Felices quienes no se prestan a alabanzas, ni a elogios, sino que experimentan la inmensa alegría de vivir con humildad, haciendo lo que deben hacer en cada momento.
Felices quienes han optado por vivir su vida con sencillez, sin riquezas ni seguridades.
Felices para quienes su mayor felicidad es una existencia sin más pretensiones que el momento presente, gozado en plenitud.
Felices quienes han descubierto que la sencillez es la mayor dignidad a la que puede aspirar cualquier ser humano.
Felices quienes adquieren la certeza y la sabiduría de la humildad, pues habrán alcanzado la más alta cima de su humanidad.
Felices quienes descubren, después de haber estado rodeados de riquezas, que una vida sencilla es la que les encamina hacia su máxima libertad.
Felices quienes en su trato son sencillos de corazón, quienes no buscan relaciones con los poderosos, sino con la gente más humilde.
Felices quienes rechazan cualquier pretensión de superioridad, pues sólo pretenden resaltar por su sencillez, su afabilidad en el trato, su búsqueda de convivencia, comprensión y cercanía.