Favorecedores de tolerancia

Favorecedores de tolerancia
Favorecedores de tolerancia

«Si yo puedo aprender de ti y quiero aprender en beneficio de la búsqueda de la verdad, entonces no solo te debo tolerar, sino reconocerte como mi igual en potencia» (Karl R. Popper).

Uno de los valores más necesarios en nuestros días para vivir en el mundo actual es la tolerancia. Hace unos 300 años ya escribía Voltaire sobre su importancia en la sociedad:

«¿Qué es la tolerancia? Es la consecuencia necesaria de la comprensión de que somos personas fiables: equivocarse es humano, y todos nosotros cometemos continuos errores. Por tanto, dejémonos perdonar unos a otros nuestras necedades. Esta es la ley fundamental del derecho natural».

Gloria Fuertes, con su sabiduría popular y su gracejo habitual, también la describe así: «Tolerancia es, hablando en plata, quererse, comprenderse, primero a la familia, luego al vecino, luego a todo el planeta; si te llevas mal en casa con tu familia o con tus vecinos, ¿cómo te vas a llevar bien con los rusos?».

Una sociedad que está sufriendo tan duramente el paro, los desahucios, la incertidumbre ante el futuro... es un buen caldo de cultivo para actuaciones violentas, la falta de comprensión, la intransigencia… Todo lo contrario a la sociedad pluralista, integradora, respetuosa, participativa que deseamos.

Por eso es necesario que, en estos tiempos, seamos impulsores y favorecedores de la tolerancia, que no significa relativismo, apatía, dejar hacer a cada uno lo que quiera (aunque sea en contra de los derechos humanos o contra la dignidad de las personas), sino sujetos activos de diálogo, comprensión, buena convivencia, cercanía a la gente expulsada de un sistema preparado solo para los nacionales, los pudientes, los mantenedores del statu quo, los neoliberales sin corazón…

Es pues necesario demostrar con palabras pero, sobre todo, con el compromiso decidido, paciente, permanente por el valor de la tolerancia. Porque, para que tengamos futuro y no nos deshumanicemos, debemos intentar comprender y, para eso hay que saber escuchar, entrar en un debate profundo y respetuoso con los demás.

Cuando nos acercamos con respeto e interés para conocer otras culturas, ideas diferentes, posturas diversas ante la vida, siempre nos enriquecemos, perdemos los temores ante lo distinto o atípico y aprendemos a enfrentarnos a quienes silencian con su intolerancia sus miedos ante el diferente, ante el que piensa distinto a sus propias formas de entender la vida.

Para ello debemos relativizar todo lo que es relativo y dar la importancia debida a lo poco que es absoluto en la existencia. Desde esta sabia distinción, se descubre en la tolerancia cotidiana, como norma de vida, las altas cumbres del entendimiento y la mayor realización e integridad de la mejor humanidad.

La tolerancia, al ser una virtud muy humana, debe comprender las debilidades propias de los hombres y mujeres, muchas veces frágiles y víctimas de tantas flaquezas. Sobre este punto, tan importante para no dejarnos llevar por la rigidez de las posturas, por positivas que sean, comenta Arnold Wesker: «La necesidad de hacer tomar conciencia a las personas de que pueden cambiar la sociedad, no es incompatible con la necesidad de ser tolerante con las debilidades humanas».

«Felices quienes reconocen que el respeto, la sensatez y la comprensión son el principio de la concordia entre todos los seres humanos».

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