimiento oficial de los mismos y sobre todo el la sensibilidad y en el dolor por los mismos.

Pikaza, con Policarpo
Pikaza, con Policarpo Xabier Pikaza



Pero va despacio, inmensamente despacio, ya que no es fácil mover una maquinaria tan densa en poco tiempo. ¡Pero va avanzando! Aunque, para mi desgracia, ¡avanza muy despacio!

3.- Yo soy víctima también de esa lentitud...

La Iglesia -a través del dicasterio para la doctrina de la fe- no es que haya dicho que no haya habido abuso si no sencillamente que en la legislación del año 1984 -año en el que a mí me sucedió el primer episodio de abuso sexual con 16 años- ya se me consideraba adulto y por tanto esos hechos no eran constitutivos de delito en aquel momento.

Es decir: que la Iglesia ha comenzado a reconocer tarde que

⁃ Los menores lo son hasta los 18 años. Antes, en mi época, era 16 años. Por tanto, a mí me reconoce como adulto.

⁃ Los abusos cometidos por sus agentes a otros adultos no se han reconocido hasta hace unos años. En mi época un “adulto” no era vulnerable, aunque fuera un seminarista de 16 años frente a su párroco o su formador, aunque éste le sacara 20 años.

Retana pide perdón a las víctimas de abusos a menores
Retana pide perdón a las víctimas de abusos a menores Óscar García Rodríguez/Diócesis de Salamanca


Si yo hubiera denunciado estos hechos en el año 2050, hubieran sido recibidos como delito... es decir: la ciencia ficción es más viable que la propia historia. La sincronía es mala aliada para mí en este caso.

4.- Aunque estoy disgustado, comprendo que las reglas del juego son las que son (o las que eran) y tengo que comprender que mi denuncia (y todo lo que ella significa y supone como desgaste psicológico personal, eclesial y social...) es una inversión a largo plazo. No recogeré yo mismo los frutos de un éxito en el reconocimiento judicial, pero estaré poniendo los peldaños necesarios para que otros (Dios quiera que no existan) puedan pisar por sendas de mayor defensa, reconocimiento. protección y credibilidad.

5.- El comunicado del obispado de Salamanca trata de explicar las cosas que de Roma han recibido, pero no ofrece datos importantes para la propia comprensión del texto que han redactado. Por ejemplo, no dicen lo más sustancial, el motivo por el que Doctrina de la fe no entra a juzgar el caso: la edad. No me consideran menor porque la ley de aquel momento marca la mayoría de edad en los 16 años. Decir solo: “no han configurado técnicamente un tipo delictivo de la competencia del Dicasterio, debido a que por tales hechos no se ha configurado el tipo penal vigente en la normativa canónica” es un tanto confuso. No han explicado que la Doctrina de la Fe NO ha entrado al fondo del asunto, a sentenciar si ha habido abuso o no, sino que ha desestimado la denuncia alegando que la ley de aquel momento en el que ocurren los hechos no me ampara porque no cumplía la edad establecida para considerarme menor: 16 años.

Policarpo Díaz, el cura denunciante
Policarpo Díaz, el cura denunciante Diócesis de Salamanca



En otro orden de cosas, sí que ha dicho que Doctrina de la Fe se abre a posibles acciones judiciales posteriores por las partes y eso deja la puerta abierta a posibles reclamaciones a la misma instancia o -incluso y si cabe- a depositar la denuncia en otras instancias; de esto sabrán encargarse las personas profesionales en derecho que me ayudan.

6.- Creo que poco (o muy poco) les hubiera costado añadir en ese comunicado una línea en la que -de alguna forma- se hicieran cargo de manera expresa de mi sufrimiento y así la sociedad y la Iglesia supieran -un poco más detalladamente- del deseo que a mí sí me han manifestado el obispo y el vicario general de ejercer conmigo el oficio de “madre”: acogerme, sanarme, ponerse a mi lado, resarcirme de manera integral. Posiblemente piensen que no era necesario escribirlo, pero, como suele ocurrir en estos casos, una línea -una simple línea- hubiera contribuído a subir mucho la temperatura de ese frío comunicado...

7.- Ojalá todos aprendamos de este caso, aparentemente fallido.

- Que el obispo se pregunte: ¿puedo hacer algo mejor la próxima vez?

- Que la víctima y el victimario también nos revisemos sobre nuestro proceder, por si acaso descubrimos modos mejores de proceder en el futuro. A estas alturas, quizá yo no hubiera recorrido el mismo camino.

- Que los sacerdotes y los consagrados de la diócesis (con encargos y responsabilidades varias con niños, adultos, padres...) aprendamos a gestionar este tipo de situaciones con la frescura que la ciencia está descubriendo y sirviendo en libros, artículos, congresos, etc... desde muchos prismas: la teología, la pastoral, la espiritualidad, la psicología, el derecho...

- Que el pueblo fiel de Dios, entero, sea formado e informado de todo lo que esta lacra está rompiendo en la iglesia y en la sociedad, de manera que todo creyente se convierta en un garante de la protección de los menores y vulnerables, y puedan colaborar a descubrir a nuevas víctimas y acompañarlas a la búsqueda de soluciones reales para su drama.

Retana, en la misa por las víctimas de abusos
Retana, en la misa por las víctimas de abusos Óscar García Rodríguez/Diócesis de Salamanca


8.- Cinco deseos:

- Que palabras y expresiones que signifiquen o den a entender encubrimiento queden erradicadas, tales como “cállate”, “no hables”, “llévatelo a la tumba”... Que se destierren absolutamente del vocabulario y del corazón de la Iglesia, y que ella descubra en cada víctima una posibilidad de conocer la verdad profunda de lo que le ocurrió, y que esa verdad se haga pedagogía y que esa verdad se difunda para el bien de muchos.

- Que acciones como poner a la víctima en el centro y escucharla, dejarla expresar, creerla, defenderla de los ataques públicos, etc... salgan de oficio y por inercia y que se instalen en los protocolos de actuación con absoluta naturalidad.

- Que las oficinas de defensa del menor sean centros pastorales de trabajo evangelizador que se sientan enviados a salir por todos los territorios diocesanos y concienciar, explicar y aplicar los protocolos de prevención...

- Que no le tengamos miedo a los medios de comunicación, porque pueden ayudarnos a poner altavoces de nuestro compromiso por la defensa de las víctimas y por el destierro definitivo de estos delitos tan vergonzantes.

Estamos a tiempo de aprovechar esta oportunidad de oro que el Señor pone en nuestras manos. Hagamos de la desgracia Kairós, es decir: espacio y tiempo de presencia liberadora y sanadora del Señor.

Abusos a menores en la Iglesia católica
Abusos a menores en la Iglesia católica



9.- Y un último aviso...

Yo lo estoy pasando mal con todo esto. Muy mal. Es una verdadera convulsión en mi propia vida. Me gustaría ser también tan militante y estar tan cabreado ante otras injusticias y sufrimientos del ser humano: tragedias en la naturaleza, injusticias clamorosas, violencias desgarradoras, guerras inútiles y cruentas, terrorismo devastador, enfermedades terribles y profundamente limitantes... Hay muchísimo sufrimiento en nuestra sociedad, y muchísimo mayor que el que yo, que soy un privilegiado y un afortunado, pueda experimentar.

Quien odia una injusticia debe comprometerse a luchar contra todo lo que atenta contra la dignidad del ser humano.

“Bendigo a Dios en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca”

(Salmo 34,2)

Policarpo Díaz Díaz

Presbítero de la Diócesis de Salamanca 12 de diciembre de 2023

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