(Martín Gelabert, op).- En estos días en que están saliendo todo tipo de asuntos, unos más turbios relacionados con el entorno del Papa, y otros más piadosos sobre sus últimos gestos; en que se analizan algunas de sus últimas palabras públicas, como por ejemplo, esas en las que ha confesado que durante su ministerio ha habido días soleados y pacíficos, junto con otros en que las aguas bajaban agitadas y Dios parecía callado, considero preferible mirar hacia delante, aunque sin olvidar del todo que en la casa de la Iglesia hay necesidad de conversión y purificación.
Puestos a "cambiar de tercio" voy a contar una anécdota de la que fui testigo y que tiene que ver con la situación actual de espera que vive la Iglesia. Cuando falleció Juan Pablo II, y hasta la elección de Benedicto XVI, hubo un fraile que, en la Misa conventual, cuando llegaba el momento de acordarse de la Iglesia extendida por todo el mundo, con el Papa y el Obispo, decía, ante la sorpresa general: "con nuestro Papa Sede vacante". Por otra parte, hoy mismo me han preguntado "qué se debe decir ahora" cuando se pide por el Papa en la plegaria eucarística. De hecho, algunos Obispos han dictado normas sobre este asunto.
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