Felices quienes descubren en su más íntima intimidad el animus y el anima que les habita desde siempre.
Felices quienes van definiendo, a lo largo de su existencia, las líneas maestras de ser y sentirse humano en profundidad, sea como hombre o mujer.
Felices quienes no se sienten superiores a los demás por haber nacido varón, y así lo manifiestan en su trabajo, en sus compromisos y en su vida diaria.
Felices quienes se comprometen y trabajan por la liberación de todo lo que oprime a las mujeres, en cualquier parte del mundo.
Felices quienes se identifican con un feminismo abierto e inclusivo, para dar a luz una sociedad diferente, un nuevo mundo, más humano, más divino.
Felices quienes nombran a Dios como Padre y/o Madre, como Ternura, como Sabiduría, como el Útero asombroso del que procede toda vida.
Felices quienes defienden a la mujer, soportando todas las críticas, en medio de una sociedad machista, patriarcal y androcéntrica.
Felices quienes se unen a todas las mujeres de la historia, a todos sus dolores, sus luchas y esperanzas, porque alcanzarán su más plena humanidad, porque se parecerán a Jesús, al mismo Padre y Madre Dios, a la Ruah, su Espíritu de audacia y de amor.